jueves, 29 de abril de 2010

Tipos de corazones.

¿Qué sería de mí si a cada chico nuevo que he conocido en este último año le hubiera dicho que sí, o le hubiera cogido de la mano, o le hubiera empezado a querer? ¿Qué tipo de tratamiento al corazón le hubiera dado si le hubiera abierto las puertas a todas esas personas recién llegadas? ¿Qué tipo de sentimientos albergaría mi corazón si cada dos por tres me embarcara en relaciones de este tipo?
Yo ni soy, ni quiero ni puedo ser como tú. Y no es que sea difícil, simplemente que a ti todas las chicas te valen, y yo, sin embargo, gasto más tiempo en mirar de qué material está hecho el corazón de la persona que se supone, va a ocupar el mío durante bastante tiempo.
Y por último, lo que más pena me da, después de estos seis años, es que ya no sé de qué manera quieres a las personas. Y me permitirás que lo dude, después de asegurarme que estabas enamorado de alguien que no era yo, y al cabo de treinta días, encontrarte completamente seguro de que no. Porque si se trataba de una mentira o no, ya no importa. Cualquier cosa estorbaría en estos momentos. Y para no complicarlo más, para no decepcionarme más ni sumar más desilusiones a esta vida mía, nos quedamos lejos.
Tú, con tu corazón. Y yo, con el mío, quizá más selectivo, más cerrado, algo más complicado, pero ¿sabes una cosa? estoy orgullosa de que así sea. Muy orgullosa.

miércoles, 28 de abril de 2010

Quiero que estés aquí.

Que te echo de menos es una obviedad, algo que ni tu ni yo,

ni Mahoma ni Yahve, pueden cambiar.

martes, 27 de abril de 2010

Nada tuyo.

No puedo, ni quiero, ni debo, ni merezco seguir viviendo pisando estas calles que tú pisas, y dejando que mi corazón se alborote a cada coche naranja que pasa por delante de mis narices.No es sano vivir así. Tú más que nadie debería saberlo, pero no hay nada que te recuerde a mí aunque pises zonas que juntos caminamos. Yo eso no quiero cambiarlo, y tampoco lo haría.

No me gustaría alimentar mi vida de un rencor que desee generar taquicardias o pequeños palpitos en ese corazon tuyo. Por eso mismo, solo me cabe esperar que todo cambie. Que la fragilidad se escape un día por la puerta entornada, y que no vuelva, hasta que tú también te hayas ido. Para así, poder seguir paseando con total normalidad, como si nuestro pasado nunca hubiera sido nuestro, y como si a mi pasado, ya no le quedara NADA tuyo.

Martes.

¿Por que si el martes pasado fue un dia de la ostia y hoy quiero sentarme en el banco más viejo del parque para echarme a llorar mientras el sol va quemando las puntas de mi pelo?¿Por que si el martes pasado me sentia viva, hoy, que es martes tambien, me siento asi de mal?¿Por que todo me influye hasta el ultimo poro del quinto dedo de mi mano derecha y por que tengo que ser tan puñeteramente sensible?¿Por que no me hicieron mas fuerte, o con otro tipo de piel mas dura?¿Por que me asusto, y por que todo me da miedo, incluso una fecha?¿Por que no tengo las narices suficientes como para hacerme a la idea de que el mundo no se acaba aqui y ahora?¿Por que no quiero que se vaya?¿Por que quiero irme yo?¿Por que inventaron el simbolo de la interrogacion y su correspondiente por qué?

domingo, 25 de abril de 2010

Segundas partes.

