martes, 28 de abril de 2009

Dignidad y despedidas

Llevo ya varias semanas sin escribir, y aunque sé que debería hacerlo sobre la persona que ha dado tanto por mí en tan poco tiempo...también sé que no voy a ser capaz, porque, cómo no...se interpone R entre los dos. O quizá sea yo quien deje que se interponga, y lo fastidie todo, o simplemente, me duela hasta sacarme de quicio. Pero esto va más allá, esta vez sí. Ya no sólo consigue enrabietarme cual niña pequeña ante el robo de su muñeca preferida. Esta vez las cosas han llegado a hacer daño, tal vez demasiado, tal vez no el que esperaba que llegara, y menos de esta manera.
Después de que R. se mantuviera ausente durante casi dos semanas...vuelve a aparecer en esa ventana indiscreta, (no siempre), pero lo hace, me habla, por fin da su brazo a torcer, y rompe la relación de silencio e indiferencia que manteníamos a este momento con palabras: "Hola. He aguantado mucho tiempo sin hablar contigo pero no puedo más". Ante eso, a mí se me dibuja una sonrisa en la cara porque es una señal de que me ha necesitado, y mucho mejor, que todavía me necesita. Sin embargo, también pienso que sólo ha aparecido porque al día siguiente vuelvo a Madrid, y él tendrá la oportunidad de verme, y de volver a hablar de cosas nada trascendentales. Pero esta vez no. Esta vez, diferente. Sí. Nos llamamos, pero somos demasiado inoportunos. Yo con la intención de verle, y hablar, y regalarle un par de abrazos con sabor a melancolía, esperando su sonrisa nostálgica y su mirada fija, que mata. Él me llama, pero no oigo el teléfono y tampoco lo tengo cerca de mí. Y ya nunca sabré si su propósito era verme, aún así, tuvo tres días más para hacerlo, cuando le envié dos mensajes. El primero, con intención de "molestarle", de que se sintiera aludido, de que yo había ido detrás de él (como siempre...o casi, dejemóslo en el 97% de las ocasiones en que nos enfadamos y él decide desaparecer en un microsegundo...). Así, él no da señales de vida. No se ofende por el mensaje y tampoco siente la necesidad de contestarlo. Quizá su enfado le produzca mayor indiferencia hacia mí, tampoco lo sabré.
Pasa un día y vuelvo a aparecer en su teléfono, y la persona que me quiere no da crédito a mi actitud, quizá porque no logre entender que una persona tan importante para mí, al mantenerse distante, me duela, me arañe y me entristeza. Pero yo tampoco puedo obligarle a que lo entienda. Por consiguiente... R. lee un nuevo mensaje en el que ya le pido que me borre de cualquier vía de comunicación y me olvide. Supongo que su verdad absoluta fue la de aquel día en que decidió que no volveríamos a vernos, y no la que vino después. Si no hubiera soportado no haber sabido de mí...no hubiera dejado pasar el tiempo, cuando me encontraba a tres minutos de su casa, y no a 400 km como de costumbre. O he dejado de ser "importante" para él... o ya no me quiere en su vida, sin motivo alguno. Quizá no le influya que yo exista, o a lo mejor es que ya no le apetece verme, sin más. Pero tampoco lo sabré. Él no acostumbra a dar explicaciones y yo no he aprendido a no recibirlas por su parte. Me desquicia, y yo intento ignorarle. Hasta tal punto de ser yo quien le borre. Aún así, antes vuelvo a aparecer, esta vez, en una ventana, en su pantalla. Él hace caso omiso, al principio, de cualquier sinceridad que provenga de mí. Y cuando responde, lo hace de una manera poco sutil. Demasiado poco sutil para haber sido especial...
"Mira, que paso del tema, que tú siempre has dicho que esta relación no iba a ningún sitio, pues lo has conseguido"... Es una bonita manera de acabar con una relación de amistad que siempre quise mantener, pero que, al mismo tiempo, sabía que podía acabar, pero no de esta manera, no así. No ha tenido tacto, tampoco delicadeza ni ganas de volver. No quiere buscarme y yo no quiero encontrarle, ya. Estuve a punto de perder las últimas gotas de dignidad al cuestionarme si al bajar de aquella moto, debía aparecer en su barrio, marcar a cualquier 5º de ese bloque, e intentar acertar con la letra, y gritarle: "Hola. He aguantado mucho sin decirte muchas cosas, así que baja". Pero no fue carencia de valor lo que dominó esa situación, sino las ganas de no quedar, más, si cabe, al ras del suelo.´Pero también sé que él se vale de eso...sabe lo débil y frágil que soy. Lo tonta que puedo llegar a ser por personas como él, a las que termino perdonando porque no me queda otra que la de seguir necesitándole, o echándole de menos, o con inmensas ganas de volver a recibir un abrazo de su parte.
Pero parece que todo se ha acabado. Quizá no guarde ya la caja de dulces de navidad, o haya roto el cd de canciones que en su día recopilé para él y para que, también, me recordara. A lo mejor tiró mis/nuestras fotos y se olvidó de mi nombre al enviar las digitales a la papelera de reciclaje. Puede que también haya borrado mi teléfono de su móvil, y que ya no se acuerde de lo que para mí siempre ha significado encontrarle ahí, y viceversa. Puede que nunca fuera especial y no supiera decírmelo, pero también puede que me eche de menos y no sepa cómo volver. No es de esas típicas personas que reconocen un error, y persiguen a otra persona hasta remendarlo. Tampoco entiende de cerrar heridas. Más bien, las abre, o quizá sólo a mí, la persona que menos merezca sufrirlas. Yo siempre le he demostrado más y mejor que a otras personas que se merecían mucho más, y supongo que nunca ha sabido verlo. Pero las amistades, aunque no entiendan de favores, ni de rendiciones... él se rinde y yo intento estar callada. Lo consigo, de momento. No quiero volver a aparecer y ponerle el resto de mi dignidad en la palma de sus manos para que después la estruje y se sienta orgulloso.
Me da pena que no vuelva, que no quiera o sienta la necesidad de hablarme, de saludarme, de aparecer en mi vida. Pero yo no puedo hacerlo. Es una promesa que debo cumplir, una meta a la que debo llegar sin estar cansada, pero lo dudo. Y él, muy probablemente, no gaste ni haya gastado todavía, desde hace dos semanas en que desaparecimos el uno para el otro... un minuto en pensar qué ha podido pasar para llegar hasta aquí. No entiendo sus razones...tampoco qué motivo tan grande debe haberle empujado a comportarse así. Puede que no se arrepienta, y me duele más que no vuelva, a que no llegue a excusarse. No entiendo nada, de hecho nunca me ha resultado fácil entenderle. Pero esta vez es distinta. No sé qué va a pasar... Sólo sé que dentro de un mes será tu cumpleaños, y si hasta entonces no vuelves...me dará más que lástima felicitarte sin saber si al leer mis palabras te sacarán una mediana sonrisa.
Porque, aún así, sigo pensándote, y preguntándome qué habrás sentido al perderme, al querer perderme, al ver todo patas arriba... o quizá, en orden, depende de tu perspectiva, y tu manera de entender las cosas. Sólo espero que detrás de todo esto no se escondiera el deseo verdadero de perderme, de alejarme de ti... Yo, sin embargo, deseo que la vida te sonría, y que, algún día, pueda volver a mirarte.

