viernes, 29 de mayo de 2009

Promesas que no valen nada

Hoy, por pensar en ti, me acordé de esta canción.
Quizá debiera ignorar el final de la canción, y aprenderme únicamente la primera parte. Repetírmela. Subrayarla. Memorizarla. Recitarla. Soñarla.
Por, si así, resulta que tengo más suerte, y consigo cumplir la promesa de olvidarte.


Tiempo muerto

Sigo perdiendo demasiado tiempo con tu recuerdo, que, podría, perfectamente, invertir en estudiar los últimos exámenes de mi carrera. Pasar menos sueño e imaginar, también, menos. Menos cosas que ya no llegarán.
A veces siento que yo te ofrecí unas tijeras nuevas, y que tú las estrenaste para romper el lazo estrecho que nos unía. Y digo estrecho porque a pesar de tanto tiempo sin saber el uno del otro, el encuentro fue bonito. Con esto me refiero a aquellas conversaciones de tarde mientras el verano se acababa, y también, a las conversaciones posteriores, a las risas por teléfono, a los sábado por la tarde cuando sonaba mi móvil o el tuyo. O algunos domingos. O los mensajes espontáneos que me enviabas cuando a Madrid le daba por nevar, cuando tus profesores no acudían a clase o cuando acababas tus exámenes y querías irte de fiesta. Probablemente, antes, tenías la necesidad de decirme esas cosas, o simplemente, de llegar al tope que te pone el contrato de la empresa telefónica a la que perteneces. Pero...otras veces, he llegado a pensar (y últimamente), ¿ya no le hará falta llamarme? ¿ya no querrá saber absolutamente nada de mí? ¿no le importa que sea o no feliz? ¿habrá sopesado la idea de volver a verme? ¿sería capaz de venir,o , por el contrario, de querer arreglar las cosas?
Pero yo sé que el orgullo pesa mucho. No por experiencia propia, sino porque lo he identificado en muchas otras personas. Y tú lo tienes. Si a eso, le añadimos que siempre quieres quedar por encima...pues imáginate. Menudo puzzle... Somos incapaces de encajar. Tú no vuelves y yo me niego a aparecer.
Me muerdo (menos) las uñas, gasto más tiempo en pensar cosas que no valen nada, mareo a mi cabeza de tanto hacerle recordar momentos cortos aunque intensos que viví a tu lado. Vivo de la mejor manera que sé (no la única). Y debería cambiar de mentalidad, cambiar, como tú dijiste cierto día que no era capaz. Y posiblemente llevabas razón. Y puede que todavía la lleves, pero creo que muy poco a poco, puedo conseguir borrarte, dejarte a un lado. Vivir como quiero, con quien quiero, haciendo lo que más deseo.
A ti nunca se te dio bien eso de aclarar las cosas (menos los sentimientos)... y a mí nunca se me dio bien resignarme. Somos más que incompatibles. Y yo contra eso no puedo hacer nada. No tengo fuerzas, energías... y si comienzo una lucha y recibo una derrota, me lo tomaré como algo personal. Entonces dudo que pueda salir a flote como he hecho tantas otras veces porque para entonces se tratará de ti, y nunca había pasado esto. Nunca nos habíamos perdido tanto. Negado tanto. Ignorado tanto. Puede parecerte una tontería, y mucho más, que yo te escriba tantas frases que quizás nunca lleguen a parar a tus oídos, y a tus ojos. Pero yo no puedo evitar que sienta más que nostalgia cuando veo tu nombre en un anuncio, una de tus camisetas en el cuerpo de otro chico y las fotografías que trato de mirar sólo una vez al mes para no dañarme tanto. Es difícil explicarlo, pero sé que también es difícil entenderlo, al menos a ti te costaría comprender por qué razón estoy así.
Y si me preguntaran...no sé si estoy dolida, rendida, decepcionada... Supongo que siempre esperé tu vuelta. Y cada día que pasa, es una cuenta atrás más sobresaliente que acabará en el día de tu cumpleaños, y mantengo la firme decisión de no hacerlo, de no felicitarte, de no escribirte la canción. Y puede que me visite la tentación de llamarte, y de preguntarte qué tal... pero vuelvo a negármelo. Solamente conseguiría rebajarme a una actitud que tú nunca tomaste conmigo pero yo sí... y sería bajar demasiados escalones de golpe que ya me han costado lo suficiente, durante todas estas semanas.
Si no has aparecido hoy, ayer...antes... no aparecerás más tarde. O quizá sólo cuando sufras. O cuando lo veas todo negro. O cuando no tengas nada que hacer. O cuando te aburras. O cuando, por casualidad e involuntariamente, te acuerdes de mí.
Y sin embargo, también puede ocurrir que nunca hagas nada de esto. Ni llamadas, ni cartas, ni señales de vida. Ni perdones a destiempo. Ni excusas. Ni sentimientos de culpa o arrepentimientos. Puede que nada de esto. Puede que ya esté reciclado mi número, y con él, mi dirección. Puede que ya forme parte (pequeña) de tu pasado, y ya no quede nada.
Para mí, de hecho, tampoco debería quedar nada. Pero alguien muy importante en mi vida me ha dicho que sólo puedo vivir de alguien que me ofrece e ilusiona mucho...y tú con poco, con muy poco, lo has hecho. Y sin darte cuenta. No sé... es duro (pero a la vez bonito) afrontar que la única presencia de una sola persona, puede hacerte extremadamente feliz.
No voy a pedirte que lo entiendas. Ni yo lo entiendo demasiado. Pero sigue pasando el tiempo y yo lo gasto en intentar reunir pensamientos que no lleven tu nombre. Puede que lo consiga, y puede que no. Sólo sé que no hay vuelta atrás, ni oportunidades, ni tiempo muerto.