Se supone que la quería, que la adoraba, que era mucho y a cada paso, la mitad de su vida. Se supone que cada tarde ansiaba encontrarla a mitad del camino, en el museo contemporáneo de la ciudad. Se supone que si la echaba de menos, verla en la pantalla de su teléfono le llenaba de alegría. Se sentía acompañado. Se supone que no paraba de soñarla, que no paraba de amarla ni un solo momento, ni siquiera en los enfados más sonados, en los días distantes o en las noches grises. Se supone que su sonrisa iluminaba sus mañanas y sus ratos más amargos. Se supone que eran sus manos, las de ella, las más adecuadas para secarle las lágrimas, sus ojos, su rostro. Se supone que sus manos eran las perfectas para anudarse a ellas en días de feria, de luces, de buenos tiempos. Se supone que no se cansaba de ella ni cuando ella estaba triste y no podía robarle una sonrisa al día. Se supone que nunca se agotaba si ella se enfadaba o se quedaba lejos de sus brazos. Se supone que ningún día sobraba de sus calendarios si ambos seguían juntos. Se supone que lo suyo era de ella, y viceversa. Se supone que compartir sus sentimientos era lo más hermoso que había en su vida. Se supone que cuidarla era su mejor pasatiempo, y adivinar la emoción que se escondían sus labios, el jeroglífico más entretenido. Se supone que era valiente y quería conservarla. Se supone que su pelo era el más sedoso, y sus ojos, los más bellos. Se supone que no quería dejar de besarle nunca. Se supone que fueron años buenos, felices, bonitos, azules. Pero todo se supone, porque ahora ella no puede creerlo. Ella ya no tiene miedo, pero sí desilusión. Ella creía que habían sido años de amor inmenso, de confianza mutua; hasta que, después de dos años después de todo aquello, él le confesó que lo más valioso,lo único perfecto, fueron los diez primeros meses.
¿10 meses? Ella querría reirse, pero solamente llora. Se enfrenta a una verdad, a un pensamiento que le duele. Ojalá me lo hubiera dicho antes, ojalá hubiera tenido el valor de decirme que el resto de días no fueron tan felices como aparentaban.

Sin embargo, ella sigue pensando que aquellos veranos, que aquellas tardes de arena y agua, de apuntes compartidos, de meriendas creadas a base de risas y miradas furtivas, era todo lo que necesitaban, lo que les bastaba para ser todo lo felices que nunca habían imaginado llegar a ser.

Pero todo fue mentira.

Y se supone que él le habría querido para siempre, que nunca le haría daño por nada del mundo, que le socorrería siempre, que le dolería su dolor, que le guardaría un sitio en su corazón, aunque pequeño, pero cierto. Se supone que ella seguiría siendo algo, para él. Pero todo se supone, porque todo dejó de ser todo para ser nada.
Se supone que encajaban, se supone que se iban a querer siempre de alguna u otra manera.
Pero en el último momento, él la jodió,la jodió como nunca. Y se supone que las personas se merecen segundas oportunidades.Ella se la dio. Él no quiso aprovecharla. Todo se desmoronó.
Y al final, ella sólo puede gritar al viento que Las segundas partes, nunca fueron buenas.

sábado, 24 de abril de 2010

Ni en venta, ni en alquiler.

No tiene el corazón en venta, ni siquiera en alquiler. No puede besar corazones palpitar sin que le duela. No puede escucharlos sin que se le derrame una lágrima rápida hasta el ombligo. No puede anudarse de ninguna mano. No puede sanarse las heridas cada madrugada por falta de fuerza y de tiempo. No le brillan los ojos cada mañana y se estremece al ser consciente de la fragilidad de su piel. No pisa fuerte, ni habla fuerte. Siempre ha depositado toda esa fuerza al amar, al confiar, al soñar. Y no sabe si eso ha merecido la pena.
Se despierta con una sonrisa en el alma que intenta cuidar el resto de las horas del día. Camina buscando felicidad en ojos ajenos, para intentar contagiarse así, de alegría que seguramente está demasiado cara en los mercados centrales.
No pone el corazón colgado de ninguna percha de madera a modo de compra, porque aunque alguien lo quiera, no puede ser. Es como ese tipo de productos que están únicamente a modo de expositor. No puede. No puede dar más (ahora). No se siente todo lo tranquila que tendría que sentirse para volver a decir te quiero sin temblar.
No tiene nada de eso, no puede hacer nada de eso, pero supone, o quiere creer, que le queda toda la vida.
Toda la vida para sufrir, pero también, toda una vida para estremecerse. Para reír como aquella niña que le enseñó lo divertido que era comerse cada tarde con la sonrisa más grande y la carcajada más sonora.

