Pensaba que ya me había quedado hueca, totalmente vacía de palabras para ti. Pensaba que ya me había desnudado por completo. Pensaba que ya estaba todo dicho y probablemente tú sigas pensando que así es; pero, al mismo tiempo, cada vez que cuelgo el teléfono y dejo de escuchar tu voz (esa que tanto me gusta), me pregunto cuántas cosas se habrán quedado en las paredes de mi corazón, queriendo recorrer el camino hasta mi cerebro, y así, manifestarse a través de mi voz, haciéndote creer que esto que ha sucedido ha sido verdad, parte de nuestras vidas, la de los dos, aunque breve.
Y podría decirte que también pensé en que esto iba a ser menos doloroso, pero en este caso, te mentiría. Aún así, me gusta verte bien, me gusta verte sonreír, me gusta ver que al menos, uno de los dos, va a seguir caminando sin temor a los días que vendrán sin nuestras pieles juntas, calientes.
Y me gustaría decirte que voy a sobrevivir sin tus besos de una manera perfecta, pero voy a tener que hacer malabares para poder conseguirlo, aunque tú ahora posiblemente estés riendote por dentro, o pensando que soy más fuerte de lo que parezco.
Y para acabar sólo puedo preguntarte otra cosa: ¿cuándo nos volvamos a ver ocurrirá lo mismo? es decir...¿y si para cuando esté mejor te vuelvo a ver y renace la magia que hemos sentido? ¿me tocará volver a sufrir? ¿tendré que maldecir al destino, o morderme la lengua, o soñarte cada noche para antojarte menos lejos de mí?
Supongo que ninguno de los dos tenemos las respuestas, y que, si las tuviéramos, no sería precisamente lo que quisiéramos oír.