domingo, 5 de febrero de 2012

Adiós

Han sido 4 años los que he estado expresando aquí mi felicidad, mi decepción, mi rabia, mi tristeza y mi impotencia. Este rincón llegó después de que en su día cerrara uno todavía más pequeño y del que tuve que despedirme también, y en el momento en que escribí aquí la primera frase sabía que tarde o temprano también llegaría el momento de decir "Se acabó", o "Cerrado por liquidación". Porque, sí, de alguna manera puedo decir que he liquidado todos mis sentimientos con la mayoría de las personas sobre las que he escrito en este rincón que he considerado siempre como una vía de escape, permitiéndome vaciarme de sensaciones alegres o amargas. Y ya no tiene sentido escribir o alargar pensamientos ligados a personas para las que ni cuento ni cuentan en mi vida.Todo eso se acabó, y esto debe ser igual.
Llevaba mucho tiempo pensando en marcharme sin hacer ruido, tal y como vine, sin producir demasiado eco, pero para bien o para mal, he aprendido a decir adiós en múltiples ocasiones, y ésta, es una más. Ha sido mucho tiempo, y cuatro años han dado para mucho, para abrir los ojos todavía más, para reír y para llorar casi a partes iguales, para caerme y volverme a levantar, para vivir capítulos nuevos, para desvincularme de todo lo que me hacía daño, para luchar y aprender, para decidirme, para decir no, para elegir en los momentos clave qué o quién me convenía o el mejor camino que podía seguir. Cuatro años en los que me he dejado llevar, en los que he reflejado mis puntos débiles o mi optimismo en su estado más álgido, cuatro años en los que he sido feliz, y en los que he sufrido también. Y tampoco quiero hacer un balance porque prefiero quedarme con la inspiración, la que nos lleva a crear, la que nos aísla por unos momentos de todo lo demás, la que nos hace sentirnos distintos.
Gracias por haber estado ahí, por haberme leído, por haber dejado vuestra huella (o no) y sobre todo, ante todo, por vuestras palabras amables.
Que la creatividad y el lenguaje nos acompañe siempre.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Otra casualidad que lleva tu nombre

A veces el destino o la pura casualidad gasta bromas pesadas. Hace dos semanas sonó el telefonillo, eran las cuatro de la tarde. Era un chico preguntando por una chica, precisamente ese chico tenía tu mismo nombre y apellido. Nada más oírlo me quedé bloqueada. Sabía que no eras tú y que ese chico se había equivocado de timbre, pero ese momento me obligó a recordarte. Me obligó a pensar que tu nombre y tu apellido no son lo suficientemente comunes como para que esa voz se colara por el teléfono y los pronunciara. Parece ilógico pero es que me gustaría saber si este tipo de instantes le ocurre con frecuencia las personas. Es una (cruel) anécdota más, pero tenía que sucederme a mí.

No puedo imaginarme tu cara si un día, por casualidad también, una chica llega a tu portal, pulsa tu tumbre por confusión y pronuncia su nombre y su apellido, idénticos a los míos. Estoy segura que no te quedarías con la boca abierta y tampoco creerías que pudiera ser yo, pero quizá sí me recordaras por un instante y tal vez te preguntaras cómo me va la vida.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Clases de sueños

Hay muchos tipos de sueños, sueños que te arrancan lágrimas, sueños con los que revives momentos increíbles, sueños que te llevan a tu infancia otra vez, sueños que te alejan de tu hogar y te llevan a un rincón nuevo y desconocido, sueños donde se te sinceran y donde te confiesas, sueños donde alguien te dice la verdad o donde te cambia la vida. Pero hoy he tenido un sueño divertido y ciertamente gracioso, ese tipo de sueños que te hacen reír y donde te lo pasas bien por lo ilógico que es.
En el sueño de esta noche aparecían ellos dos: JM y un chico de Barcelona algo mayor que él con el que coincidí en un pueblo costero hace dos veranos. Si algo tienen en común, es que “conecté” con ellos dos la primera noche que les vi. Nos besamos y nos intercambiamos los teléfonos y una dirección electrónica para “seguirnos la pista”. En el sueño se suma una casualidad, JM llama por teléfono al chico de la ciudad condal y éste le cuenta que está al lado de una chica que se llama Laura tomando algo en una terraza. Intenta describirme y de repente JM intuye que está hablando de mí. El momento continúa y me doy cuenta que JM conoce a ese chico barcelonés que compartió conmigo un buen rato, resulta que son amigos y JM se sorprende de que el barcelonés no le haya contado que me hubiera conocido, que hubiera bailado conmigo, que hubiéramos alargado una grata conversación. El barcelonés se sorprende también de la ligera molestia de su amigo y acto seguido me sorprendo yo más. No doy crédito a esa situación, ¿por qué ellos dos se conocen? ¿cuál habrá sido su punto de encuentro?
Dicen que la vida te da sorpresas. Yo digo que los sueños también las dan.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El adiós definitivo.

No se despidieron en una estación, tampoco en una boca de metro, ni siquiera en un aeropuerto. Se despidieron en un portal, como si de repente hubieran regresado a la adolescencia, etapa que nunca compartieron. Se despidieron con lágrimas, con alguna que otra vana esperanza bien guardada en los bolsillos. Ella guardó la ilusión con mimo en su bolso de mano y él se fue sin darse la vuelta, por no verla llorar más. Habían recuperado sus números de teléfono y sus direcciones siete años después de que desaparecieran el uno para el otro.