Cuestión de pecar sin darme cuenta, o ser como he sido siempre.

Que peca de autoestima baja, le dicen. Que tiene que sonreír más, esta vez.
Que la vida no es tan sencilla ni tan fácil piensa ella. Que por una vez esconde las sonrisas demás para que nadie se las robe y así, a ella no se olvide cómo es eso de sonreir cuando el corazón lo exige. Que se le atranca la voz. Que se le atropellan las miradas en imágenes sinsentido. Que no puede volver a depositar por entero sus latidos y su aliento en cada escena, en cada beso. Que le gustaría apropiarse del resto de positividad que le sobra a la gente que conoce. Que daría la mitad de lo que tiene por confiar en sí misma el doble de lo que, hoy por hoy, confía. Que dejaría de esconderse bajo un cuadro de Van Gogh si le aseguraran que todo marcharía bien a partir de ahora. Que todo sería diferente si hubiera acertado a la hora de querer, de ilusionarse, de caminar. Pero tal vez peque también de mala jugadora en la vida. Pero tampoco se lo repite cada día para no martirizarse. Prefiere arroparse, sentir el viento correr, cerrar los ojos, y pensar que un día, no sabe cómo ni cuándo, todo le parecerá más sencillo, y su corazón se habrá rejuvenecido.

viernes, 23 de abril de 2010

Escoger bien.

Se inventó una noche acorde a su estado de ánimo. Intentó sonreir más veces de las que solía sonreir por minuto. Le regaló risas, también. Y palabras que pudieran colarse en su cabeza con la ilusión de que de verdad le creyera. Sabiá que lo tenía difícil, que el amor es así de irracional a veces, y de doloroso, otras tantas. Y cuando se mezcla, la salida más fácil se convierte, por un mísero momento, en la más difícil.
Intentó acogerse a la vana esperanza de que la vida sabe poner las cosas en su sitio, y las del corazón, también. Pensó en bailar para olvidar y a ritmo de son recordó lo feliz que podía ser, si, por una sola vez, una sola... escogía bien.

jueves, 22 de abril de 2010

Alguien (un poco) más fuerte.


Se pintó los labios de rosa una mañana difusa. Sonrío ante el espejo grande que le regalaron cuando cumplió 18. Se rizó un poco más el pelo con los dedos y cogió la chaqueta de punto que descansaba sobre la silla de madera. Quitó la música, cogió las llaves y llamó al ascensor.
Dio un pequeño paseo por la ciudad, y tras treinta minutos, se encontraba en una cafetería. Sabía que se había vuelto (más) adicta a la cafeína, pero tampoco le preocupaba demasiado. Ni siquiera el café era capaz de mantenerla despierta en todo momento. Apenas le robaba el sueño y tampoco notaba demasiada energía en sus músculos. Cosa de la falta de vitaminas, pensó.
Dejó una servilleta sin usar en la página 30 del libro que su madre le había dejado en el árbol las navidades pasadas y sonrió al viento, esta vez. Pensó en todo lo que había logrado conseguir hasta el momento, en todas las veces que había sufrido por amor y desamor, en todas las cartas que había enviado y en todas aquellas que no había recibido nunca. Después gastó diez minutos más en descubrir que la vida le había escondido mentiras de manera cruel y delicada.
Más tarde, buscó rápidamente el móvil en su bolso, y se dio cuenta de la cantidad de teléfonos que le quedaban por borrar, la cantidad de nombres que debería olvidar, la cantidad de rostros que no podía volver a mirar.
Y con la agenda más vacía, se sintió el corazón más lleno.
Era ya una mujer más fuerte, sólo un poco. Un cambio casi imperceptible; pero así lo creía.
Y antes de volver a casa, pasó por el supermercado, compró tres paquetes de café natural y le regaló, esta vez, una sonrisa al espejo rasgado del ascensor.

miércoles, 21 de abril de 2010

No me gustan los lunes.

