sábado, 9 de enero de 2010

Inoportuna.

5 meses han pasado desde que escuchaste por última vez mi voz. 5 meses en los que seguramente tu mente no se haya apeado en la estacion que lleva como titulo mi nombre. 5 meses en los que habre dejado de existir para ti , un poco más. Y yo no he hecho nada para cambiarlo. No, porque perdí todas las fuerzas contigo, y por ti. Pero tú nunca fuiste demasiado inteligente para verlo. 5 meses en los que pensé que por muy remoto que pareciera, acabarías apareciendo, venciendo al orgullo, que no al dolor (como estoy aprendiendo a hacer yo). 5 meses en los que pensé que te haría rabiar esta ausencia, esta distancia. Pero no.
Y es que, ¿sabes algo? no paro de equivocarme contigo. O mejor, dicho, no paraba de equivocarme contigo. Cuando creía que podría darse la estupida situación de que tú quisieras abrazarme un poco más, o cuando podías echarme de menos, o cuando te gustaba hablar conmigo...pensé en esos momentos, entonces, que no me echarías nunca de tu vida, o que, si en aglun caso, yo me marchaba, tú vendrías a buscarme, por primera vez. Porque, si ehcas la vista atrás, siempre fui yo quien te buscó. Hasta aquel 18 de octubre en el que me metí en un coche para no volver jamás. Hasta aquel día en el que yo era una niña y escribí con tristeza aquel mensaje para ti. Fui yo quien fue tras tu número de telefono, tras tu email, tras de ti. Y nunca me cansé, hasta ahora. Hasta el mes en que me di cuenta que nunca tuve un papel en tu vida, en la obra de teatro que formaste para otros, para otras. Pero no para mí.
Y debí darme cuenta antes. Debí pensar que te resultaba fácil hacerme cambiar de idea, o conseguir que yo te perdonara y volviera a hablarte. Debí darme cuenta que una caja llena de caramelos con fotos pequeñas no es suficiente como para que alguien te tenga más aprecio y quiera quererte un poco más. Debí darme cuenta que si no te gusté con trece años, no te iba a gustar con cinco más, y debí pensar que no era demasiado desafortunada sólo porque siempre desée gustarte yo y al final resultó que te gustaba mi mejor amiga. Debí haberlo previsto. Pero siempre fuiste impredecible para mí.
Porque no sé qué es lo que te gusta, qué es lo que buscas, o buscaste. ¿Me adelanté? Lo siento. No pensé nunca que con trece años eras un niño pero con catorce no. No pensé en nada de eso. Sin embargo, si pensé que seis años después de vernos, algo se movería dentro de ti, algún nervio, algo dentro de tu estómago. Pero ni siquiera te sentiste nervioso, ni siquiera se te atropellaron los pasos. Sólo me miraste, y con eso, te bastó. Dime por qué te resultó tan fácil hacerte a la idea de no tenerme ni quererme como amiga, no sé... Puede que me lo llegues a explicar en una segunda vida, pero dime por qué te resulta tan fácil vivir sin mí. Porque ya sé que no soy nadie, pero yo siempre estuve ahí. Sobre todo, este último año. Pero ya lo habrás olvidado y yo ya no puedo hacer mucho más. Sólo aparecer en tus sueños, que lo dudo. Sólo pasearme por tu cabeza, y colarme entre algunas de las conexiones de tus neuronas para que tú me notes, y recuerdes que en su día si me conociste. Y sí estuve ahi, intentando estar en el primer plano, intentando ser una buena espectadora, con un buen asiento, queriendo saber qué te ocurria, saber si estabas sufriendo o si eras feliz.
Por consiguiente, tambien desee siempre que tu quisieras ser la misma persona para mi. Pero no luchaste por conseguirlo, simplemente yo te cogí cual muñeco de trapo y te llevé hasta el asiento más cómodo de todo mi palco. Y me viste ahí: de pie, sentada, (sobre tus rodillas, incluso), riendo, llorando, enfrente de tu portal, enfrente de tus ojos. Y de nada sirvió. Para ti. Y de poco, para mí, al final. Porque, al final, tuve que ser yo quien te llamara para pedirte que me preguntaras si ya había acabado la carrera, si estaba bien, o si me había ocurrido algo que debiera contarte.
Porque puede que fuera inoportuna el 80% de las veces al llamarte, al necesitarte; porque por todo ese conjunto de cosas, por toda la decepción, por todas las lagrimas, decido ser yo quien se apee ahora. Y quedarme lejos, bien lejos de tu suelo, de tu techo, de tus manos, de tus brazos.
No me abrazarás, pero tampoco me harás daño.

1 comentario:

  1. En este caso (y muy excepcionalmente: yo soy más de abrazar aunque luego me duela) creo que eso es lo mejor que puedes hacer.

    Mira adelante, ¿vale? Tienes una vida increíble esperándote...

    Un beso

    ResponderEliminar