viernes, 30 de septiembre de 2011

De aquella forma.

¿Sabes lo que es querer a alguien con el convencimiento de estar haciéndolo de la mejor y más bonita forma? Yo te quiero así, como si al mirar a cualquier punto de luz, pudiera sentir toda la paz que me hace falta, la paz que siento al saber que existes.


Yo le quise de esa forma, me tranquilizaba saber que estaba (cerca o lejos), pero lo importante era eso, que estaba. Pronto cambiaron las cosas, quizá debí haberlo previsto.

Caminé sola hacia casa, desapareció mi sonrisa y descubrí que me acompañaba la sensación de haberle dado más de lo que se merecía, mucho más de lo que yo había recibido. Por eso, por esa sencilla razón nunca me salieron las cuentas.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Reciclando.

Ayer por fin rompí todas esas cartas que guardé con tanto en mimo en mis cajas de colores. Ayer me deshice de recuerdos que ya nada tienen que ver con mi vida actual, con las personas que forman parte de ella y se merecen seguir estando ahí, porque, ¿no es tan difícil portarse bien con alguien, no?
He roto, después de siete años, todas las cartas del primer chico del que me enamoré. En realidad, nada de esto hubiera sucedido si él hubiera sido el chico que yo conocí, y nos hubiéramos reencontrado como Dios manda, con palabras suaves y delicadas, sin rencores de por medio. También hubiera estado bien que no me la hubiera jugado tantas veces seguidas, volviendo cuando le daba la gana aparecer... También hubiera estado bien que yo no hubiera cedido de ninguna de las maneras y que hubiera seguido reticente al mero hecho de vernos. Si un día decidí que no debía estar ya en mi vida fue por un gran conjunto de motivos de peso, potentes. Y esos motivos nunca se los llevó el viento, ni siquiera las palabras. Yo desconozco si se ha vuelto orgulloso, o si tenía ganas de estropearlo todo (aún) más. Yo creo que era mucho más sencillo acercarnos como se acercan dos viejos amigos de instituto que se dan dos besos en las mejillas y se cuentan hechos puntuales de su vida. Pero no sabe portarse bien, no conmigo. Y ha hecho falta 7 años para reciclar todas las cartas que han sido el testigo físico de una historia que creí que soportaría vendavales huracanados. Pero me equivoqué. Aún así, sólo espero no arrepentirme de haberlo hecho, él quería que así fuese, de lo contrario, me hubiera emitido alguna señal, algo que me hubiera servido para captar que quería que esas cartas siguieran existiendo.
Hubo un día que rompí con esa parte del pasado en que estaba él, pero al mismo tiempo, trato de guardar retazos de instantes que viví de manera feliz con personas que en su día fueron especiales. De todas maneras, esto es lo que debía pasar. Y aunque nunca lo ha admitido, aunque alguna vez (me) lo ha negado, no puedo importarle, no después de sus últimas palabras, no después de tanta decepción concentrada y provocada por dos estúpidos sms. Jamás debí abrirle las puertas por tercera y cuarta vez, jamás debí regalarle (más) sonrisas.

En efecto, esto es lo que debía pasar.

Ahora me siento aliviada, y el balance resulta positivo: tengo tres cajas vacías para llenarlas de libros que son igualmente capaces de hablarme y de provocarme sentimientos reales, intensos e inalterables.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Piedras en el camino

Supongo que siempre acabo recometiendo errores por los que después no me perdono. Ese tipo de errores tiene que ver con personas en las que vuelvo a confiar de manera ciega, creyendo que no cambiaron, que siguen siendo quienes fueron, pero no. Supongo que sí, que ya son demasiados chascos los que llevo a mis espaldas, y que creo que todo puede mejorar y que esas personas no volverán a hacer(me) más daño.
Siempre he dicho que no hay nada peor que la indiferencia. Quizá debamos incluir también la palabra desprecio. A veces hace el mismo daño, y se siente el mismo tipo de dolor. Aún así, jamás pensé que ciertas personas a las que les otorgué tanta importancia en mi vida, acabarían haciendome sentir tan mal. Quizá todo sería más fácil si fuera como ese tipo de personas que cuando cierran un capítulo lo cierran para siempre, pero no, yo soy de las que abre el corazón y después se olvida cerrar con pestillo, por si acaso, por si las moscas... e intento ser optimista, pensar que todo puede salir bien. Estoy cansada de dar mi brazo a torcer, de poner todo mi esfuerzo en algo y alguien, para que luego todo se desmorone y alguien te dedique palabras que producen dolor hasta la última vértebra.
Supongo que siempre tiendo a equivocarme con las mismas personas, con ésas a las que creí durante tanto tiempo. Y si me ocurre esto es porque creo demasiado en las mentiras que los demás disfrazan de verdad, y porque creo en la bondad natural e innata de las personas como si jamás fueran a actuar con otro tipo de sentimiento, pero no. Ojalá, de ésta última, haya aprendido suficiente. Ojalá, un día crean sentir el mismo tipo de dolor que han causado en los demás. Ojalá, un día abran los ojos y pidan perdón (aunque a pesar de que dicen que nunca es tarde, yo creo que sí, que a veces es demasiado el tiempo que pasa, y después el perdón sólo sabe a tengo que limpiar esta conciencia mía). En fin, ojalá, aunque tarde, esa conciencia les hable, y les haga sentir la cuarta parte de lo que a mí me han hecho sentir, gratuitamente. Y ojalá, a esta servidora, le de por no dejar de dar segundas, terceras, cuartas, quintas y un sinfín de oportunidades a quien no se las merece.