Hay ciertos días que sientes que tu día no va a ser aburrido, ni pesado, ni agobiante, ni siquiera estúpido. Pero hay otros días que nada más dar un paso sobre el suelo de tu cuarto, intuyes que tu día va a ser realmente horrible.
Pues bien, este lunes fue así para mí. Hacía tiempo que no estaba tan desanimada ante esas horas de lunes que todavía me quedaban por vivir y se me antojaban extremadamente largas. Y como en la mayoría de las ocasiones en que me acompaña mi intuición con una idea fija e inamovible, fue así. Un día negro, roto, triste. El único lunes desde que acabó el verano que decido salir antes de casa para comprarme un café para llevar al trabajo en esa cafetería que tanto me gusta y que no llegué a ir nunca contigo; y para algo diferente que decido hacer, solamente consigo fastidiarme el lunes todavía más.
Te veo en esa esquina, doblándola con tu coche y con la que ahora es tu pareja. Y entonces me tiemblan las piernas, y no hago más que repetirme "Ojalá no me haya visto" "Ojalá no me haya visto"... Por si asi se cumple. Aunque así fue.
El lunes siguió siendo bastante feo. Me anclo a la silla de la oficina con mucho desánimo, mi jefe me pregunta qué me ocurre, y en vistas de que soy capaz de contarle que ya no confío tanto en la vida desde que me hiciste daño; prefiero decir que estoy cansada.
Sin embargo, el martes fue un día alentador, dichoso y realmente feliz y sorprendente. Si compartiéramos aunque sólo fuera algo en nuestras vidas, te hubiera llamado, te lo hubiera contado, te habría transmitido mi alegría y contagiado toda mi felicidad condensada en apenas unos minutos. Pero ya no es así, y en cierto modo, necesito que sea así.
No quiero que sepas qué es lo que me hace feliz, y si alguien es capaz de sorprenderme. Y quien. Sobre todo quien.
Con todo esto sólo quería decirte, que a veces me molesta a mí misma tener que experimentar lo que es pasar de 0 a 100 en simples horas, o incluso minutos.
Pero gracias a él, he pasado toda esta semana sin acordarme tanto del lunes, para pensar únicamente en hoy, y ahora.
Su sorpresa lo ocupa todo, lo llena todo. Y tú, tú puedes quedarte todos los lunes que quieras. A mí no me hacen falta ya.

domingo, 18 de abril de 2010

Felicidades.

He descubierto que ya no vives como antes. Y sí, vale que antes no tenías 21 años, y sólo 18, ¿pero han cambiado tanto las cosas? ¿pór qué me ha resultado tan fácil llegar a este punto en el que ya no puedo creerte en nada? ¿por qué has perdido esa magia que te definía?
He comprobado que no me quisiste tanto como solías decir. Que te idealicé. Que las cosas no fueron nunca tan reales.
Y supongo que la edad y la inmadurez deben haber influido en nuestras vidas, y en aquella relación que supimos crear de la mejor o peor manera, qué se yo, ahora.
Pero no sólo eso. He visto con mis propios ojos que mis lágrimas no te han hecho daño, que ni mi existencia ni mi ausencia no te ha influido ni afectado, y sobre todo, que conmigo nunca hacías planes. O casi nunca. Siempre fuiste parsimonioso en eso de querer vivir conmigo. O ahora lo veo así.
O no querías hacerme sentir, o simplemente no te importaba lo suficiente. Pero ahora todo lo que creía que fue bueno, lo veo malo, y negro. Y falso. Y si me hago a la idea de que conmigo nunca has sido tú, porque con el resto de quienes no han sido yo, no te has comportado como sí lo hiciste; dejo de castigarme, de autolesionarme, de querer ser diferente.
Porque, al fin y al cabo, no tenemos problemas. No, no entre ambos.
Por eso quizá me sienta más libre, sin ti, sin más mentiras o más verdades ocultas. Sin miedos compartidos, sin el temor de que tal vez siempre vas a sembrarme la duda de que un día soñarás conmigo, o alguna tarde querrás desearme.
Porque si de verdad este que reflejas ser, eres tú, prefiero quedarme muy lejos de ti. Yo no quiero a alguien como tú. Pero tampco voy a empezar a escribir todas las cosas que haces y que no me gustan y que en otro tiempo me hubieran dolido pero ahora simplemente me cabrean o me joden en cierta medida.
Como las cartas que tengo en el segundo estante de este cajón desnudo. Que ni siquiera sé que narices tengo que hacer con ellas. Porque no quiero verte, y porque si de mi dependiera, acabarían una noche de estas empapandose con las olas del mediterraneo, borrando así años de cosas que muy seguramente ni sentiste pero sí creiste sentir.
Porque ahora, lo que mas nos diferencia, es que tú vives deprisa y a veces con los ojos cerrados, sin vaticinar curvas ni imaginar que tal vez te darás de bruces, o harán que te des de bruces. Y yo, sin embargo, prefiero saber qué piso, dónde y cómo, para que no me llenen la vida de más mierda ajena ni me toquen el corazón a base de disparos ardientes.
Porque si tú sabes vivir con otro 29 en tu vida que no venga ligado de mi voz o de mi nombre; te felicito. Porque si eres capaz de enamorarte y desenamorarte mediante contactos rápidos y días contados, te felicito (también). Porque si sabes vivir de este modo, significa entonces que me metí en tu vida de manera equivocada, y ahí fui yo quien no supo verlo.
Así que te felicito, y ya de parte, me pido perdón.

