lunes, 28 de noviembre de 2011

Clases de sueños

Hay muchos tipos de sueños, sueños que te arrancan lágrimas, sueños con los que revives momentos increíbles, sueños que te llevan a tu infancia otra vez, sueños que te alejan de tu hogar y te llevan a un rincón nuevo y desconocido, sueños donde se te sinceran y donde te confiesas, sueños donde alguien te dice la verdad o donde te cambia la vida. Pero hoy he tenido un sueño divertido y ciertamente gracioso, ese tipo de sueños que te hacen reír y donde te lo pasas bien por lo ilógico que es.
En el sueño de esta noche aparecían ellos dos: JM y un chico de Barcelona algo mayor que él con el que coincidí en un pueblo costero hace dos veranos. Si algo tienen en común, es que “conecté” con ellos dos la primera noche que les vi. Nos besamos y nos intercambiamos los teléfonos y una dirección electrónica para “seguirnos la pista”. En el sueño se suma una casualidad, JM llama por teléfono al chico de la ciudad condal y éste le cuenta que está al lado de una chica que se llama Laura tomando algo en una terraza. Intenta describirme y de repente JM intuye que está hablando de mí. El momento continúa y me doy cuenta que JM conoce a ese chico barcelonés que compartió conmigo un buen rato, resulta que son amigos y JM se sorprende de que el barcelonés no le haya contado que me hubiera conocido, que hubiera bailado conmigo, que hubiéramos alargado una grata conversación. El barcelonés se sorprende también de la ligera molestia de su amigo y acto seguido me sorprendo yo más. No doy crédito a esa situación, ¿por qué ellos dos se conocen? ¿cuál habrá sido su punto de encuentro?
Dicen que la vida te da sorpresas. Yo digo que los sueños también las dan.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El adiós definitivo.

No se despidieron en una estación, tampoco en una boca de metro, ni siquiera en un aeropuerto. Se despidieron en un portal, como si de repente hubieran regresado a la adolescencia, etapa que nunca compartieron. Se despidieron con lágrimas, con alguna que otra vana esperanza bien guardada en los bolsillos. Ella guardó la ilusión con mimo en su bolso de mano y él se fue sin darse la vuelta, por no verla llorar más. Habían recuperado sus números de teléfono y sus direcciones siete años después de que desaparecieran el uno para el otro.

Ella nunca esperó que esos dos momentos llegarían: el instante de recuperar su teléfono, saber algo de él otra vez y el momento de decirle adiós por última vez. A veces piensa que el verdadero error fue reencontrarse de nuevo y vivir lo que a lo mejor no debía haber vivido, al menos no con él. Tampoco sabe si hubiera sido tan valiente de no haberse atrevido, o si la espina de no haber hecho lo que deseaba hubiera dolido más que la espina que ahora le recuerda lo mal que se portó con ella. No quiere arrepentirse pero le dolió demasiado. Le dolieron sus palabras, las que dijo y las que no pronunció, el cariño primero y el golpe después. Le dolió hasta sentir ahogarse.

Él se mudó y ella cambió de dirección y de teléfono. Ninguno de los dos recurrió a algún nexo que les pudiera dar información sobre su situación. Él perdió los nueve números que le permitirían volver a escuchar su voz y ella olvidó su número. No volvieron a verse.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Será esto la vida.

Le da rabia no saber el por qué de las cosas, también aquellas que tienen que ver con él. No sabe por qué sin quererlo espera e imagina palabras que muy probablemente él le diría al final, pero eso acaba por no ocurrir y lo único que le queda en el buzón es el desencanto. Sabe que tiene parte de culpa, porque no es sano imaginar que él le dirá "Tenías razón, me has hecho sonreír" o... "Algún día me encargaré yo de sorprenderte, o de ponerte nerviosa" o quizá algo un poco más cariñoso y cercano "Eres pequeña, pero por dentro eres tan grande. Necesitaba decírtelo".

Ella, aún después de no recibir lo que a ella sí le sacaría una sonrisa, sabe que seguirá siendo igual, que seguirá haciendo las cosas porque quiere y con quien quiere, pero también seguirá pensando en el final de ese capítulo, que inevitablemente ella no puede escribir.

A veces piensa que lo que le ha echado en falta era su afecto traducido en palabras, esas conversaciones que a veces duraban horas, y le hacían sentir mejor al final del día. Esas conversaciones en las que él le contaba sus planes, se definía, hablaba de lugares, de reflexiones ajenas y eso a ella le bastaba, pero ha vuelto ante sus ojos y piensa que ya no es la misma persona, o al menos no con ella. Y lo que más teme es que suele acertar siempre con sus sensaciones. Y se lamenta, porque ya no hay inspiración, porque él ya no le habla como antes, porque ya no hay arte, porque todo se fue por la puerta de atrás.

Ahora ella escucha canciones que él nunca tendría en su reproductor y piensa en el café que se tomará esta tarde con alguien que no es él.

Será esto la vida, dice.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Caprichos más, caprichos menos.


Hay momentos en que pienso que nos merecemos pasar un día juntos, pasear tranquilamente por cualquier calle de cualquier sitio, entrar en librerías, tomarnos un café, comer juntos, hablando el uno frente al otro sobre las cosas que nos quitan o no el sueño, contarnos el mejor viaje de nuestra vida, el peor y el mejor momento que hemos vivido y confiarnos secretos que ya poco importan. Dedicarnos miradas sin darle más interés del justo y necesario. Olernos a distancia, sin tocarnos. Ir al mismo compás. Mirar escaparates, echarnos a reír en mitad de la calle por cualquier tontería. Invitarte a cenar y guardarme el ticket como el único testigo de nuestra primera y única cena. Hacerte una foto sonriendo(me). Tomarnos una copa disfrutando del aire que nos da en la cara. Escribirte un adiós en una servilleta para no tener que pronunciarlo y fingir que nos volveremos a ver con un “hasta pronto”. Darme la vuelta esperando que algo de ti se apague por un segundo, que se te aflige el ánimo o te entren ganas de seguirme para decirme que has pasado un día muy feliz conmigo.
Y otras veces, simplemente pienso que tú y yo ya tuvimos nuestro momento, el que nos tocaba vivir y compartir: el roce de tu piel, tus besos regalándome calor en una noche algo fría y una sonrisa a media luz que me delataba lo mucho que me costaba alejarme de ti.
Eso es todo lo que pienso, ahora dime tú que ya vale de decir tantas tonterías.