miércoles, 26 de mayo de 2010

Contraproducente.

Anoche me tomé un café a las ocho de la tarde. Sí, es contraprudecente si lo que pretendo y necesito (ahora más que nunca) es dormir seis horas seguidas, como mínimo. Porque se supone que esa cantidad de horas entran todavía entre las recomendadas por los médicos. ¿no?
Pero no pude dormir.
Hoy se acabó la tinta de la impresora, pero tampoco me importó. No me enfadé con ella, ni siquiera bajé la musica. Preferí inventarme un baile en mitad de la cocina ante sus ojos. E intentamos acumular motivos que nos hagan pensar que la vida es una estúpida broma, y que al final, nos da más de lo que parece. Es difícil, pero hay días, hay miércoles, que todo parece algo más sencillo.Y muy a pesar de que tenga que estar toda la tarde mirando a un ordenador, destrozándome los ojos un poco más, machacándome la espalda o recibiendo consejos que ya no necesito; intentaré volver a casa sonriendo a las nueve de la noche.Porque a las nueve de la noche todavía quedan niños en el parque, porque a las nueve de la noche todavía hay parejas de octogenarios recorriendo calles de la mano, porque a las nueve de la noche entro por la puerta y me siento descansada. Y aunque yo quería hablar de que a veces ignoro que el café es contraproducente para mí, también es contraproducente (sólo a veces): enamorarse, confiar, soñar algo más de la cuenta y esperar algo que sabes perfectamente que no va a llegar. Ilusionarte hasta las trancas, y querer hasta con la piel que recubre tus uñas que has vuelto a morderte porque la vida va demasiado rápida y a ti han vuelto a poderte los nervios.
Anoche me tomé un café a las ocho de la tarde. Y no pude dormir.

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