sábado, 17 de abril de 2010

Ojalá no quede nada.

Llené el cupo de sonrisas que tenía para darte. Y aún así, las dejaste extraviarse. Se perdieron, y tal vez sea mejor así: que no te quede ninguna para comenzar a difuminarme y para terminar borrándome del todo.
Y si ya ha ocurrido, mándame una señal. Para asegurarme, para saber que ya no queda nada.
No quiero odiarte, así que no me lo pongas más fácil. Por favor.

Seguro que aprendo.

Hay ciertos sitios a los que no se debe volver, pasado un tiempo. Hay algunos lugares que de sólo sentirlos cerca u olerlos, hace que el corazón lata más deprisa de lo que debería, y las ganas de darte con las paredes se amontonen en las yemas de los dedos.Volví. Volví al instituto que fue el origen de todo esto. Volví al lugar donde me conocí, donde te creí conocer, donde todo comenzó. Debería recordarlo como algo bonito porque nada acabó allí. Comencé siendo la chica nueva del banco de enfrente de tu clase en mis horas de francés, y pasé a ser la chica que "te sonaba" de ir acompañada de dos de tus amigos. Más tarde, me convertí en dos oídos que te escuchaban media hora al día, en dos brazos que estaban dispuestos a arroparte si tú sufrías, en dos manos que sabían qué tenían que escribirte para robarte una sonrisa, y en un corazón donde tranquila y especialmente te crée un hueco. Y entraste. Te quedaste.Yo me sentía agusto. Fui tu amiga-psicóloga durante meses, y a mí eso me encantaba. Siempre me ha gustado creer que puedo alegrarle el día a alguien, bueno, supongo que a todos nos gusta algo así.De todas formas, así lo creía. Creía que te alegraba la vida mi presencia, y que desde entonces ya no querrías que me marchara de ella. Y no nos salimos de las líneas que limitaban nuestros caminos, porque nos necesitabamos. Supongo que luego fui algo raro porque yo desconocía lo que tú sentías y pasaron bastantes meses. Después no supiste quedarte en silencio y luchaste por lo que querías.
Hasta que lo conseguiste. Hasta que aquel viernes te cogí de la mano. Hasta que la cifra 29 pasó a ser un día especial en nuestras agendas de instituto. Y las hojas se llenaron de palabras, de promesas, de perdones, de te quieros, de recordatorios de los meses y años que cumplíamos juntos. Y todo nos parecía poco. Y ahora a mí así me lo parece. Y creo que he estado toda mi vida sobrevalorando ese cariño, pensando que me amaste, que me quisiste con locura y que yo era e iba a ser siempre importante. Pero no.
Descubre que basta conocer a una persona dos meses para anteponarla a la que se supone que fue el segundo mejor amor de tu vida. Pero esas cosas no importan, esas cosas se dicen, solamente se dicen. Pero llevarlo a la práctica y demostrar que de verdad lo que existió fue importante, ya es bien distinto.He sido la chica más feliz y más triste contigo, gracias a ti, por ti. Y eso no me lo va a quitar nadie. He experimentado, y sé ya de sobra, cómo te sientes cuando alguien te pone en un pedestal y gastaría todas sus noches en vela por verte dormir, y conozco lo que es sentirse la más desgraciada del mundo, la más idiota y la más pequeña,
porque de repente te empiezan a tirar de ciertos escalones que sí te merecías, pero que sin saber cómo ni por qué, te empujan para caer al más duro suelo.Y a mí esos extremos no me gustan. Pero supongo que ya nunca lo sabrás, y que, cómo dijiste, los errores no pueden remendarse. No podemos volver atrás, pero ayer lo hice.Ayer tuve que volver, por obligacion, a ese centro, a esas paredes, a reecontrarme con profesores que compartimos tú y yo. Y entonces los recuerdos volaron hacia mí. Se acercó la profesora de latín que tanta lata te daba, y me comentó que había soñado conmigo 3 días atrás. Sonreí. En ese momento sentía que volvía a estar ahí, que no tenía 21 años, sino 17, que todo volvía a empezar. Quizá por todo eso exploté en llanto a las dos de la mañana dentro del coche de una persona que ha empezado a valorarme y me hace sentir mejor. Pero él tiene razón, yo ya no puedo vivir girando entorno a ti o a tu recuerdo. Ya no puedo echar de menos, no puedo pensar que todo fue demasiado doloroso, porque al
final acabo matándome. Y ya bastante va a matarme la primavera, y las tardes de sol en las que tenga que quedarme estudiando en casa encerrada para esta maldita oposición de la que no espero absolutamente nada. Y si no espero nada de la vida, ¿qué voy a esperar de mí?Supongo que volveré a juntar pequeños pasos, a sentirme algo más segura, a no volver a confiar en personas como tú.
Seguro que aprendo. Y seguro que lo consigo.

