domingo, 28 de noviembre de 2010

La velocidad de las estaciones o que tú ya no estás (para mí)

Estamos a punto de estrenar diciembre, y parece que fue ayer cuando nos moríamos de calor, cuando te pedía que encendieras el aire acondicionado de tu salón, para equilibrar la temperatura ambiente y nuestra temperatura corporal. Está la navidad acechándonos detrás de esa calle y yo todavía no he olvidado esos días preciosos de verano, con las sonrisas y las lágrimas, con todo, pero fueron preciosos. Y tú ya no puedes recordar nada, es como si alguien hubiera entrado en tu memoria y se hubiera llevado todo en una maleta vieja de doble cerrojo. Y yo no sé cómo cambiarlo, ni siquiera sé si tendría las fuerzas suficientes para hacerlo. Para eso, deberías haber aparecido tú, deberías haber sido realmente sincero, deberías haberme pedido perdón en tres idiomas distintos y haberme dicho que pese a que nada empezó, lo repitirías mil veces, y te quedarías con mi primera y última sonrisa para el resto de tus días.

Estamos a punto de estrenar diciembre, y tu ausencia me daña en todos los rincones de mi cuerpo, no por el hecho de no poder verte, o no poder rozar tu brazo, o no poder colarme en el color de tus ojos con tan solo alzar un poco más los míos... no. Lo que de verdad me duele es que hayas hecho todo lo que no tenías que hacer, que hayas dejado correr todas mis palabras por todas las rendijas habidas y por haber, y lo peor de todo, que no eres consciente de la capacidad, del poder que tú has tenido conmigo para conseguir que todo fuera bonito, o feo. Pero se está haciendo tarde, y yo ya he perdido la cuenta de las veces que he intentado acercarme a ti con palabras que te incitaran a decir algo, cualquier cosa, pero contigo siento que soy lo que nunca he sido, que por ti hago cosas que por nadie haría, que no quiero volver a vivir lo mismo otra vez y contigo, que me niego a dejarte en las palmas de tus manos parte de mi dignidad. No puedo ser alguien imprescindible para ti, pero tampoco puedo ser un juguete, y si un día lees esto, entiende que se me hayan agotado las pilas, y las lágrimas.

domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Por qué?

¿Por qué tengo que quererte de este modo?¿Por qué tengo que aferrarme a lo que no debo?
¿Por qué me repito tus últimas palabras como si de una oración eterna se tratase? ¿Por qué tengo que pensar que todo se ha empañado de tristeza por tu culpa? ¿Por qué he tenido que ser yo quien pagara todo el sufrimiento que las demás dejaron en el centro de tu corazón? ¿Por qué conmigo? y... ¿Por qué tengo que obligarme a mirar hacia otro lado para evitar pensar que quizá me equivoqué contigo?

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pensar un poco en mí.

Hay días que te hacen dudar de (absolutamente) todo, y cuando eres realmente consciente de ello, ves que no te importa demasiado, que si las cosas suceden, igual es por algo, por algo que se escapa de tus manos, por algo que tú no controlas, por algo que no ocurre por tu culpa, sino por el resto, que prefieren que así sean las cosas. Y entonces empiezas a no comprenderlo, pero después todo cambia y descubres que te da igual comprenderlo o no. Hay ciertas cosas que no están hechas para ser comprendidas, pero lo mejor, lo mejor de todo, es cuando ese cúmulo de cosas no te afectan, o no te ponen triste, o no te sacan una lágrima de las que antes sí derrochabas por creer que tú podías cambiar el mundo, o actitudes que sabías que no estaban bien, o palabras que sabías que nadie debía pronunciar. Pero supongo que cuando alguien es capaz de abrir bien los ojos, puede contemplar lo que antes no se paraba a ver: que pensar en sí mismo durante unos minutos, no está nada mal. Que salir a respirar sin demasiados kilos en la espalda, te vuelve más ligera, y te serena la vida. Que esperar menos y vivir más, es la mejor consigna de todas. Que hacer reír y tomarse un café cremoso a las cuatro y media de la tarde es el mejor regalo de un día cualquiera. Que si uso tiritas es porque no existe otra manera de curar las heridas superficiales (no me gusta no poder sentir nada cuando toco una superficie, otra piel, cualquier objeto frío). Y que si desde hoy empiezo a cuidarme el corazón, es posible que no me haga falta salvavidas nunca más.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Demasiado (de todo)

Demasiados dolores de cabeza para poder concentrarme en lo que importa de verdad. Demasiada cafeína para poder conciliar el sueño. Demasiadas horas delante de un ordenador para poder comprar un libro en una librería, y no a través de una pantalla, a través de la cual no se pueden tocar ni oler las hojas. Demasiado tiempo perdido en imaginar tus ojos alegres. Demasiadas palabras sin sentido, y demasiadas sensaciones que me incitan a dejar de ser vulnerable, pero no me lo permiten, al final. Demasiados sentimientos, demasiados años siendo la misma, demasiado cariño volcado y confianza invertida en lo que no se merece. Demasiado cansancio para levantarme con buen pie por las mañanas. Demasiados minutos robados y sueños caídos por la esquina de la cama. Demasiadas miradas perdidas entre las calles que no me dicen nada porque tú dejaste de aparecer. Demasiada ilusión para no ver con suficiente lucidez; de todas formas, nunca es tarde, y hoy es lunes, y hoy puede ocurrir de todo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Transición.

