lunes, 30 de noviembre de 2009

Jornada de corazones abiertos

Deja que nos enseñemos la vida. Permite que nos midamos la anchura de las sonrisas a destiempo. Tararéame tu canción francesa favorita y yo me reiré en silencio, esconderé las arrugas de mis pómulos entre el doblaje de las cortinas de mi mundo. Deja que me aprenda de memoria la manera en que se puede llegar hasta ti. Háblame de lo que más miedo te da, secuéstrame un par de pensamientos al día y rompe los lazos distantes. Crea unos nuevos, cóselos con tu ternura y mírame a los ojos. Dime que te gustan (aunque sea mentira), y júrame que no olvidarás cosas tan simples como el roce de la mano de una chica de veinte años sobre la barba de uno de veinticuatro. Escribe un manuscrito de verdades, reflexiones y sueños que sepan a verdad, que sean (i)lógicos, y descúbremelos. Cuéntamelos poco a poco, para que duren más. Haz que te eche de menos en los meses pares, y que te sueñe en los impares. Niégame la lectura de estas palabras después de escribirlas para no agrandar cosas que no tienen nombre. Perdona la intromisión en tus ojos, intentando deleitar tus sentidos.
Te invitaría a una taza de chocolate caliente en días de frío, y te contaría cuando me sentí la chica más triste/desafortunada/abandonada de la ciudad.
Y, cómo no, también te hablaría de las felicidades. Las más grandes. Las que lo eclipsan todo y nos dejan desnudo el corazón y la garganta. Y después, después miraría hacia arriba, como en la fotografía, para alcanzar tus pupilas y decirte: "Hasta la próxima taza compartida. Ha sido un placer", y un par de besos (o uno) sería el punto final de la frase.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Aprender algo más difícil

Ayer escuché antes de quedarme dormida en la sala de cine, que debemos aprender a querer lo que es bueno para nosotros. Lo vi y lo entendi a la primera.
Ni R ni C nunca podrían haber sido ni serán buenos para mí (he tardado en reconocerlo, pero por fin).
Sí, con nada son capaces de que mi boca se tuerza hacia arriba y que mi corazon lata a ciento cuarenta por hora, pero eso a veces, no es sano. Y yo no siempre he sabido verlo.
La alegria, emocion, ilusion y desenfreno que puedo llegar a sentir por/con sus palabras, las de ambos, es directamente proporcional al dolor que me pueden causar. Tienen el poder de sumirme en la mas envidiable de las felicidades, como en la más negra de las penas. Y eso, eso no es bueno para mi. No va a cambiar.
Lo que si tiene que cambiar es mi actitud, no frente al mundo, al menos y por ahora, frente a ellos dos.
No puedo permitir que vengan mas personas como ellos a destrozarme el corazon para después ir cubriéndolo con gasas y apositos que nunca, nunca, nunca, seran suficientes para remendar todos sus errores. Y eso no es cuestion de no olvidar, es cuestion de que cuando el dolor cala, (hasta lo mas hondo), es imposible mirar hacia delante sin mirar de reojo (en ocasiones).

En realidad, eso que escuche, lo de aprender a querer lo que es bueno para nosotros, suena genial, pero llevarlo a la practica es mas chungo. Sin embargo, tonta seria si me plantara aquí, y no intentara conseguirlo, o como mínimo, planteármelo. Yo quiero olvidarme de ambos, al menos lo suficiente como para no vivir otra vez lo mismo, no esperar nada y desquiciarme con tantas meteduras de pata ajenas. Asi que el unico camino que me queda (o no) pero que, eso si, me exijo de ahora en adelante, es valorarme, y valorar lo que se presente por delante. Esto no consiste en quedarte con la primera persona que pasa, ni siquiera concederle todo tu amor solo porque a primera vista es simpatico y se porta bien contigo. No todo es tan simple.

Y se que cuando una de las personitas que mas quiero lea esto, se dara cuenta que se encuentra en la misma situación que yo. Que no siempre quien mas felices nos puede hacer, son los mejores.Si, suena raro, paradójico incluso, pero es asi. Nunca lo he visto tan claro. Idealizamos tanto algunos seres, algunas identidades y acciones, que dejamos de ver la bondad en otros individuos que no les ofrecemos la oportunidad de intentar abrir nuestras puertas, que las cerramos demasiado pensando que nada asera igual de bueno o que no seremos nunca tan felices.

Pero cuán equivocados estamos todos.

La vida, el amor, no se reduce a una sola persona. Y aunque cueste, tiene que haber una serie de estrategias para aprender a discernir lo que es bueno de lo que no, solo es cuestion de abrir los ojos, y de callar un poco, aunque solo a veces, la voz del corazon.