jueves, 28 de mayo de 2009

Imposibilidad para olvidar(te)


Nunca alguien como tú, me causó tantas miradas perdidas. Tampoco tantos minutos seguidos, y tristes, en un autobús. Intento desconectar de todo mientras escucho música, pero es imposible. Es demasiado tonta la idea de querer olvidarte cuando te desbloqueo una media de dos veces al día, para ver cómo te encuentras. Y con lo que me encuentro es que eres feliz, que sigues enamorado y que esa persona te está correspondiendo. Esas son las señales más claras y significativas que puedo atender si leos tus te quieros y los suyos, hacia ti. Es difícil explicarme por qué esto me influye, es decir, por qué me molesta, y un poco, todo esto... En realidad, ya sabes, gastamos mucho tiempo en hablar sobre los asuntos de tu corazón. Yo siempre te dije que acabaría rindiéndose a tus pies, y ahora, que supuestamente lo ha hecho... ya no te queda nada más que hacer. En teoría, eres feliz así. Y en la práctica, supongo que mucho más. Y a mí, mientras, me duele intentar aplicar en mi propia práctica el hecho de no necesitarte, de no saber de ti.


Por un lado, deseo con todas mis fuerzas que comience este verano, y así, poder regalarme tiempo, para hacer muchas cosas: descansar, dormir, dar paseos en bici y nadar por las noches en mi piscina. Tomar el sol, disfrutar de una cocacola fría en el hotel de la última playa y de muchas noches calurosas, pero con brisa, que despeinen los mechones de mi pelo. Y así... disfrutar del sol, de las estrellas...y de otro de mis cumpleaños.


Pero todavía quedan muchas semanas para todas estas cosas...y mientras...mientras no hago más que cometer un continuo error, el de recordarte en cualquier esquina de esta ciudad que no conoces, y que me temo, ya no conocerás, o al menos, no con el fin de verme, visitarme, o hablar conmigo durante más de media hora seguida, y contarme por qué todo esto.


Debería no tratar más este tema, centrarme en otras muchas cosas y querer más a quien me quiere de verdad. Tú nunca lo has hecho. Y tampoco nunca me lo has dicho. ¿Por qué tengo que pensarte, entonces, yo? ¿Por qué tengo que gastar tiempo de mi tiempo en imaginarme qué habrá pasado por tu mente al no verme ni tenerme? Son preguntas, más que retóricas, sin sentido. No tienes la capacidad de echarme de menos, tampoco la de quererme ni la de guardarme una milésima parte de tu corazón para mí. No eres consciente del daño que puedes producir en un cuerpo pequeño como el mío y por momentos... No cabe la posibilidad de olvidar todo esto aunque vuelvas. También sé que no lo harás. Tu orgullo es mucho más grande que el razonamiento que deberías poner en práctica para analizar cada error, cada metedura de pata y cada frase que deberías haber evitado. Sólo hago más que perder el tiempo...y tengo la estúpida sensación de que meses atrás, también lo perdí, intentado cultivar una amistad, y haciendo feliz a alguien que para mí, cada día era más importante que el anterior.