domingo, 5 de abril de 2009

Prefiero dejarme vivir

Hay cosas que se pierden (porque se quieren perder) y otras que se dejan de encontrar. Hay amigos que se alejan porque así lo prefieren y otros que no vuelven nunca más. Hay palabras que se quedan y otras que terminan extinguiéndose, escapándose, colándose por cualquier rendija de alguna ventana vieja, antes de que sea el último viento del invierno que ya se ha ido quien las rapte y las transporte a saber dónde...
Hay imágenes que se olvidan y otras que persisten con la luz apagada y la luna menguada ahí afuera. Hay libros que se tienen y no se leen, y otros de los cuales nos empapamos desde el prólogo hasta el epílogo, y los gastamos con las manos y los ojos, hasta que quedan amarillentos...y siguen en nuestras vidas, en la más bonita estantería de nuestra habitación.
Hay años que se quedan en el rincón más predilecto de nuestra memoria, y otros que intentamos obviar para que así, con un poco de suerte y obra de algún milagro...puedan difuminarse hasta borrarse algún día cualquiera. Hay ciudades que nos dicen poco, y otras que nos dicen demasiado, y siempre están atadas por algún hilo un poco grueso a nosotros. A nuestras cuerdas vocales, a nuestros huesos o nuestras últimas miradas.
Hay canciones que siempre llevarán un único nombre, aunque el título original esté compuesto por tres sustantivos y una conjunción. Hay otras que desechamos porque aquella persona que nos la dedicó dejó de serlo todo para empezar a ser menos que nada. Y parece difícil ser menos que nada. Pero así sucede.
El paso del tiempo hace que estas cosas ocurran. Y que nos decepcionemos, y que nos vaciemos, y que volvamos a ser más felices... no más que nunca, pero sí un poco más que hace un semestre. Y nos sentimos afortunados y después nos volvemos a sentir inútiles, y pequeños... Es algo a lo que nos terminamos acostumbrando, depende de la estación, del mes y del tiempo.
Hoy hace sol, se cuela la voz de varios cantautores a través de estos altavoces, y se empapan estas paredes de letras que te remueven por dentro, aunque ni siquiera estés atenta al 100% y escuches frases sueltas. Pero esas frases logran matar.
Sí, hoy hace buen tiempo, y prefiero dejarme vivir, aunque las cosas nunca estén demasiado fáciles, aunque persistan momentos que no se pueden evitar, días que no se pueden quitar del calendario, caras que es irremediable no ver cada mañana y palabras que se esconden y aparecen luego y de manera peor en otros momentos. Pero ya queda poco.
Así es la vida, sorprende, reta, devuelve, conmueve.
Y yo la vivo, para bien y para mal.

