Ayer apareció otra casualidad ante mis ojos, como hace dos navidades cuando el nombre que apareció en mi papelito del amigo invisible era el tuyo. Esta vez, esta vez el lugar al que debo ir a opositar es el instituto, tu, mi, nuestro instituto... el mismo en el que nos conocimos, el mismo en el que nos confesamos inquietudes, problemas y deseos. El mismo en el que nos abrimos el corazón y nos hacíamos reír. El mismo en el que tratabas de cuidarme incluso antes de empezar a estar juntos. El mismo en el que estábamos pendientes el uno del otro. El mismo en el que empezamos a intercambiarnos cartas, llenas de consejos y de palabras suaves. El mismo en el que nos ayudábamos con los dichosos exámenes de biología. El mismo en el que comenzó nuestra historia.
Y al principio me alegré. Me alegró saber que por fin iba a opositar en un sitio que conocía bien, fue a la media hora cuando me entró algo de pánico, sin embargo trato de callármelo y por esa misma razón ando pensando tanto durante varios momentos del día. No te voy a negar que por una parte me va a dar miedo quedarme una hora sola y encerrada en una de las clases en las que tú y yo nos enamoramos. Me va a dar miedo, y quizá pena, y como me invada la tristeza no voy a ser capaz de articular ni una preposición bien dicha.
Hace tiempo me dije que yo no podía volver a ese lugar, porque sé lo que siento cuando piso la entrada o subo esas escaleras. Hace tiempo que me dije a mí misma que sólo volvería por fuerza mayor, y precisamente ahora, esa fuerza mayor ha venido a visitarme, a tirar de mí. Ojalá todo hubiera sido distinto, o quizá, mejor dicho, ojalá yo fuera distinta, menos vulnerable. A cualquier otra persona esto no le sucedería, lo de sentirse tan rara y asustada por pisar un sitio en el que pasó varios años de su vida. Pues bien, a mí me pasa, y ahora mismo no quiero ni pensarlo.
Y tampoco te miento si te digo que en más de una ocasión he pensado en mostrarte esta pequeña parte de mi mundo, concretamente, todas estas entradas que llevan tu etiqueta, pero después lo pienso más fríamente y me doy cuenta que ya te he abierto el corazón de par en par muchas veces, y yo no quiero que malinterpretes, critiques u opines todos estos escritos, quizá porque yo escribo sólo para sentir, y no para valorar.