martes, 24 de noviembre de 2009

Desahogo



Despiértame con un susurro (suave,lento,profundo). Cántame tus palabras favoritas y desquíciame con tacto, con tiempo, con tranquilidad y deseo. Suéñame al tenerme y búscame al perderme. Quiéreme sin pedirlo, necesítame sin tener que herirme para darte cuenta de ello. Necesítame porque sí. Porque te gusta mi manera de mirarte a los ojos, o porque te gusta imaginar tus dedos en mis rizos, en el punto 0 de mi tripa o en la punta de mi nariz.
Regálame una sonrisa temprana, madruga para visualizar mi cuerpo mientras se estira y pide tus caricias. Permíteme quererte hasta doler, pero poco. No dejes que me desquebraje tan pronto, no dejes que se me acaben las razones para dedicarte mi mirada más caliente, mis brazos medianos y mis pies intranquilos.
Pintemos la vida a nuestro gusto, a nuestra manera. Compremos la acuarela más viva y la paleta más grande de todas para mezclar todas esas experiencias que formarán parte de ambos. Dibujemos las lineas que queremos seguir. Seamos amigos, cómplices y amantes. Seamos testigos de todo esto. Seamos trabajadores, luchadores, energéticos. Y no perderemos nunca. No por nosotros. Seamos lo que siempre quise que fuéramos.
Enséñame cómo contemplas tu la vida, y tu mundo, más concretamente. Dime, en general, qué esperas de la gente, y en particular, qué esperas de mí. Dime si mi amor te queda demasiado grande, dime si sobro, si falto, si me soñaste y en cambio, todo se volvió pesadilla por no estar yo allí. Dime que te muerdes la voz todos los días, cada tarde, para no llamarme, y que controlas la fuerzas y direccion de tus manos para no marcar los nueve dígitos del unico numero de telefono a traves del cual podrias escuchar mi voz, mi risa entre vocales y mi pena entre consonantes.
Reclámame atención, cariño. Sé como siempre debiste haber sido. Pide perdon, si hace falta, pero tambien si eres consciente de todo lo que hiciste mal. Entierra el orgullo que sé, seguro, que aún te acompaña. Haz todo esto si algun dia lo sientes asi, y entonces seré capaz de soplarte cerca de la boca como una niña pequeña, que aún desconoce las particulas de amor que pueden condensarse en un segundo, en una pequeña parte de oxigeno pulmonar.
Y para terminar, perdona por escribir esta gran sarta de tonterías, pero hoy no tuve un día especialmente bueno, y el llanto acaba destinándonos al desahogo total.
En ese desahogo, siempre estarás tú, claro.
Y ya se me olvidaba. (Vamos bien).

lunes, 23 de noviembre de 2009

Ambivalentes

Creo que son demasiadas cosas las que no entiendo, de entre ellas, los besos. Y nunca antes me había sucedido. Me refiero a eso no entender los besos. No entiendo que para alguien puedan significar algo, (que no tanto) y para otros, nada, absolutamente nada, o si, una simple via de escape por la que poder soltar una adrenalina que no desean soltar de cualquier otra manera.
Creo que nunca antes me había sentido asi, creo que no me gusta sentirme asi. Y no sé cómo cambiarlo. No sé como actuar porque no es fácil. O cerrarme en banda o intentar explicarme. Pero no hay oídos disponibles a escuchar algo que se aleja de la sencillez de "un quiero y puedo". Pero en mi mundo las cosas no son así. Al menos no en el mundo donde creo estar creciendo.
Creo que las cosas son demasiado ambivalentes, y que las personas, lo somos aún más. Sobre todo cuando nos encontramos algo que no preveíamos, cuando nos llenamos la cabeza de pájaros que ni siquiera existen, o que si lo hicieron, se extinguieron demasiado pronto, por causas desconocidas.
Creo que no me merezco un ovillo de dudas en mi cabeza, no ahora. Creo que me merezco un té con palabras, al menos. Un paseo de treinta minutos, como mínimo. Una caricia de verdad, como punto de inicio. Pero el caso es que no siempre nos solemos encontrar en el mismo km. Y así pasa.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Tarde en la oficina

Puedo decir que hoy he dado varios paseos, algunos bajo el sol más radiante y amarillo que ha salido en todo el mes en la ciudad, y otros bajo unas nubes algo grises y enfadadas con el mundo (como yo, no gris, pero si enfadada, y con el mundo).
Puedo decir que este miércoles me pareció a lunes, que la tarde me supo a mañana y que he estado desconcentrada durante horas en el trabajo. De todo lo que tenía que hacer, pocas cosas me han salido bien, quizá porque mi mente estaba en otro sitio (y no sé donde, la verdad). He entregado papeles que no eran a personas que no debían, entre otras cosas algo más banales pero que me saca de quicio que ocurran y por mi culpa directa. Porque soy despistada, pero intento centrarme. Porque tardes como las de hoy, pocas. Porque llevo dos semanas sin sentarme cómoda y tranquilamente a estudiar un maldito tema de oposiciones que me trae por el camino de la amargura. Que me agobio y no sé si estoy haciendo lo correcto. Pero en momentos de calma me digo que si, que no me precipite, y que si no es ahora, será más tarde.
Puedo decir que quiza todos estos pensamientos tan estupidos puedan irse por el callejon sin salida mas proximo al parque verde oscuro de las mañanas. Puedo decir que estoy cansada de cansarme, de sentirme dormida, de querer dormir, de no tener fuerzas ni energia suficiente en mis cuerpos y mis brazos.
Puedo decir que me duele la espalda, y un poquito el corazon, por la cantidad de desesperanzas que se acumulan a raiz de otras vidas, de otros que simulaban ser hombres. Aun asi, hoy no he dado el 100% de mi no por cumulo de recuerdos dañinos, sino por el cansancio humano que no me arrebata la cama por las noches.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Penurias

Nunca me dijiste que me echabas de menos (tal vez porque así era), tampoco me has repondido nunca a la pregunta estrella de por qué no te despediste de mí cuando tenía catorce años y me trasladé de ciudad. Tampoco me has aclarado al cien por cien por qué te parezco (o a estas alturas, parecía)especial, lo único que oí de tus labios era algo así como: "Eres especial porque eres la única chica que me habla a pesar de que los dos estemos enfadados". En realidad, creo que eso no es ser especial, es ser gilipoyas, o inferior, o mil cosas que son mucho peor que todo eso. Un remix de penurias. Qué se yo.