viernes, 3 de abril de 2009

Ausente


Yo me resisto a darle señales de vida, y él, probablemente (muy probablemente), no tenga esa sensación de resistencia. O al menos no conmigo, porque no le hará falta frenarse. No tendrá la necesidad de hablarme o el deseo de saber qué tal me ha ido la semana. Intento pensar que alguno de estos días me habrá imaginado, o al menos, pensado durante un minuto, y después, en lo estúpidos que hemos sido. Pero sigo creyendo que él decide parar y continuar cuando se le antoja. Y yo soy quien espera, quien llama a la puerta, quien da noticias y quien, al final, después de tanto esperar, desespera. Y no quiero estar desesperada. No. No por él. No es el momento. Nunca lo ha sido ni lo será. Y ya he pasado muchos días mirando el teléfono pensando que llamará, que olvidará la última conversación inútil que tuvimos, y que no le dará tanta importancia al hecho de que yo quiero que se exprese, que me diga lo que siente, grande o pequeño... profundo o no... pero que diga algo. Que haga uso de las palabras que a veces sabe enlazar de una manera asombrosa.

Yo sé que no podré olvidarle. Y me enfado, en parte, conmigo misma porque sé que debería estar disfrutando de la persona que me está esperando y queriendo al mismo tiempo, la persona que se muere por ir a recogerme a la estación el miércoles próximo, y por llenarme de besos y de palabras bonitas los oídos. Sin embargo, R es diferente. R nunca me ha mimado demasiado, tampoco quiso recogerme en la estacion hace unos meses, y tampoco fue distinto cara a cara. Supongo que él expresa el cariño con los gestos, aunque no siempre sean los adecuados. Aunque a veces faltaron abrazos, y en otras ocasiones sobraron.(Bueno, si soy sincera conmigo misma, en ningún momento me han sobrado abrazos suyos...) Y por eso es tan distinto...porque nunca ha puesto las cosas fáciles, o se da por vencido o prefiere olvidarme, luego decide retomar conversaciones, escribir frases que para mí llegarán a ser trascendentales, (y para él, decididamente/jodidamente no...); y volver a ser los mismos de siempre: dos amigos que se miran a los ojos, sonríen con ellos y después enseñan los dientes. Se les curva la sonrisa, hacia arriba, por supuesto, están bien, en ese momento en el que se sacan de quicio o hablan de cosas banales, pero que, para mí, ¡cómo no! seguirán siendo igual de importantes... Dos amigos que se miran solamente el 45% de las veces de manera simultánea. Durante los minutos restantes... él me mira y yo estoy perdiéndome a través de la ventana de su coche negro. Después... él está atento a la carretera y yo le miro. Al final, dos amigos que acaban hablando y escuchando canciones que voy a recordar cuando vuelva. Dos amigos a los que, el tiempo, mientras están juntos, se les pasa volando... Dos amigos que se enfadan después de haberse alejado, y las ganas de que él abra los ojos, sea menos cabezón que yo y más dependiente de esta amistad. O quizá ya no la quiera. O quizá no le importe tanto como yo creí que le importaba en el momento en qúe tocó una de mis lágrimas una noche de diciembre cerca de su portal.

Nunca me vio llorar. Nunca antes me había visto hacerlo. Ni tampoco de esa manera tan angustiosa e intensa. Y esto no significa nada, no para él, sí para mí.

