sábado, 24 de abril de 2010

Ni en venta, ni en alquiler.

No tiene el corazón en venta, ni siquiera en alquiler. No puede besar corazones palpitar sin que le duela. No puede escucharlos sin que se le derrame una lágrima rápida hasta el ombligo. No puede anudarse de ninguna mano. No puede sanarse las heridas cada madrugada por falta de fuerza y de tiempo. No le brillan los ojos cada mañana y se estremece al ser consciente de la fragilidad de su piel. No pisa fuerte, ni habla fuerte. Siempre ha depositado toda esa fuerza al amar, al confiar, al soñar. Y no sabe si eso ha merecido la pena.
Se despierta con una sonrisa en el alma que intenta cuidar el resto de las horas del día. Camina buscando felicidad en ojos ajenos, para intentar contagiarse así, de alegría que seguramente está demasiado cara en los mercados centrales.
No pone el corazón colgado de ninguna percha de madera a modo de compra, porque aunque alguien lo quiera, no puede ser. Es como ese tipo de productos que están únicamente a modo de expositor. No puede. No puede dar más (ahora). No se siente todo lo tranquila que tendría que sentirse para volver a decir te quiero sin temblar.
No tiene nada de eso, no puede hacer nada de eso, pero supone, o quiere creer, que le queda toda la vida.
Toda la vida para sufrir, pero también, toda una vida para estremecerse. Para reír como aquella niña que le enseñó lo divertido que era comerse cada tarde con la sonrisa más grande y la carcajada más sonora.

2 comentarios:

  1. No, no tenemos toda la vida para sufrir, eso lo aprendí hace poco.
    Me gusta tu nueva etiqueta, Madmoiselle Soleil :)

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  2. deja que ese corazon se preste, si hace falta, tiendelo al sol para que coja fuerzas.
    un besote

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