Ella nunca esperó que esos dos momentos llegarían: el instante de recuperar su teléfono, saber algo de él otra vez y el momento de decirle adiós por última vez. A veces piensa que el verdadero error fue reencontrarse de nuevo y vivir lo que a lo mejor no debía haber vivido, al menos no con él. Tampoco sabe si hubiera sido tan valiente de no haberse atrevido, o si la espina de no haber hecho lo que deseaba hubiera dolido más que la espina que ahora le recuerda lo mal que se portó con ella. No quiere arrepentirse pero le dolió demasiado. Le dolieron sus palabras, las que dijo y las que no pronunció, el cariño primero y el golpe después. Le dolió hasta sentir ahogarse.

Él se mudó y ella cambió de dirección y de teléfono. Ninguno de los dos recurrió a algún nexo que les pudiera dar información sobre su situación. Él perdió los nueve números que le permitirían volver a escuchar su voz y ella olvidó su número. No volvieron a verse.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Será esto la vida.

Le da rabia no saber el por qué de las cosas, también aquellas que tienen que ver con él. No sabe por qué sin quererlo espera e imagina palabras que muy probablemente él le diría al final, pero eso acaba por no ocurrir y lo único que le queda en el buzón es el desencanto. Sabe que tiene parte de culpa, porque no es sano imaginar que él le dirá "Tenías razón, me has hecho sonreír" o... "Algún día me encargaré yo de sorprenderte, o de ponerte nerviosa" o quizá algo un poco más cariñoso y cercano "Eres pequeña, pero por dentro eres tan grande. Necesitaba decírtelo".

Ella, aún después de no recibir lo que a ella sí le sacaría una sonrisa, sabe que seguirá siendo igual, que seguirá haciendo las cosas porque quiere y con quien quiere, pero también seguirá pensando en el final de ese capítulo, que inevitablemente ella no puede escribir.

A veces piensa que lo que le ha echado en falta era su afecto traducido en palabras, esas conversaciones que a veces duraban horas, y le hacían sentir mejor al final del día. Esas conversaciones en las que él le contaba sus planes, se definía, hablaba de lugares, de reflexiones ajenas y eso a ella le bastaba, pero ha vuelto ante sus ojos y piensa que ya no es la misma persona, o al menos no con ella. Y lo que más teme es que suele acertar siempre con sus sensaciones. Y se lamenta, porque ya no hay inspiración, porque él ya no le habla como antes, porque ya no hay arte, porque todo se fue por la puerta de atrás.

Ahora ella escucha canciones que él nunca tendría en su reproductor y piensa en el café que se tomará esta tarde con alguien que no es él.

Será esto la vida, dice.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Caprichos más, caprichos menos.


Hay momentos en que pienso que nos merecemos pasar un día juntos, pasear tranquilamente por cualquier calle de cualquier sitio, entrar en librerías, tomarnos un café, comer juntos, hablando el uno frente al otro sobre las cosas que nos quitan o no el sueño, contarnos el mejor viaje de nuestra vida, el peor y el mejor momento que hemos vivido y confiarnos secretos que ya poco importan. Dedicarnos miradas sin darle más interés del justo y necesario. Olernos a distancia, sin tocarnos. Ir al mismo compás. Mirar escaparates, echarnos a reír en mitad de la calle por cualquier tontería. Invitarte a cenar y guardarme el ticket como el único testigo de nuestra primera y única cena. Hacerte una foto sonriendo(me). Tomarnos una copa disfrutando del aire que nos da en la cara. Escribirte un adiós en una servilleta para no tener que pronunciarlo y fingir que nos volveremos a ver con un “hasta pronto”. Darme la vuelta esperando que algo de ti se apague por un segundo, que se te aflige el ánimo o te entren ganas de seguirme para decirme que has pasado un día muy feliz conmigo.
Y otras veces, simplemente pienso que tú y yo ya tuvimos nuestro momento, el que nos tocaba vivir y compartir: el roce de tu piel, tus besos regalándome calor en una noche algo fría y una sonrisa a media luz que me delataba lo mucho que me costaba alejarme de ti.
Eso es todo lo que pienso, ahora dime tú que ya vale de decir tantas tonterías.

domingo, 30 de octubre de 2011

Pieles nuevas.

Se conocieron en la quinta planta de la biblioteca. Se rozaron las manos sin querer. Se miraron y ruborizado (después). Se quitaron las penas, los miedos y se desvistieron de vergüenza. Se acompañaron en silencio. Se dijeron a través de las pupilas todo lo que habían dicho a gritos a otros que no eran ellos. Se quisieron sin prisas, sin plazos, sin límite. Se dijeron palabras en idiomas universales. Abrazaron de nuevo tiritando, partiendo de cero. Se descubrieron los lunares, las promesas que ya estaban destrozadas, los capítulos de un pasado frío. Se regalaron un presente. Se declararon valientes, otra vez. Se dedicaron sonrisas. Se prepararon desayunos dulces y meriendas a base de besos con mermelada de arándanos. Se taparon los temblores con mantas de franela. Se miraron y mimaron. Se dijeron la verdad. Se prometieron no perderse para siempre. Cumplieron sus deseos. Tacharon juntos todos los días de su calendario.