R es así... aparecerá cuando él quiera aparecer, cuando sienta la necesidad de recibir mis palabras. Mientras...él puede ver mis fotografías, intuir qué estoy haciendo con mis días, con mi vida...si lee los nicks que me definen...pero me gustaría saberlo de verdad. Cerciorarme de que sí le intereso en cierta medida, que se muere por volver a hablar conmigo y que lee mis nicks todos los días... pero es posible que esté equivocada, y que la única que piense en esto sea yo.

R. no dará su brazo a torcer. Para R. sólo soy "Laura Mov", al menos ahora, de momento...aunque él piense lo contrario y no quiera decírmelo...a saber por qué...llevo más de seis meses lanzándole preguntas que no me contesta por múltiples razones que ni siquiera yo llego a imaginar. Si supiera las causas, le ayudaría, pero tampoco puedo hacer nada.

Y R. ahora mira hacia otro lado. Yo intento obviarle y seguir mis pasos. Y dudar de si es mejor encontrarnos (o no)... Pero con él todo son dudas. Siempre ha sido así, y si él vuelve a asomarse, la rueda seguirá girando y mis preguntas seguirán alquilando la parte de mi mente en la que él lleva instalado demasiado tiempo.

¿Ahora? Ahora solamente es un inquilino ausente que deja de regalarme las buenas noches y un adiós diferente, sin sabores amargos.

Puede que vuelva. Y puede que le reciba.

jueves, 2 de abril de 2009

R siempre será R

Hay cosas, que por mucho que queremos que evolucionen o se transformen en cualquier otra cosa...terminan por no cambiar. Y entonces nace un gran cúmulo de sentimientos, unos se chocan contra otros, algunos se enfrentan a otros...Y lo peor de todo, cuando la tristeza se mezcla con la impotencia de saber que por mucho que intentes, no podrás modificar nada. Sabes que él no va a sufrir ningún tipo de metamorfosis que le haga ser distinto contigo. Y eso es lo que yo esperé siempre.De él, de R.
R. ha sido muy importante para mí. Desde el principio. Algo que recordaré siempre. Después el destino o cualquier cosa que mantenga y dirija los hilos de la vida...se encarga de separarnos. Él ya sabía por aquel entonces que yo le había estado queriendo...y lo suficiente como para haber derramado lágrimas que nunca debieron haber nacido. Pero esa es otra de las muchas cosas que en casi 7 años no he aprendido a cambiar...Supongo que yo tampoco he sufrido ninguna metamorfosis importante que me haga ser demasiado distinta a la de antes. Pues sufro igual o más, me derrumbo y necesito una mano, una palabra o una caricia para, primero, divisar un escalón, y después, armarme de fuerza, ganas y un poco de valentía para levantar los pies y subirme a él.
R. sigue siendo importante para mí. No podré decir lo contrario nunca, y tampoco me cuesta admitirlo porque sino, no le buscaría. Y lo busco. Y al final nos encontramos. La última vez nos vimos porque estábamos enfadados...mejor dicho, estábamos enfadados y él apareció en mi teléfono. Yo estaba dispuesta a no dar señales de vida. Quizá si él no hubiera llamado yo no me hubiera replanteado enviarle aquel mensaje. Al final vuelvo a ser igual de blanda...dejo de mantenerme recta y le digo que sí, que a las ocho y media en la esquina de la pizzería de su barrio...
...y se hacen las ocho y media y llego antes que él. Pero R acaba apareciendo y me da un gran abrazo. Lo sentí así. Después sus palabras me llenan de incertidumbre y a la vez, de melancolía y alegría. "Anda, ven acá...que luego te me pierdes por ahí..." En ese momento mi cara, seguramente, hubiera expresado extrañeza. Y a continuación... "¿Perderme? ¿yo? ¿a dónde? ".... Y R. vuelve a pronunciarse: "Sí...te me vas allí, a unos 400 km ¿no?".... pero después la conversación acaba como siempre...Que no le influye tanto esa distancia...pero...entonces... ¿por qué dice lo que dice? R. siempre es así. Ya lo adelanté hace unas semanas...Él desconcertante. Yo impredecible.
R. siempre formará parte de mi vida, sin embargo, pronunció un "adiós" a destiempo...o al menos, lo pronunció sin dejarme cierta ventaja o parte de mi tiempo para poder expresarme, o responderle, o replicarle...o pedirle que sea más sensato con todo lo que (me) dice y con todo lo que hace.. Y deshace....
Yo no puedo cambiar nada en él. Ni siquiera que me conteste cuando le hago preguntas que para mí siempre estarán queriendo saber la respuesta. Tampoco se abrirá al 100%, ni me mirará con otros ojos. Y si en algún momento lo ha hecho, sólo fue en su coche, con esos besos suaves, tan delicados...con los cuales empezó a sumar más preguntas a mi cabeza. Pero él es diferente. Diferente a mí. Muy diferente. Mucho. Y a mí, siempre, y por qué a mí...
R. ha desaparecido. Ha desaparecido y no lo ha hecho del todo. Sigo viendo sus iniciales en la pantalla de mi ordenador. Él está ahí, delante de la suya, también, esperando quizá que yo sea la que le abra una pequeña ventana con un "hola" tímido... pero Laura ya no está dispuesta a ser quien ceda otra vez. No quiero bajar más peldaños para estar a su nivel. Él sabe cómo puede alcanzarme, sabe que puede ser mejor persona conmigo. Sabe pero quizá no pueda. Y tal vez yo no deba reprochárselo. Tampoco lo hago. Pero sí acostumbro a pensar que nadie le querrá como yo le he llegado a querer. Aunque eso a él no le importa, y dudo mucho que algún día así sea.
Si dejo pasar el tiempo...puede que nos perdamos, mucho, para siempre. O quizá nunca. Quizá aparezca más tarde, dentro de días, semanas, o meses. No lo sé y tampoco sé si quiero saberlo. Volveré a estar en su (mi) (nuestra), ciudad en menos de seis días... y desconozco si él seguirá con la misma idea en su mente, o si, por el contrario, su intención es actuar como la última vez... no hablarme, pero llamarme para encontrarme, para hablarme y descolocarme. Puede que no suceda nada de esto y no nos veamos nunca más. Y no sé si esto me produce dolor o rabia. O las dos cosas. No sé tantas cosas...respecto a él, respecto a R. Y sé que no debería preocuparme tanto porque él no lo hace. Porque quizá Laura ya no sea Laura en su lista de contactos, porque quizá Laura ya no sea Laura en su teléfono... y porque si aún no se ha arrepentido de dejarlo todo, si no ha querido ser más directo, si no ha querido ser menos reticente y más invencible...es debido, a lo mejor, a que quiso terminarlo todo.
Yo no puedo cambiarlo todo. Más bien...no puedo cambiar nada. Sí, podría reaparecer (como siempre), en su vida. Y volver a ser quien era. La de antes, la de hace semana y media. Pero tampoco solucionaría nada. Él volvería a ser consciente de la falta que me hace saber de su vida...e ignoro hasta qué punto esto resulta bueno.
Y esperaré... pero también esperaré que para cuando decida volver a mí, no sea muy tarde, y Laura esté dispuesta a ser Laura para él.
Y R. está ahí. Siendo el imán de mi vida. Y yo quiero un remedio, una receta, cualquier terapia estúpida que pueda quitarme todas estas palabras de la cabeza. Y a R, también, por supuesto.