viernes, 16 de abril de 2010

Hasta aquí hemos llegado.

Siempre te he deseado lo mejor, y creo que, en vistas de los últimos acontecimientos, te va a ir muy bien. Ambos lo sabemos.Aún así, tambie´n te mentiría si no dijera que a cada día que pasa me voy sintiendo más decepcionada. Oigo cosas que sé que han salido de tu boca, y aunque intente grabarme a fuego lento que no dices ese tipo de cosas para herirme, al final, mi vena negativa acaba ganándome la partida, y aún así, tampoco me enfado conmigo misma, porque supongo que entre tú y yo las cosas nunca se zanjaron del todo, no se esfumó el dolor del todo y así pasa. Que las cosas emergen de nuevo, y acaban doliendo más que al principio. Pero ya no merece la pena.Intentaré no dejarme vencer, no dejarme influenciar por las palabras que sueltas al aire. Porque si somos como extraños, porque si ya no pintamos nada en nuestras vidas, nada debe afectarme. Así tendrá que ser.Y porque todo eso sólo hace más que pensar que nunca más voy a querer tener ganas de volver a quererte, todo eso me hace pensar que del amor al odio hay menos pasos que del odio al amor.
No sé, pero has hecho que no confie tanto en la vida, y que todo me parezca más feo.Pese a todo ello, espero que ese sueño se te cumpla en estos días, y que si el destino de verdad se porta bien contigo, y el factor suerte pone de su parte en estos momentos, nos aleje mucho más, y ya casi, del todo.Que rehagas tu vida (como solías decir) de la mejor manera que sepas, que encuentres todo lo que quieras buscar, y que al final, no recuerdes ni las consonantes ni las vocales que deben ordenarse para formar mi nombre.Ese sería tu mejor regalo. Y el mío, también.No hemos sabido jugar mejor, y ya gastamos todos los cartuchos, toda la vida que nos quedaba por quemar, todos los capítulos que nos quedaban por escribir, todos los segundos que nos quedaban por crear y compartir.Hasta aquí hemos llegado.

miércoles, 14 de abril de 2010

No habrá recuerdos que rescatar, ni fotos que mirar.