Sólo sé que bajé muchos escalones para estar bajo tus pies, al fin y al cabo, y para que tú me tuvieras en tus manos, meciéndome, realizando un vaivén en el que a cada segundo, me sentía más dolida.


Sólo en algunas ocasiones me he sentido bien contigo, como aquella vez en que me escribiste que despues de saber lo que era verme, no aguantarías mucho tiempo sin hacerlo. OJALÁ HUBIERA SIDO CIERTO, OJALÁ NO TE HUBIERA CREIDO.


En fin, sólo sé que después de un día duro de trabajo en el que el destino ha querido que tuviera que escribir tu nombre, la fecha de tu nacimiento y tu apellido por triplicado en diversos papeles de matriculaciones a exámenes diversos, es imposible que no me acuerde ni de ti, ni del daño que me has hecho. Es imposible que tu nombre pase inadvertido para mí, y eso que un día pensé que no era demasiado corriente. Pero el tiempo me la está jugando bien. Cada vez apareces más, y ya no sé que hacer para borrate, quizá haciendo desaparecer todas estas letras que no hacen más que trasladarme al subsuelo, al mar, a aquel sitio en el que ni siquiera me divisas, porque tú te quedas arriba, con todo el oxígeno (el tuyo y el mío) y yo me rebajo, más, más y más. Y tampoco te planteas (por remota que parezca la idea) salvarme, venir hacia mí y decirme que no vuelva a ser tan estúpida, que no me volverás a dañar tanto, que reconocerás lo que pueda suceder de ahora en adelante. Pero no.


Al final yo me quedo con el mar, con menos oxígeno del necesario y con pinzas blancas estrechando, cada vez más, las arterias que hasta mi corazón van. Tú, tú te quedas con...¿qué se yo? Te quedas con la ciudad que en su tiempo fue nuestra, de los dos. Ahora sólo te pertenece a ti. Allí quedó el respiro de mi infancia y las últimas huellas, las últimas risas de mi adolescencia. Ahora tú te quedas con eso y también con una pareja que puede llegar a hacerte feliz, no sé. Eso es lo que tú querías, ¿no? Tu le querías a ella, y tal vez algo más. Supongo que a mí también me querías, pero sólo para hacerte sentir bien, especial, como todos. Pero he llegado a un punto en el que si doy todo de mi para hacer sentir especial a gente como tú que no devuelve nada, que no da siquiera la moneda del valor mínimo, a cambio, yo me quedo vacía, y no puede ser. Ya te dije una tarde, hace muchos muchos meses, que todo no se podía tener. Y ahora he descubierto que yo no estoy en ese saquito de cosas de las cuales dispones y forman parte de tu vida. Yo sé donde estoy, lo sé. Me he quedado a fuera, dando pequeños saltitos en la periferia de tus caminos.


No puede ser que la apatía se adueñe de mi vida sólo porque dejo que tú infrinjas en mi corazón como dejé que hicieras (sin darte cuenta). No puedo intentar conservar el calor y el cariño que por ti empezó a nacer en este cuarto, en estos brazos y en estos ojos.


Mi manos están algo frías (será cosa del tiempo, de la amenaza del otoño), y mi corazón, un poco, también. Creo que ya no le abro las puertas como antes, creo que se ha autocomprado, con el dinero que me roba por las noches; cerrojos que ni siquiera yo sé abrir.


Tú nunca me quisiste, tampoco me apreciaste lo suficiente como para ser menos idiota.
Yo te quise hasta con las dos de mis pupilas y la sonrisa de mis labios.


Pero ya no queda nada.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Petons al nas


No mereces que sueñe contigo, no aún. Debieron acabarse los sueños con tu rostro, con tu cuerpo. Debieron acabarse para mí. En este último aparecías, incomprensiblemente, en el portal de la que fue mi casa durante catorce años, en compañía de un gran grupo de amigos. Yo, imbécil de mí, aún sonreía desde fuera, y te llamaba. Tú simplemente me mirabas, sin mostrar emoción alguna (como casi siempre, como ha sido asi siempre que tus ojos se han encontrado con mis ojos), y después aparecía la que es tu pareja en estos momentos.

Supongo que es demasiado incomprensible soñarte de este modo, y que no podamos controlarlos es lo que más me saca de quicio algunas mañanas. O que mi memoria no trabaje a esas horas tan tempranas ni que tu nombre salga más en la voz del señor de la radio o que se me olvide pronunciar las letras que forman tu nombre. Que no me duela decirlo cuando tengo que abrir cada mañana a dos niños del colegio. Que no vea tus fechas de nacimiento en papeles que tengo que traspasar a la memoria de un ordenador, en el trabajo. Que no suenen canciones que intuyo que a estas alturas tú ya habrás escuchado.

