sábado, 2 de enero de 2010

¿Qué quieres que te diga?

¿Qué quieres que te diga? Que después de echar el polvo de despedida el día 1 de enero (buena manera de empezar el año) no puedo sentirme peor. Y puede resultar ilógico, pero después de un cúmulo de besos, después del placer y la confianza compartida, después de tu voz en mis oídos con esa música de fondo que tanto me gusta, y mi espalda cual guitarra electrica fuera bajo tus dedos entonando algun acorde... sólo puedo sentirme estupida, y mucho, mucho dolor.

¿Qué quieres que te diga? Que después de follar sólo aciertas a taparte con la manta para ver una pelicula que se de sobra que no te gusta, pero lo aguantas, y al mismo tiempo, no me miras y tampoco te decides a abrazarme. Y entonces me doy cuenta que estoy haciendo el gilipollas arrinconandome en tu pecho, volcando porciones de cariño en un corazon que ya no sabe tener palabras para mí. Y me recuesto en el otro lado del sofá, y estamos a dos metros, pero entonces, mi mente, me traduce que en realidad estamos a mil doscientos km. de distancia.

¿Qué quieres que te diga? Que esperaba más cariño y dos besos bien dados a la hora de despedirme. Que viendo el poema que reflejaba mi cara decidieras buscarme, seguirme, y no en plan peliculero, o para quedar bien, sino para hacerme sentir mejor, que no costaba tanto. Te lo digo yo. Esperaba que yo fuera más importante y acabaras bajando esos dos pisos para tocarme la espalda y envolverla entre tus dos brazos, con el único deseo de no dañarme aún más.

¿Qué quieres que te diga? Que ya he perdido la vergüenza de llorar de camino a casa mientras otros chicos de nuestra edad no hacen más que girarse viendo como una persona más de este mundo no atina a sacar un pañuelo de su bolso para borrarse las lagrimas de la cara. Que acudo a ti a través de mi telefono y no entiendes nada, y has perdido la capacidad de calmarme, y la capacidad de hacerme sentir que quien fuiste, aún sigue ahí. Pero no. Y quiero saber qué maldito día se me meterá ese asqueroso cuento dentro de mi cabeza, para no marcharse jamás. Quiero saber cuándo me volveré lo suficientemente inteligente para saber que tú buscabas eso, y nada más, y que por cualquier otra persona hubieras bajado, cruzado la puerta y vuelto a mis brazos. Pero hacía mucho, mucho tiempo que no me sentía tan PEQUEÑA.

¿Qué quieres que te diga? Que no creo ya, en eso de que no hay mal que por bien no venga.

Saca tus conclusiones, porque yo ya no puedo más.

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