Resulta, por una parte, paradójico que hayamos llegado hasta este punto. Extraño, raro, "increíble". O, en pocas palabras, inesperado. Pero es así. Así de simple, supongo.

Hoy nos hemos cruzado la mirada y un saludo a una distancia de dos metros. Nos separaban dos cristales, y a la vez, un mundo. Un mundo que se ha quedado en cenizas. O ni eso. Tú lo has visto con tus propios ojos.

Y volviendo al encuentro espontáneo y breve, me han dado ganas de esconderme bajo el cuello de mi chaqueta, me han dado ganas de taparme los ojos con las manos, de cerrarme la boca con una cremallera, para ocultar así cualquier expresión. De todas formas, ya no tengo expresión alguna cuando te veo. Porque al verte, siento que eres alguien nuevo, un desconocido, una persona que se cruza conmigo por primera vez. Alguien a quien sólo puedo atribuirle un nombre específico, un físico concreto. Pero nada más. Te veo y no te conozco. Al igual que tú a mí, porque supongo que a estas alturas si te convencerás de que ya no sabes cómo soy. Si sigo siendo la misma, o por qué cosas puedo sentirme feliz.

Y no sé cuantos saludos más como éstos me quedarán por vivir, supongo que pocos, e igual de cortos, y supongo que es lo que los dos queremos. Te he sentido a miles de kilómetros, y esta distancia ya no aprieta, ni ahoga, ni me descuartiza en pedazos frágiles e inestables. Antes sí, no quiero mentirte, ¿pero ahora?

Ahora te miro y veo que se ha perdido mi necesidad y deseo de profundizar bajo tus gafas, hundirme en tus ojos, y nadar de una de tus pupilas a la otra. Se han perdido mis ganas de acariciar todo tu cuerpo con mi índice derecho y cubrirme con tu brazo para no sentir más frío. Ya no quiero vivir más primaveras, veranos, otoños e inviernos contigo. Supngo que tampoco quiero compartir la misma ciudad y si la suerte te sonríe, y si se cumplen tus sueños y los de los demás, vas a marcharte. Y entonces serán más km, entonces esos encuentros no tendrán espacio ni lugar. Entonces me veré mucho más fuera de tu vida y más tranquila. Y no´habrá preguntas.

Y, por último, decirte que la conclusión de todo esto es que por fin puedo tragarme los recuerdos, bostezar palabras, fragmentar el texto de las cartas que nos intercambiamos, y esconder las vivencias en algún rincón al que ya no vuelva jamás.

Y si nos queda algo, supongo que son nuestros rostros en fotografías ya viejas. Pero me las como también. Desaparecerán. Desapareceremos. Y no habrá restos de nuestras existencias en nuestras respectivas vidas.

Como si yo NUNCA hubiera existido para ti.

Así debe ser. Así es.

Y así será SIEMPRE.