No, no quiero eso. Quiero todo lo contrario. Quiero que te conozcas a muchas Lauras en tu vida y pienses si guardo algo en común con ellas, y que, entonces, eches de menos algo de mí en ellas. Quiero que identifiques mis ojos en otros ojos, y mi sonrisa en otra sonrisa de cualquier otra chica de la ciudad. Quiero que sueñes conmigo de tarde en tarde y te acuerdes tan perfectamente como me acuerdo yo al amanecer. Quiero que escuches un par de canciones de las que te regalé, y te duelan. Quiero que te prometas no olvidarme nunca. Quiero que quieras extrañarme el resto de tu vida, y, por consiguiente, preguntarte cada martes ¿por qué narices llegué hasta hacerla tanto daño? Quiero que te culpes por no haber sabido ni querido reaccionar, sobre todo por eso, por no haber querido. Quiero que luches el dia de mañana por otras personas que ya no serán yo. Quiero que te propongas hacer feliz a las personas que necesiten de tu calor y compañia, como yo, en su dia. Quiero que te acuerdes de la foto que te di con catorce años y te pedí tantos años despues. Quiero que alguna vez seas capaz de querer o admirar a alguien como yo contigo. Quiero que un día seas valiente como para abrir los ojos al cien por cien. Quiero que no juegues con los sentimientos latentes del resto del mundo. Quiero que no seas tan indiferente hacia la sensibilidad de las mujeres que formarán parte de tu vida, pues yo, ya no. Quiero que recuerdes la manera en que solia enviarte los besos, darte las buenas noches y llamarte algunas madrugadas para contentar tus oidos con melodías alegres.

Quiero todo eso, y sé que es imposible. Porque se que si no me has valorado hasta este momento, no lo podrías hacer nunca más, por mucho tiempo de ventaja que pudiera darte. Nunca nos encontraríamos en el mismo punto y yo, al final, me cansaría de esperarte, de darte/nos, una segunda oportunidad, de seguir dejándome la piel y las lágrimas por algo que después, no merece tanto la pena.

Se acabaron las palabras de tarde, se acabaron las noches y letras compartidas, y se acabaron els petons als nas.

Asi de triste (para mi), pero asi de real.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La gota que ha colmado el vaso


Ha sido todo demasiado surrealista, demasiado ilógico y tonto, a la vez. O quizá he sido yo la tonta (otra vez). No hubiera afirmado que llegaríamos a este punto, nunca hubiera pensado que te escribiría lo que te escribí, pero no puedo ser menos vulnerable, no puedo esperar menos de la gente cuando esa gente te hace aspirar a más, y te demuestran que ese lazo que une dos amistades, puede persistir a muchas adversidades. Entonces, entonces pasa que te acostumbras a ese cariño, que necesitas de las sonrisas de esa persona, pero sobre todo, de su sinceridad. Y asi me ha pasado contigo.
Es cierto que me has ignorado, después de tantas señales de cariño o de afecto, llámalo como quieras, pero a mi me sentaron bien esas palabras tuyas, al igual que tu risa por teléfono o tu manera de hablarme de la infancia cuando yo te lo pedía. También me sentó bien leer que si venías a esta comunidad, me avisarías, y podríamos vernos. Te creía sincero, te veía certero, te pensé valiente. Pero joder, siempre me equivoco con personas a las que termino por querer perder porque no soporto tanta mentira, y mucho menos, tanta cobardía. Al final, una y otra actitud se acaban complementando y vuelven todo más complicado, hasta que todo es una mierda. Es así, de triste, de inaguantable, de doloroso. Y yo decidí hace muchos meses que no quería ni más situaciones inaguantables, ni de tristeza ni dolor en mi vida. Bastante tengo con las cosas que no puedo preveer y a veces terminan por llegar porque tienen que acabar llegando, como para que ahora vinieras tú y me fallaras.
No pretendía obligarte a nada, no pretendía regalarte abrazos porque sí ni hacerte sentir mal por no habernos encontrado en la estación de la luz, ni bajo una noche valenciana; simplemente necesitaba que fueras sincera o que me hicieras saber, (como bien dijiste que harias, aunque tampoco sé por que motivo) que me avisarias, que yo iba a notar que estarías aquí, cerca de mí, de algún modo. Pero tu ausencia, tu indiferencia, tu lejanía (ampliada por tu no saber estar) ha hecho que deje de confiar en ti, que no quiera saber absolutamente nada, que rechace excusas baratas y explicaciones que ya llegan tarde.
Y acepto poder ser un recuerdo que olvidar, o una chica insignificante en tu vida, pero no soy ningun objeto al que se le pueda tratar o no tratar según sea el momento. No estoy hecha de madera, ni de hierro, ni de metal o resina. Estoy y soy puro sentimiento, emociones y sensaciones que se amplían o se merman según el comportamiento de las personas que me rodean. Y yo pensaba que tú advertirías esto y que no me tratarías nunca como lo has hecho hasta día de hoy. También esperaba que supieras darte cuenta de tu error, e intentaras remendarlo. Pero no, lo mejor que se te ocurre es decirme que he adivinado que has estado aquí por unas simples fotos. Eso me ha hecho pensar algo: si esas fotos no hubieran aparecido ante mis ojos por casualidad, yo no habría sabido nunca que tú habías estado aquí, ¿cómo me debo tomar eso? ¿como? dimelo... Dime si es justo que cada vez que yo he ido al sitio donde naci siempre te avisé, quise verte... y tu solo piensas en ti, sin ni siquiera ofrecerme el derecho de saber lo que tú, en un principio, querías hacerme saber.
Y es que no puedo ser fuerte ante esta mezcla de rabia, decepción y tristeza. Y no quiero abrirle las puertas a la melancolía. Te he pedido que me eches de esa parte de tu vida en la que estuve presente, y sé que serás capaz. Eres capaz de eso y de mucho más. Has sido capaz de pintarme un cuadro lleno de color y aparentes verdades. De sentimientos. De intenciones. Pero al final el cuadro ha resultado ser una falsa obra maestra, y a mí no se me da bien empezar de cero con personas como tú. Por eso prefiero cerrarlo todo aquí, porque sé, de antemano, que si vuelvo a hablarte, que si vuelves a influirme, acabarás por hacerme todavía más daño, y entonces no sé si podré soportarlo.
Ya me pasó una vez con alguien que se parece a ti en más de lo que a mí me gustaria, y las cosas acabaron mal. Asi que prefiero que esto no se estropee aun mas, prefiero no darte la libertad de que me dañes, porque mi corazón no nació con hoja de garantía, y no existen fábricas que puedan recomponerlo a base de herramientas ni farmacias que puedan sanarlo a base de fármacos. Porque no existen los milagros, porque no existen muchas personas sinceras. Porque te echaba de menos y ahora tengo que sentir todo lo contrario.
Al final me lo has puesto fácil, y yo te lo he puesto fácil, también.