Y no te puedo pedir que olvides las cosas porque a día de hoy, te habrás olvidado hasta de mi segundo apellido y del color de mis ojos cuando lloro. De la clase de sueños que suelo tener y del cansancio y a la vez, alegría, que me producen los niños. De muchas cosas... Si hablamos de olvido... volvemos al dolor, y hoy no puedo permitirme el lujo de llorar. Hoy ha hecho un día precioso, y debería, cuanto menos, regalarle una última sonrisa a mis padres.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Más tranquila, pero sin ti

Siguen pasando los días. Y sigues sin dar señales de vida en la mía. Quiero creer que tú te encuentras en la misma situación que yo, con los exámenes a la vuelta de la esquina, prácticas que hacer y entregar, y muchas cosas en la cabeza. Sin embargo, y a diferencia de ti, tú sí estás en mi cabeza, y yo hace tiempo que dejé de estar en la tuya. Y debería odiarme por ello. (Tal vez lo haga, y no lo sepa).
Sin embargo, hoy te escribo porque ayer, pensé en ti. Tuve un día tranquilo, durante la mañana. Mi madre me hizo reír en la hora de la comida y después me fui a la universidad. Fui a dos clases.Fue en la segunda en la que pensé en ti porque tuve que acudir a una jornada sobre superdotación intelectual. Hace muchos años alguien me dijo que tú lo eras. Y entonces fui consciente de que sí, que eras muy inteligente. Alguna vez te lo he dicho y tú lo niegas o le quitas hierro al asunto, entonces...como bien entenderás, ya no sé ni cómo eres. Tampoco me importa demasiado, pero con esto quiero que comprendas que cualquier tontería me hace pensarte, quizá porque el hecho de habernos pedido sigue inscrito en mi alma y no puedo quitarme ese dolor. Puedo apaciguarlo, decorarlo, taparlo, teñirlo de blanco...como si no existiera, pero por poco tiempo. Y no sé qué más me duele, si el hecho de que tu ausencia me dañe, o el hecho de que no sepa conseguir cómo poder cambiar esto. Cómo dejar de disimular un daño para empezar a no sentirlo. Supongo que todavía soy demasiado aprendiz en esto, y a veces imagino que jamás obtendré el papel de oficial en esta fábrica de sentimientos y palabras perdidas.
Después, el día, no acabó demasiado bien. Se me saltaron algunas lágrimas por cosas que no te he contado, ya que, en todo este último tiempo tú no has estado en mi vida y no conoces cosas que me han pasado o he visto. Por lo tanto, sólo puedo decirte que después de desahogarme, contagiar mi llanto a otra persona y volver a casa, me sentí mejor. Más vacía, más tranquila. Más humana.
Porque supongo que esa es la base de parte del dolor que siento a consecuencia de tu ausencia: el ser humana. Y no dudo de que tú no lo seas. Ser más fuerte no implica que no tengas sentimientos. Ser fuerte implica otro tipo de cosas que me gustaría que me transmitieras. Pero yo jamás podría ser como tú.
Y ¿sabes una cosa? La gente siempre me dice que no debería llorar tanto. Y yo lo sé. Y aunque lo intente, tampoco lo logro, así que supongo que hace mucho tiempo, cualquier día...decidí, sin saberlo, dejar de intentarlo. Y hasta el día de hoy, en el que lloro y entonces se mezclan dos colores en mis ojos y la luz ya no me deslumbra. Demasiado agua, demasiado sabor a sal, demasiadas decepciones...
Solo espero que tú no te conviertas en la mayor de todas, y, algún día, quieras aparecer. Robarme lágrimas de alegría, de felicidad, y prometerme que no volverás a actuar así.

domingo, 24 de mayo de 2009

Espero equivocarme

El sol calienta mis mejillas. Ya huele a verano. Saboreo la brisa del mar mientras mis pies no paran de incrustar mis huellas en la arena blanca de la playa. Veo conchas, olas enfadadas, parejas y unas nubes contratando un posible negocio con el sol. Veo también mi vida pasar. Veo un presente, y veo un futuro. Imagino episodios a corto y largo plazo. Y en ese corto plazo aún estás tú. Intento soñar que aparecerás, que pedirás perdón, que me dirás que aparecerás, que me verás o que querrás empezar de 0. Que querrás de nuevo mi amistad, que te hace falta. Que te gusta recibir mis consejos, o mi manera de ver y valorar la vida a través de mis palabras.

