lunes, 27 de diciembre de 2010

Hasta pronto.

Ésta es la entrada nº 376 del blog, y aún me acuerdo del momento en que lo abrí, de todas las razones que me llevaron a hacerlo, y de cómo hice de él un rinconcito donde guardar muchos sentimientos, sensaciones, momentos especiales e impresiones, decepciones, ilusiones y sueños varios. Los guardé, los mimé, y los expuse ante miles y millones de ojos ajenos, ¿por qué? Porque ya de por sí mi cara refleja lo que me hace sentir pequeña, porque ya de por sí y desde siempre, he sido muy transparente, y porque el que me conozca un poco, sabe si me lloran los ojos por algo que me corta la respiración, o si no puedo dejar de reír porque a veces la vida me merece mucho la pena.
Pero ahora, a estas alturas del blog, y sin tener el firme convencimiento de querer despedirme de él porque no es el momento, sí estoy decidida a dejarlo en estado de espera durante un tiempo...el justo, el necesario para verme con las fuerzas suficientes de pintar mis palabras con el optimismo más puro y de adornar cada esquina de esta, mi segunda casa, con colores más vivos. Pero ahora mismo, después de todo este año tan lleno de recordatorios, tan completo de sensaciones nuevas, de sentimientos inesperados, de desilusiones, de cientos de minutos de incomprensión, de sorpresas, de caídas y subidas, de retornos y viajes, de regalos en forma de miradas y risas... me marcho durante un tiempo de este pequeñito, pero hermoso lar.
Creo que lo que más necesito es iniciar un año nuevo como Dios manda, y sin recordar cada día que soy la misma chica sensible de siempre que no dejará de recordar siempre que todo lo que aquí ha volcado, la acompañara siempre, de alguna manera, u otra.
Es hora de levantar el brazo y extender los dedos para despedirme de partes de mi vida que, últimamente, no me han hecho demasiado bien. Evidentemente, no hay excusas que valgan, nunca he sido de buscar excusas inútiles. Todo se reduce a sensaciones, las más prematuras, las que me llevan a hacer lo que decido desde un primer momento, las que me guian el camino que debo, o al menos, quiero seguir. Y sí, despedirse de ciertas personas (dos) duele, pero a veces sólo hace falta esperar a esos efectos secundarios que nos calmarán, y nos harán ver todo de otro color, o al menos, más claro. Y en realidad, no me encuentro en un momento clave en el que hacer o no hacer cosas radicales, sólo que me parece que nunca está de más hacer las cosas bien, poco a poco... Ser valiente y tener energía es un buen punto de partida. Creer en mí y pensar que me merezco la comprensión y el cariño que reparto en grandes dosis, debe convertirse en uno de los principios vitales que, de ponerlos en práctica, me facilitaría mucho las cosas. Y, como todo en la vida, lector@s, es cuestión de práctica. Pura práctica.
Así que, sin más, sólo me queda deciros que paséis una muy feliz salida y entrada de año. Disfrutadlo con esas personitas que de solo verlas, os hacen sonreír (es el mejor secreto).
Recibid un abrazo fuerte y un beso avainillado de mi parte, acompañado de mis mejores deseos.
Volveré por aquí cuando sea el momento. Os lo prometo, y me lo prometo.
Hasta pronto.

domingo, 26 de diciembre de 2010

La llamada que no haré.

Me hubiera gustado que todo esto hubiera sido algo distinto. De ningún modo te hubiera pedido más que lo mínimo. Pero sólo puedo hacer un resumen de todo esto, y es que sin quererlo (o no), te has hecho especialista en esto de hacerme daño, y te has dedicado tanto a todas tus cosas excluyéndome a mí, que más que triste o enfadada, me encuentro decepcionada contigo, y por qué no decirlo, también conmigo. Pero sólo por todo el tiempo que he malgastado pensando que acabarías abriendo los ojos y presentándote de alguna forma ante mí. Estas ibas a ser las terceras navidades en que te felicitaría el año nuevo vía telefónica, pero me temo que no te llamaré. No debo hacerlo, y por esta misma razón, tampoco debo ir en contra de lo correcto porque de ser así, de marcar tu número y tentar a la suerte de si me lo coges o no... en cualquier caso acabaría perdiendo yo. Tu voz ya no me calma ni me transmite el cariño que antes sí. Has echado a volar con unas alas que yo jamás podría llegar a tener. Y sobre todo, y por si un día te encuentras con esto, no olvides que no te llamo porque tú no lo necesitas, y no voy a imponerte mis palabras en directo sólo porque yo te quise más de la cuenta. Y sí, este es el resumen de todo, a no ser que un día a ti te de por cambiarlo todo de nuevo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Eternamente agradecida.

Que la vida es un caos, todo lo sabemos. Es injusto ver a un chico joven ganándose la vida tocando un violín gastado a las siete de la tarde en la puerta de Mercadona cuando ya hace frío y la gente que pasa a su lado vive una crisis de la que le cuesta salir, si no es con horas extra no remuneradas cargadas a la espalda y lágrimas vertidas cada noche sobre la almohada que ya tiene diez años. Que la vida es sorprendente, a veces, también lo sabemos. Que en navidad los niños siguen sonriendo y tú te sigues preguntando qué año fue en el que te enteraste que todo era una farsa y que las galletas Tostarica que ponías con sumo cuidado en el plato sobre la mesa de cristal no desaparecían por obra de los reyes magos, sino por la ilusión de tu madre, que se las comía pese a no tener ninguna gana. Que la vida es una larga y continua operación aritmética, en la que a veces se suman más decepciones que ilusiones, y al final temes que el total de negativo. Que te cuentan cuentos y prefieres no creer en los milagros, por lo que no pueda pasar. Que te inventas un color nuevo para ponerle a los días y sentirte mejor. Que le das tu primer y último beso a tu madre, la única persona a la que le estarías eternamente agradeciendo la vida. Sí, la vida, pese a todas las putadas que nos hace a todos, pese a todos los sueños que se caen al suelo, y pese a todo la pena que a veces reflejan nuestros ojos y pese a todo el dolor que almacenamos en un rincón del corazón. Eternamente agradecidos