Porque cada día estoy más segura que el verdadero error fue abrir un poco nuestros corazones y llegar a creerme que tú eras distinto, que eras otro, que eras quien fuiste.

Porque tu manera de actuar ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Y ya está bien.

domingo, 8 de noviembre de 2009

No puedo esperar (porque no ocurrirá)


No puedo esperar que algún día te despiertes y cambies tu forma de pensar, porque sí. No puedo esperar a que comprendas que no desterrar recuerdos felices es una tarea compleja, pero que, a fin de cuentas, te aporta razones para ser feliz, durante más tiempo. No puedo esperar que algún día te veas con las ganas de hablarme de mí cuando era pequeña, de cómo me veían tus ojos, o de verte sonreír mientras me lo cuentas. No puedo esperar a que cambies en la manera de tratarme, no puedo concebirte como un ser no ambivalente por la maldita razón de que perdí el contacto contigo y yo no sé cómo vas a responderme en los momentos en que mis labios o mis manos te lancen preguntas, cuya respuesta necesito conocer la mayoría de las veces. Me siento algo estúpida al intentar encontrar palabras que a ti no te apetece escribir. Me siento sola cuando hablo de lo que fuimos, de lo que vivimos, sabiendo, de antemano, que a ti no te agrada recordar. Tienes que vivir el presente, me dices... y sí, estoy de acuerdo, yo también lo hago, pero no ocurre todos los días que dos personas como tú y como yo se reencuentran y tienen la posibilidad de transmitirse recuerdos que, por alguna estúpida casualidad, podrían perderse entre tus paredes y mis techos. Entre tu vida y la mía. Entre los caminos que nos separan y las rendijas de la memoria que nunca podrán ser restituidas por otras menos endebles. Asi funcionan las cosas (debe ser).
Yo sólo quería asegurarme mi estancia en tu cabeza. Yo sólo quería contar en tu vida aunque de manera mínima y casi indestacable. Yo sólo quería tener un nombre fijo en tu vida, un número, una voz, una imagen. Y me temo que han surgido demasiadas incompatibilidades. Me temo que somos diferentes en la manera de sentir y de actuar. Yo habría preferido verte ante muchas cosas, tú habrías preferido dejar escapar el momento.
Y ahora, ahora ya no sé siquiera si me quedan fuerzas para cerrar las manos con eficacia, para poder quedarme, así, con las bonitas palabras que me dijiste, y que se colaron en forma de regalo en mis oídos, prometiéndome no marcharse nunca.

El tipo de domingos a tu lado

Sé, estoy segura, y no hace falta hacer uso de ninguna reprobación, que mis domingos a tu lado serían mucho más bonitos. El sol desprendería más rayos de luz y las nubes se esconderían un poco más. Sé que sonreiría un 75% más si tú estuvieras cerca y yo, a tu lado. Sé que idearía planes de domingo para dos.

Daría un pequeño paseo hacia tu casa, pulsaría al botón de tu telefonillo y tras escuchar tu voz, te diría que fuéramos al cine, que nos llevarámos a tu hermana pequeña. También me quedaría contigo estudiando algunas tardes, y prepararía la merienda para dos. Después, te merendaría a ti, entre besos y palabras, con miradas de fondo.