Pero este cúmulo de cosas no se corresponden con la realidad. Siguen pasando los días, y no sabría decirte si son más largos o más cortos que cuando estabas tú en mi vida. Quizá más rápidos, pero sólo por las circunstancias. Cada vez tengo menos tiempo pero más cosas que hacer que no logro terminar al final de día. Nunca termino la lista de cosas o trabajos que debo entregar. Y después tu ausencia me hace menos daño si intento no pensarte. Existe, lo sé, y vendrá el día en que no te piense y tal vez no te eche de menos, pero tampoco puedo estar segura de ella.

También sé que llegará el día en que acabe los exámenes, que hará demasiado sol, que me sentiré alegre (o no), que saldré a la calle, que no tendré esa lista de cosas por hacer ni tantos planes en mi cabeza, y entonces tú vendrás a ella, en forma de recuerdo. Y lucharé contra todo por no recrearme en ningún lugar contigo a seis centímetros de mis muslos y mis brazos. Podría desearte un feliz verano, podría escribir un mensaje cordial con el objetivo de felicitarte, y enviarte besos por tu 21 aniversario. Pero no me apetece, creo que no sería lógico, no debo apostar los restos de mi dignidad, tampoco de mi saber estar. Y pensarás que no te pensaré el 7 de junio. Y quizá me odies, o quizá no sientas nada porque para entonces (o incluso antes) ya habré sido olvidada. Y por ello no pintarán nada mis palabras en tu pantalla. Por eso no apareceré. Y algún día, igual, me das las gracias. O quizá me equivoque.
Espero equivocarme.

jueves, 14 de mayo de 2009

Ojos.Miradas.(Mis)Pupilas.


A veces, las miradas, pueden decir más que las palabras. Transmitir más que un par de diálogos y comunicar más que una llamada teléfonica de 56 minutos, por ejemplo. Las miradas hablan, ríen, niegan, desiertan, ahogan, abarcan, descienden, roban, enchizan, derrotan, enamoran y matan.

Hoy he sido testigo de la mirada de unos ojos que saben matar en un microsegundo. Yo, sin embargo, no sé cómo se crea ese tipo de mirada. Será porque me gusta transmitir paz con mis pupilas, o contagiar alegría. Esas cosas, esos sentimientos bonitos que hacen sentir bien a los demás, y también una misma, consigo.

Pero no es sólo esto lo que no entiendo, y supongo que llego tarde a preguntarme por qué hay gente que utiliza las miradas como armas de destrucción (masiva). No entiendo por qué no se alimentan de calma, y comienzan a ser más benévolos cuando miran. O más dulces. Con alguna de las cosas, (aunque sólo fuera) me conformaría.



Sería genial ir por las calles viendo a los demás sonreír con los ojos.
Y no debe ser difícil.

jueves, 7 de mayo de 2009

La chica del autobús

Ayer en lugar de las flores de varias macetas de barro, fue regada la chica del autobús, por una mujer que, seguramente, no acertaría con la regadera. Ella, sin embargo, se enfadó levemente. Había salido con una chaqueta seminueva, pues la usaba por segunda vez. Llevaba una coleta hecha y un toque de rimmel, con crema, en sus manos, ya absorbida. Porque a la chica del autobús le gusta tener el pelo despejado de la cara (aunque la mayoría de la gente le sugiere que lo lleve suelto), pero ella dice que no. Y a la chica del autobús se le cortan mucho las manos, con facilidad, aunque no haga, especialmente, demasiado frío o viento.
Ayer la chica del autobús perdió el bus de y veinte, y no se molestó. Cuando llegó a la facultad, más tarde de lo previsto, rellenó un papel y le tomaron la tensión. Le pincharon en el dedo anular y le dieron la buena noticia de que podía donar. La chica del autobús sufre anemia y le ha cogido manía al tratamiento de pastillas diarias que tiene que tomarse para que la curen. Y donó.
Por segunda vez, aunque ésta, sola. Un pequeño corazón rojo de goma le sirvió para que el brazo pudiera hacer músculo y así la máquina dejara de sonar. Transcurridos 15 minutos, se levantó de la camilla vestida de verte, cogió una botella pequeña de agua y se dirigió a clase, con una sonrisa de oreja a oreja.
Se sentía bien, y aunque sabía que su madre le reprocharía, en parte, lo que había hecho, tambien sabía que se alegraría por ello. Por eso, simplemente, la chica del autobús ayer se sintió feliz, porque sentía que acababa de hacer algo pequeño pero quizá trascendental por alguien que nunca conocería. La chica del autobús prefiere sonreírle a esta clase de días, con sol, con cosas bonitas... a pesar de las lluvias inesperadas que caen de viejas terrazas o tiempo de espera en una parada metálica.
La chica del autobús tuvo un bonito día.
La chica del autobús, soy yo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Desacostumbrarme (de ti)