Por TODO; y porque te quiero...

Mientras oigo de fondo el chocar del baile de mis pulseras con mi muñeca y una voz que nombra a Miguel Ángel y a Rembrandt... pienso en ti. En cómo me siento cuando apareces tú en mi cabeza. Bueno, en realidad siempre estás ahí...pero hay veces, como ahora, que, como si de un intermitente se tratara, parpadeas...y te haces notar. Más. Mucho más. En mí. Y todo se reduce a una sola cosa: lucha. Lucho porque todo salga bien y todo es TODO. Los viajes, la estancia, las mañanas tardes y noches, los momentos de encontrarnos en los ojos, la duración de nuestros besos y la prologanción de los "te quieros". Me ausento en esta clase de arte para poder expplicarte que sigo sintiendo. Sabes que ahora, voy a seguir contra viento y marea. Ignoro los huracanes, los terremotos y las tormentas, en general, en esta relación. Pues soporto el dolor y por eso me dejo caer. Para luego volver a subri y a sentirme como en el cielo con tu mirada puesta en mis caderas. Prefiero resistir y tener que dar explicaciones si con eso voy a poder disfrutar de tu risa, tu cuerpo y tu pelo entre mis dedos. Rodearte con mis peirnas y hacerme dueña de tu cuello. Y de tu espalda y tu manera de despertarme a besos. Para que me mires despierto mientras estoy dormida, para que sigas siendo feliz y con la vitalidad de un niño inquieto. Ya sabes...por eso me quedo. Por eso, y porque te quiero.