Amenizaría tus momentos de tristeza y desesperación con mis caricias, te abrigaría en momentos de frío y te desnudaría el alma para oír tus "te quiero" cortando la respiración al aire. Te enviaría poemas de los mejores poetas una vez al mes y te enseñaría qué espero yo de la vida. Te mostraría episodios de mi vida hasta que tú llegaste a ella y te esperaría por las noches en mis sueños, en cualquier acera, con la intención de estar entre tus brazos durante cinco minutos. Con tal de un abrazo diario como nuestro abrazo del 22 de diciembre de 2008. Con tal de sentirte, por fin.
Sin embargo, a dia de hoy, estas palabras no tienen mucho sentido. Creo que quieres escapar de mi vida, y hacer que yo escape de la tuya de manera simultánea, para no compartir más momentos, para no más encuentros. Sé, también, que daría igual que te hablara de este tipo de domingos ni que te hablara de mi compáñía en tu vida, fuera cual fuera el día de la semana en cuestión; porque no te importo, porque tú no lo sabes, pero es así.

jueves, 5 de noviembre de 2009

En otras circunstancias

Si tuviera que despedazar mis palabras, mis pensamientos, te diría que me hubiera gustado aprender a besar contigo, si el tiempo y nuestras actitudes hubieran corrido a nuestro favor. Me hubiera gustado aprender a besar contigo, sí, con tu boca y de tu boca. Ante tus ojos, bajo tus ojos. Me hubiera gustado aprender a quedarme dormida entre tus brazos. Me hubiera gustado también, ser la primera chica en invitarte al cine, para que después tú me invitaras a la merienda de tus besos y tu compañía en mi portal. Me hubiera gustado llamar más a ese timbre, que sólo toqué una vez. Me hubiera gustado ahogarme en tu mirada, para después pedir auxilio y que tú fueras quien me salvara de tanto amor, para después sumergirme, con más aire, con más tiempo.

Me hubiera gustado haber estado cerca de ti mucho más tiempo. Me hubiera gustado cogerte de la mano y no haberla soltado durante un largo paseo, un otoño en el Soto o una primavera en el Liana. Me hubiera gustado regalarte mi esperanza en navidad, haberte tenido el dia 5 de enero y haber estado ahí para ti. Para escuchar tus canciones y cantarte mis deseos.

Me hubiera gustado, en definitiva, haber aprovechado el tiempo que dejamos escurrir por el suelo de las calles que pisamos, por las rejas de las puertas del colegio, por las últimas gotas de nuestra infancia. Me hubiera gustado acercarme a ti, y a solas, haberte dicho: “Llevo tres años mirándote a los ojos con porciones de cariño viajando desde mi piel hasta tu piel, idiota.”
Sólo así, (y quizá) tú me hubieras dado un abrazo tierno, caliente, y no nos hubiéramos soltado hasta mucho, mucho tiempo después.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

20:22 No puedes hacerme esto, todo, todo menos olvidarme

Dime que soy idiota, pero la reacción de haberte llamado ha sido totalmente espontánea, inesperada. Ha sido innato, y no he podido controlarlo. Ni siquiera he llegado a pensar que podría sentirme peor si tú pudieras decirme algo que me hiriera. Sólo he sabido que quería escucharte. Al cuarto tono quería desistir y ha mermado, a grandes pasos, mi ilusión por intentar hablar de lo que nos quedó por hablar. (Aunque según tú, todo está hablado...)
Dime que soy idiota por haber sonreído el 85% del tiempo de la llamada. Dime que soy idiota por pensar que tú has podido imaginar esas sonrisas, y tu memoria, vivirlas (por los dos). Dime que no debería haberte llamado para crear más recuerdos, más frases... dime que a veces lo estropeo, o no. O convénceme de que en realidad, nos hace falta hablar. Aunque sea de vez en cuando, pero no te encargues ni te propongas borrar o espantar parte de tu infancia sólo porque fue demasiado bonita, o porque yo estuve allí y no fuimos quienes pudimos haber sido. Sólo por eso no debes arrebatarte (ni arrebatarme) porciones de felicidad que sí manifestamos, y experimentamos. Con esos años de inocencia y con nuestra mutua presencia. No debes olvidarlo. No debes olvidarme. Aunque pienses lo contrario.
Ojalá me pudiera quedar en tu memoria el resto de tu vida, de manera que al recurrir a ella para buscarme en alguna sonrisa lejana, tú también sonrieras. Eso es bonito. Y posible. Pero como siempre, está en tu mano decidir por los dos. Decidir si quieres echarme y dejarme fuera de tu puerta. Está en ti conseguir que nos perdamos (o no) y hacerme más feliz de lo que podría ser. Y no suelo pedir mucho, y si en esta ocasión te lo parece, lo siento. Pero me resigno a no contar en tu vida, aunque sea en forma de una leve nostalgia que a veces, en lugar de calentarte los músculos y el alma, te apena tus más pequeñas lágrimas.
Yo no sé qué puedo hacer para convencerte de que estás andando por el camino incorrecto. Estás caminando a través de caminos que no dejan sitio para lo que sí viviste. Y sí, joder, sí, forma parte de tu pasado, ¿pero por qué deshacerte de él si te dio cosas bonitas? ¿por qué no recordarme si te estoy pidiendo lo contrario, con todo mi corazón? Te lo aseguro... sería el mejor regalo que pudieras hacerme. Pero yo no sé si eres capaz, y sobre todo, si tienes voluntad de dejarme un hueco especial en esa cabeza, y por consiguiente, en ese corazón. Aunque dudo seguir estando en alguno de esos dos sitios. Lo dudo, aunque, de ser sinceros, me gustaría estar en los dos. Y pagar la parte correspondiente a tu dolor, con el mío, si hiciera falta. Pero creo estar segura de que si me echas de tu vida, o si destiñes el recuerdo de lo que fui para ti, sólo porque esa niña de diez años no va a volver a existir ni a rodear las papeleras y pasillos de nuestro colegio; te habrás arrebatado, para el día de mañana, un motivo más por el que sentirte algo más feliz.
No me contemples como una pieza de puzzle inútil que sólo sirve para entorpecer, o que no coincide en ningún sitio. Sólo depende de ti que encaje mi sonrisa, mis ojos o mi nombre en algún pequeño solar de tu mente. Y déjame bajo el sol, bajo la lluvia o entre copos de nieve, déjame con lo que quieras, pero déjame estar ahí.
Yo no he cambiado tanto, y si quisieras, todavía podrías encontrar parte de la niña que fui con sólo mirarme a los ojos y tocar mi corazón sin pretenderlo...
(...pues lo haces cada vez que oigo tu voz, tu risa o tu manera orgullosa de saber que eres importante para mí. Ojalá yo, pudiera despertarme mañana, y estar igual de orgullosa por saber que soy lo mismo para ti).