Sé que debería dejar de escribir sobre ti, o sobre cosas que me recuerdan a ti. Y siento impotencia, porque cuando me dispongo a escribir sobre algo empiezo, sigo y acabo contigo. Con tu figura, con tus ojos, con tu pelo... y no entiendo nada. Se supone que durante año y medio aprendí a ser independiente, y que durante más de tres...no mantuvimos el contacto que hemos tenido hasta hace un mes, desde que se acabó el verano.

Sé que no debería esperar a que aparecieras, a que de nuevo me contaras tus cosas y me pidieras opinión, o a que me llamaras un viernes por la noche, así, de bote pronto. Pero tú no. El orgullo te mata, o quizá sea este desprendimiento que te ha hecho más fuerte, o tener más claras las cosas. Apareces en otra ventana diciendo que te molesta que yo siempre te ponga como el "malo de la película" y que yo siempre quiera acabar con todo. Yo simplemente fui sincera, aquel día en que me atreví a decir que nuestra amistad terminaría acabando algún día, basándome en nuestras conversaciones, en el genio o las ocntestaciones de ambos.

Siempre lo has sabido, o al menos en estos últimos meses... Tú eres desconcertante, y yo (tal y como leí ayer en una novela), impredecible como las tormentas de verano... Entonces ¿qué podemos esperar de nosotros? ¿qué se puede esperar de una pareja de amigos cuya chica estuvo loca por ese chico y el chico pasó de ella siempre? ¿y qué se puede esperar de esa chica que cada vez que le ve siente mil cosas y un nudo en el estómago de los nervios? ¿y qué se puede esperar de reacciones tan opuestas como los nervios de él cuando ella le mira y a la vez, las ganas de decir que se acabó y que ella consiguió terminar con todo? No sé... ha pasado casi un mes desde que ya no hablamos, y aunque ahora debería mantener rabia por dentro, y diciéndome lo estúpida que soy por gastar tiempo en alguien para el que mi nombre ya no significa nada... Pero no resulta tan fácil cambiar, tú ya lo dijiste. Y quizá eso fue lo que te mantuvo ahí, tan arriba, sobre mí. Pensando que me tendrías siempre, que yo volvería siempre, pero ya no tengo las mismas ganas, porque me has ido doliendo poco a poco, y ya no sé si es que te idealicé, (y aún sigo haciéndolo) o es que me acostumbré a tener tus palabras en mi vida.

De todas formas, quiero desacostumbrarme, seguir con mi rutina, empezar a estudiar para unos exámenes que me van a quitar el sueño, pero seguramente no el dolor de sentir que nos hemos perdido. Aunque quizá me has dejado escapar, y me has querido perder, y se supone que yo no debo echarte en cara cosas que tampoco te acabarían afectando.
Voy a intentar dejar de pensar por qué estúpida razón hemos acabado así, y también, dejar de pensar si algún día, volveremos a mirarnos, o a ponernos nerviosos...o a pedirnos perdón mutuamente y volver a ser, como mínimo, quienes éramos antes de todo esto.

lunes, 4 de mayo de 2009

...Espera de nada...


Han pasado tres semanas desde que no hablamos y no parece importante. No has aparecido y a nuestros contactos en común, tampoco les hablas de mí, ni pronuncias mi nombre con las teclas. Tampoco sabes cómo estoy... quizá sí dónde, porque a través de palabras que le dedico a mis amigos sabes dónde me encuentro, o si estoy cansada. Pero se acabó.


