miércoles, 11 de mayo de 2011

Otro accidente del pasado.

A veces el amor es como un viaje, en el que unas veces vaticinas que vas a tener un accidente y otras tantas ni lo ves venir. Yo he vivido varias veces las dos situaciones. Y no sabría decir cuál duele más, supongo que también influye la persona con la que te pegas ese batacazo irreversible.
La parte negativa de mis historias de amor, es que suelo darlo todo sin pedir nada o poquísimo a cambio. Supongo que desde el minuto 1 soy consciente de cuánto me involucro y de todo lo que doy, a pesar de no recibir lo mismo en las mismas cantidades. Quizá porque eso no es lo que más me importa, quizás con la mitad de los sentimientos que yo soy capaz de sentir, me creo y me siento la chica más afortunada del planeta. Y eso no es malo, pero tirarse a la piscina con los ojos cerrados, confiar cuando no hay motivos suficientes para hacerlo y esperar que esa persona sea consciente de las consecuencias de cada uno de sus actos, eso sí es malo, peligroso y contraproducente.
Lo verdaderamente malo de mis historias de amor, es que no sé vivirlas sin poner todos mis sentidos, todos mis latidos, experimentando la felicidad y la tristeza más absoluta, más extrema de todas.
La felicidad ocupa sólo los primeros fotogramas de esas historias, por lo que creo vivir no en sueño, sino en una realidad cuyo argumento es el mejor de todos. Pero después viene la tormenta, la decepción, y, ahí va: los meses de incomprensión, soledad, lamento y lágrimas hasta más no poder.
Lo triste de estas situaciones, es que sé desde un principio que voy a pasarlo mal cuando todo acabe, o cuando las cosas cambien, y precisamente por eso, me enfado conmigo misma, diciendo que no tropezaré con la misma piedra y que la próxima vez me salvaré. Pero no, sólo hago que olvidar cómo sobrevivir, cómo nadar y salir a la superficie, para respirar un poco, y darle vida a este corazón mío.
La gran putada es que si estuviera hecha de otra pasta, si fuera indiferente, si no sintiera con el 100% de mi cuerpo, todo esto no me sucedería. Pero no, nunca he logrado cambiar lo suficiente como para evitarme meses y meses de tristeza causada por la falta de honestidad, coherencia y sensibilidad del resto. Es una putada que por unos capítulos de alegría, después tenga que tragar todas esas estaciones sin entender por qué ocurrió, o por qué a mi... Y ya no sé si la última vez lo veía venir, supongo que sólo esperaba la mitad de todo lo que pasó, y estoy segura que tengo la fórmula perfecta para perjudicarme y buscar más dolor, volviendo a confiar en personas que no se merecen ni terceras oportunidades. De todos modos, aunque me convencí de lo contrario, no vale tanto la pena ser feliz en un breve período de tiempo cuando después sólo te encuentras con mentiras y metamorfosis extrañas, que nadie jamás podría explicarme.
Pero ahora es primavera y sólo quiero olvidar. Este corazón ya se ha desprendido de tiritas que de momento, no le vuelven a hacer falta. No por él. La herida sangró, y cicatrizó en la medida de lo posible. Ahora lo que me apetece es confiar en mi, dedicarme momentos, y comprarme un botiquín (por lo que pueda pasar), nadar a crol y buscar el aire más limpio.

2 comentarios:

  1. Yo siempre opto por volver a mis raíces.
    Un beso

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  2. ¿Y si es en tus raíces donde esta persona que te hace tanto daño?
    A veces no hay manera de salvarse del todo...

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