Transición: acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar, a otro muy distinto del anterior. Representa un cambio de un estado a otro.

Y te preguntarás por qué escribo esto, por qué esa palabra, y por qué por ti. Es fácil de imaginar, yo lo que quiero y lo que creo estar viviendo es precisamente una etapa de transición, una etapa que me inspire por algo que no seas tú, una etapa que me haga ver más allá del recuerdo de tus ojos, una etapa que me infunde de pensamientos para creer en mí, una etapa que me quite toda la pena que tú me has provocado, una etapa que se lleve la tristeza bien lejos, una etapa que haga emigrar cualquier sentimiento que me hunde en los baúles llenos de nostalgia. Eso es lo que quiero ¿sabes? Vivir esta etapa con la certeza y la seguridad de que saldré algo más sana, algo más a salvo (de ti). Quiero salir con la cabeza alta, con los ojos llorando vida, con una sonrisa bien grande. Quiero completar todas las etapas que me toque vivir, pero tú podías haber evitado ésta, y es algo que recordaré siempre.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

De dramas y finales

Desde el minuto cero creí estar viviendo una película contigo, un drama romántico cuyo final deja algo de desesperanza en los negativos y sueños reciclados en los ilusos. Esa película la montamos entre los dos, besándonos, queriéndonos cuerpo a cuerpo de la mejor manera que sabíamos: diciéndonos la verdad, exprimiendo los minutos compartidos, viviéndonos como si nadie pudiera quitárnoslos nunca. Un drama romántico en el que la chica se deja la piel por hacer que el chico se enamore de ella perdidamente, por hacerle creer que el amor no tiene por qué doler siempre, que las lágrimas también pueden saber a felicidad, o a la nostalgia soportable que te hace sentir bien.
Un drama romántico del que he salido malherida, e intento con las pocas fuerzas que me quedan, de encontrar el modo de volver a ser quien era, de intentar recordarlo, de adivinar como se puede olvidar a alguien como tú.
Desde el minuto cero me devolviste las ganas de volver a confiar en corazones ajenos, en palabras pronunciadas en voz alta, en latidos constantes llenos de sentimientos, en mis sensaciones, en el futuro incierto.
Desde el minuto cero me hiciste creer que esta película tenía un valor indescriptible para ti y ahora, despues de todo, he descubierto que solo ha sido un trailer que incluso ha desaparecido de tu memoria fotográfica.

El aviso

Te imaginé mayor, con unos cuantos años más, mirando tus ojos cerrarse al sonreír. Te imaginé con otro tipo de ropa, buscándome bajo nuestras sábanas. Te imaginé quererme de dia y de noche, como se debe querer a alguien por muchos malentendidos que puedan sucederse, por muchas malas interpretaciones que seamos capaces de llevar a cabo con las personas que de, antemano, sabemos que siempre estarán ahí. A ti te ha sobrado tiempo en 3 semanas para redescubrir quien era Laura para ti, para descarnar su alma, para comprobar a qué sabía el cariño desde el poso de sus labios y cómo se experimenta el amor desde un corazón lleno de dolor pero reclamando paz a mares.
Te dejé todos los segundos que (te) hacían falta para que tuvieras conciencia de lo bueno que puede ser todo si te rodeas de emociones y sentimientos permanentes, duraderos y sobre todo, veraces. Te sobró tiempo para darte cuenta de que mi mayor deseo era verte y sentirte feliz, disfrutar de esa felicidad contigo, compartirla para poder ser algo más que tú+yo. Y así pasó todo: compartí contigo momentos y momentos que no se escapan de esta memoria mía, que uno a uno buscan su gran hueco en cada una de las partes que me forman. Que, así no hay manera de olvidarte, me digo y te digo. Que puede que a estas alturas del cuento, haya aparecido otra coprotagonista y que si es así, tenga otro nombre, otro color de ojos y otra manera de reirse o de decirte que te va a echar de menos todo ese tiempo que no te va a tener cerca. Que es así, que me diste el aviso y yo no supe hacerte caso: no puedes sentirme si no me ves, no quieres recordarme si no me ves.