Se me hace extraño no saber de ti, ver la abreviatura de tu nombre en mi pantalla, la foto que tienes puesta desde hace meses...y desconocer si eres feliz, si la chica de la que estabas enamorado (y estás, supongo), está a tu lado o se está encargando de hacerte feliz. O si, por el contrario, tu vida sigue más o menos igual, con la rutina de la facultad, los exámenes a la vuelta de la esquina y las tardes de fútbol con tus amigos. No sé nada. Y sé que no me tendría que hacer falta, pero supongo que desde septiembre has sido esa persona que siempre he querido encontrar al otro lado.


Al otro lado de mi pantalla, del teléfono... Y no te miento si te digo que cuando dejamos de hablar, esperé una señal de ti en forma de carta. No electrónica, no. Tenía la intuición, o mejor dicho, el deseo o la necesidad de regresar a casa después de unos días fuera, abrir el buzón y ver un sobre blanco, con mis señas (que las sabes, y las tienes), y tu nombre de pila en la parte de remitente. Con un folio escrito por una cara dentro, no pidiendo perdón explícitamente, (tú no eres así), pero sí hablándome de lo sucedido y diciéndome que estabas arrepentido, y que querías que volviéramos a hablar. Vale, puede sonar a un "perdón", pero no con todas las letras. Si tú hubieras empezado así, de alguna manera...puede que yo te hubiera contestado, o te hubiera llamado diciéndote lo tontos que hemos sido... y hubiéramos vuelto a saber el uno del otro. Pero..ha pasado casi un mes, y este es el tiempo más extenso en el que hemos estado desconectados el uno del otro, cosa que me hace pensar que tú no me necesitas, que n o te importo nada y que nunca fui especial para ti. O quizá dejé de serlo el día en que yo quise que me olvidaras porque tú no querías verme, o simplemente no te apetecía o no tenías tiempo, o estabas liado...como casi siempre, y a mí todo eso me sonaba a pasotismo o indiferencia. Y me duele. Y no puedo poner una cara distinta a la que me sale cuando cosas así me suceden, y más cuando se trata de ti.


Pero lo peor (y penoso) de todo no es que te escriba en estos momentos, cuando tengo dos libros por leer, muchos apuntes que pasar a limpio y problemas de estadística por entender... sino esta espera. Esta estúpida espera de nada, que podría ser todo sólo con que a ti te diera la gana saludar con un simple "hola" y empezar a hablar de esto. Una espera que no vale la pena, porque sé que no volverás, que te encanta saber que yo algún día volveré a ti... o no.


Una espera que no tiene sentido, ni lógica. No es racional. Yo tampoco lo soy cuando gasto parte de mi tiempo sobre la toalla, en la playa...pensando en los besos que me diste. No aprendo. Es algo que me digo siempre pero que no logro cambiar. Podría escuchar la lección mil veces...podrían explicármelo en prosa, en verso, con listenings o dictados...pero no lograría entenderlo. No sé (muchas veces) aplicar a la práctica una teoría que a priori, resulta bastante sencilla. Y la comprendo, pero debe ser que no concuerda conmigo. Que soy masoca, o simplemente sensible. Asquerosamente sensible. Porque pienso en la forma en que me miraste antes de dirigir tus ojos a ese semáforo, y entonces creo que esa persona y la que habló conmigo por última vez, no es la misma. No puede ser la misma (me digo). Pero sí, lo es. Lo eres. Y no hay nada que me apene tanto, que saber que yo no puedo cambiar esto.


Pero no puedo rendirme a tus pies. Y tú lo sabes. Sólo espero que aparezcas antes de que cumplas 21 años, que es dentro de nada... y que no me hagas sentir, de nuevo, estúpida, siendo la que vuelve, siempre. Eres capaz. Se te da bien y yo te lo reprocho, porque yo también soy adulta y creo que no me merezco todo esto. Si alguna vez me has apreciado, si alguna vez te he importado, aparece. O aunque sea por última vez, pero si acabamos, que acabemos de un modo más civilizado.


Porque yo creía que éramos amigos, pero tú no te lamentas por esta distancia, ni porque ahora entre los dos no exista absolutamente nada, ni palabras, ni nada... Y yo estoy cansada, y ya no sé qué más puedo decirte...