martes, 13 de abril de 2010

Ojalá

Otra vez te he soñado, y no me gusta nada. No me gusta nada porque desde que desapareciste para mí y yo para ti, más que sueños, son pesadillas. Vuelves a mi vida, vuelvo a ese instituto y nos encontramos por los pasillos. Pero, en mis sueños, o bien estás locamente enamorado de la que fue mi mejor amiga, o bien vas de la mano de tu actual novia. ¿Cómo remediar esto? ¿Cómo dejar de soñar? ¿Cómo no sufrir por este conjunto de tonterías que me acaban acompañando siempre?
Como ves... yo sigo con mi vida, dirigiendo las riendas de la mejor manera que sé, mientras tú sigues con tu vida sin pensar en lo que has perdido, o en lo que querrías recuperar. Pero, ya no soy tan ilusa, supongo que ya no lo sabrás, y ni siquiera te lo imaginarás, pero si me vieras...si volvieras a mirarme a los ojos, sabrías que ya no espero tanto de las personas, me he vuelto algo menos inocente, y eso no está mal para gente como yo, que deposita demasiado cariño de su corazón rojo en ojos ajenos, en los que confía siempre demasiado.
Y supongo que más que cansada, estoy harta. Acabo recuperándome, pero, prefiero no mentirme, ni mentirte, ni mentir al mundo en general, manifestado una mentira a voces, como que “te olvidaré para siempre”.
Yo no sé romper con las personas tan radicalmente, a pesar de todo el daño que puedan hacerme. Digamos que sólo soy un sujeto más del género idiota, o simplemente, una persona con sentimientos reales, profundos y a flor de piel. Tan a flor de piel que hasta los más bonitos acaban doliendo.
Y saber que tú no podrías llegar a sentir ni la décima parte de lo que yo he sentido en estos 8 meses de distancia completa y absoluta, me mata. Pero resucito de nuevo, con tu recuerdo, siempre. Pero ojalá ese recuerdo fuera un recuerdo sano, bonito, limpio. Ahora ya no lo es. Ya no es el mismo recuerdo que hace año y medio, cuando aún la confianza reinaba y se paseaba tranquila y equilibradamente sobre el hilo del lazo de nuestra amistad.
Porque lo éramos. Éramos amigos. O al menos yo te consideraba un buen amigo y tú a mí una buena amiga. Supimos escucharnos, comprendernos y darnos consejos.
Sin embargo, tú no supiste valorarme, ni quererme, ni tenerme, de ninguna de las maneras. Y yo, al final, necesitaba recibir algo. No podemos estar toda la vida sin sentirsos admirados, en cierta parte, aunque sea ínfima, por alguien a quien le damos tanto, de un modo tan ciego.
Y así persistirás. Siempre. Ciego con mi ausencia, ciego con todo lo que te di y con todo lo que te hubiera dado si hubieras sido bueno conmigo.
Ojalá un día te despiertes después de haberme soñado. Ojalá sufras una milésima de lo que yo sufro con cada sueño en que tu sonrisa blanca y tus ojos profundos aparecen frente a los míos. Ojalá un día te arrepientas de todo lo que no hiciste, y aprendas a no tratar a nadie más como tú supiste hacerlo conmigo.
Ojalá un día desees encontrarte a alguien como yo y le sepas dar todo el cariño y toda la bondad que a mí no supiste darme.
Ojalá algún día extrañes tanto a alguien como yo, porque, a pesar de los pesares, y a pesar de mí, te extrañaré toda mi vida.

jueves, 1 de abril de 2010

Tal vez.

No supimos hacerlo bien. No supimos encajar verbos y cuerpos a la vez. No (nos) dijimos te quiero al unísono. No encuadramos la pintura de nuestras vidas. No nos miramos simultáneamente y no supimos desequilibrar la balanza que pesaba los kilos de felicidad y los kilos de dolor. Y a decir verdad, daría muchísimo por despojarme de todo el daño recibido y también del todo daño causado. Porque cualquier dolor es capaz de atormentarnos.

Y hoy, y ahora, me sigo convenciendo que estoy haciendo las cosas bien. Aunque nadie pueda verlo desde esta perspectiva, pero, bueno, no puedo exigirlo si para ser realmente empático hay que pasar por lo mismo, y hay que anteponer a veces la felicidad de los demás a la propia. Pero por primera vez estoy pensando en facilitarme un camino donde pueda encontrarla de vez en cuando. Y contigo en él, la felicidad no está asegurada. Tú y yo no hemos sido capaces de garantizarnos nada, y no puedo tirar de reproches porque ni siquiera ellos me servirían.
Y mañana, o en un futuro lejano, seremos los más completos desconocidos, con fotos antiguas en álbumes modernos, y con sonrisas pasadas intactas. Para entonces, habremos desaparecido de nuestras vidas en la misma medida, y por fin equilibraremos lo que en su día no supimos. Habremos igualado los marcadores, y habremos dejado de hacernos daño, involuntariamente.
Abriremos los ojos y oiremos nuestros respectivos nombres en bocas ajenas, y tal vez, tú no te acuerdes de quien era yo, y tal vez, yo no me acuerde de quien fuiste tú.