martes, 3 de noviembre de 2009

Falling slowly

Rescátame

Rescátame de la nostalgia de los años pasados, rescátame de la melancolía de nuestros besos no dados, rescátame de la trsiteza de no habernos tenido a pesar de haber podido ser completa y totalmente correspondidos. Rescátame de esta juventud y hazme volar a aquello que fuimos, y borra la parte del "y no fue" de nuestros vocablos.

Volvamos a los diccionarios pequeños, a las libretas de dos rayas, a los lápices y reuniones en las papeleras de clase para regalarnos dos sonrisas tempranas. Sueña conmigo e intenta recordar qué ropa llevaba yo con once años. Acuérdate de mis sonrisas en las clases de gimnasia, y yo me acordaré de tu manera de enfadarte en religión y de hacerte especial sin saberlo. No olvides nuestro modo de hacernos rabiar, y del modo en que empecé a verte como algo más importante que un simple compañero de clase, de colegio. Sólo escribir estas palabras me trasladan a otro mundo del que en realidad nunca debí salir, o al menos, no sin haber sido sincera antes de que llegara el verano del 2000, donde tocó decir adiós, sin siquiera haberlo pronunciado.

Volvamos atrás y establezcamos una despedida como Dios manda. Volvamos aunque sea con los ojos, con la mente, con las noches y con la memoria.

Rescátame de todas esas cosas que no hicimos y hagámoslas posibles. Rescátame de la soledad de sentarme sola ante la caja de recuerdos que ambos tenemos. Siéntate a mi lado y atrévete a mirarlos como yo. Con la pena pero con la satisfacción de haber coincidido en el mismo tren, durante algunas estaciones que ni la más venganza más dura conseguirá arrebatarme.

El paso del tiempo me hará recordarte con más fuerza, lo sé, y lo sabes. El paso del tiempo me hará aferrarme a esa fotografía donde tus ojos parecen verdes y tu sonrisa, eterna, suave. Te miro y me apetece acariciarla con mis dedos y entonces me visitan las ganas de llorar(te), pero tú no sabes comprender ni la mitad de lo que digo y lo que siento. Lo sé, y lo sabes. Tú prefieres calzarte las mejores deportivas, atarte con rapidez los cordones y echar a correr. Escapar de eso que fuimos, y de lo que no fuimos pero pudimos ser. Prefieres escapar de mi sonrisa infantil, de mis ojos alegres, del flequillo y el color claro de mi cabello cuando era niña, de todas esas cosas que no sé si recuerdas porque tampoco me lo has dicho.

Y seguiría recordando por los dos, pero me temo que tú ya te has ido. Tú ya has decidido. Has preferido dejarme sola ante el cúmulo de episodios que tuvimos la capacidad de vivir juntos y explotar al máximo. Hasta dejarnos la piel, la sangre, y la emoción (sobre todo la emoción).

Rescátame de todo esto, y te regalaré un abrazo tierno que sepa abrigarte hasta la próxima vez.

lunes, 2 de noviembre de 2009

No me destroces

No esperaba que llegara esto, no después de tantas confesiones, no después de tantas cosas dichas (bonitas, por cierto). No después de todas esas palabras que llegaron a mi corazón en forma de flecha, punzón, aguja, llámalo como quieras. El caso es que me pinzó, me tocaron tus sílabas, tu manera de intentar hacerme entender qué fui para ti. No esperaba que después de dos noches tan sinceras, tan enteras; te alejaras. Tan rápidamente, sin explicaciones, claro, que es así como se hacen mal las cosas.
No tengo derecho a exigirte que me hables siempre que yo lo haga, no tengo derecho a pedirte que me enumeres la clase de recuerdos que te quedaste cuando los dos éramos pequeños, pero sí creía que tenía derecho a que pudieras ser ese amigo con el que se puede hablar de todo, la clase de amigo que te agradece los detalles que haces con cariño, esperando que la otra persona lo vea con chispas o un mínimo de brillo en los ojos.
Pero, no, serás tú otra de esas personas a las que ni siquiera puedo influirle. He perdido la esperanza con estas últimas noches en las que no me has hecho pensar que mis palabras han podido cambiarte, o hacerte recordar. Ya no sé, siquiera, si creer que nuestro pasado te daña, por el mero hecho de no poder retroceder. No, tú me estás perdiendo y ni siquiera estás en condiciones de verlo. O de querer verlo. O quizá es precisamente lo que quieres para paliar o frenar ese dolor, pero creo que es mucho más triste que me pierdas del todo, que dejes de contarme en tu vida. Aunque no pueda verte cada día y pensar por los dos que fuimos muy felices mientras nos aprendíamos el nombre de los ríos y provincias en los mapas de la escuela.
Qué puedo decirte... ahora... ahora sólo se me ocurre mantener la rabia intacta, por ver que no estás ahí, que según tú "Todo está dicho", y ¿ya no hay mas? ¿No puedes decirme cómo va tu vida, cómo te sientes, qué esperas de la gente? Y sobre todo, ¿qué esperas de mí?
Siento que estás ampliando esta distancia por momentos, que te niegas a hablarme o que ya no te interesa después de haber puesto la mitad de tu corazón en mi mano, en forma de palabras y verdades que nunca salieron de tu boca, por idiota. Como tú dijiste.
Siento que te quieres alejar, por miedo, por interés, por no querer recordar. Pero, deberías saber, o pensar, al menos, que la nostalgia bonita es uno de los mayores regalos que nos brinda la vida, y a su vez, la memoria. Nuestra memoria. No la castigues, no la pintes de otro color ni la tiñas de blanco, no la cubras, no intentes disimular años que te colmaron de alegrías. No lo hagas sólo porque yo estuve ahí, en primer plano, y no supimos decirnos nada al oído, ni estrecharnos las manos en ese tiempo que tuvimos. (Estoy segura que lo aprovechamos, aunque de otra manera distinta).
Siento que para ti las confesiones han acabado, que la amistad está tendida afuera, colgando de dos pinzas que están a disposición de tus manos. Por eso, déjame decidir, déjame tenerte, al menos, de algún modo. Pero no nos abandones. No nos obligues a morir. No mates nuestros recuerdos ni nuestra forma de mirarnos cuando yo te sonreía y tú desviabas los ojos hacia arriba o hacia la ventana que descansaba a tu derecha. No lo hagas...porque entonces, estarás cargándote parte de tu vida, y a la vez, parte de mi alma.
No me destroces, y entontes, entonces me propondré quererte siempre.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El desvío que no debes tomar (por los dos)

Después de tantas cosas, y después de tanto tiempo sin "encontrarnos", nos hablamos directa y profundamente, y me dejas boquiabierta con palabras que nunca esperé leer de tus manos. También me dejas con un poso de desazón en el alma, al decirme que nos estamos haciendo daño por el simple hecho de recordar nuestra infancia, y que ella acabó uniéndonos. Y puede que lleves razón, lo pienso, pero no lo digo, porque, al mismo tiempo, me doy cuenta que prefiero recordar y hacerte recordar, con el único propósito de que no me olvides. No ahora, no durante los próximos meses y años.
En realidad, no me gustaría que me olvidases nunca, pero me temo que no puedo influir en eso. Por eso quizá te hago rememorar cómo solías escribir cuando tenías nueve años o en qué clases mis ojos te buscaban al moverte. Puede que no quieras leerlo, y mucho menos escucharlo, pero a mí me hace falta hablarte de lo que vivi cuando te conocí para saber que fue real, y que nadie nunca podrá llevarselo.
También debería decirte, entre otro conjunto de cosas, que nunca nadie podrá ocupar tu lugar. Fuiste demasiado importante y aunque cuando todo se acabó, siempre esperé encontrarte en algún otro punto, en cualquier kilómetro o espacio de la ciudad que entonces era de los dos. Por eso quizá acabé buscándote en tu casa, con la intención de tenerte otro rato más en mi vida, y por fin, dejarte con las ganas de tenerme. Aún así, nunca imaginé que podría llegar a gustarte.
Si nos hubiéramos confesado, probablemente el curso de los hechos hubieran sido diferentes. Hubieramos sido imprescindibles el uno para el otro y hubiéramos seguido recordando juntos sin tanto dolor, porque ya nos tendríamos. Pero, yo quiero seguir pensando que nos tenemos, de otra forma, sí, pero nos tenemos.
Hace diez meses me reconociste, viste que era la misma niña que conociste en el colegio y no hay nada mejor que eso para corresponderse. Para saber que los años no nos cambian tanto, para saber que estoy ahí para ti.
Ojalá, (insisto) pudiéramos haber influido en nuestras vidas como para poder decirte ahora mismo que en lugar de para ti, estoy por ti.
pd) No olvides que el olvido no es la mejor estrategia para no hacerte daño. Puede que tu memoria quiera buscarme dentro de unos años, y eso pueda dolerte más. No olvides que el olvido es el desvío al vacío. Al ahogo más absoluto. Aunque no lo sepamos reconocer así, porque todavía no lo hemos experimentado. Quédate con mi sonrisa, con mi nombre, con mi cariño; y no me borres.