sábado, 8 de mayo de 2010

Napolitana (de chocolate).

Dice que me exijo mucho a sí misma, y tal vez por eso explote en llanto en momentos inoportunos. Puede que tal vez, y también por eso, sea sensible hasta la médula y no sepa repararlo. Dice que lo que menos me conviene ahora es que el resto me cree preocupaciones y me genere agobios innecesarios. Y tiene razón. Pero no es fácil. Siempre hay alguien que requiere de ti, y tratas de buscar tu propio espacio, pequeñito, pero tuyo, al fin y al cabo. También está el factor INCOMPRENSIÓN. Porque, como dice ella, quien no pasa por este tipo de experiencia, no puede tampoco comprender qué sientes, la cantidad de trabajo que tienes, y la cantidad de tiempo que no puedes dedicar a la gente que quieres, ni siquiera a ti misma.
¿Hace cuánto que no me escapo a ver romper las olas? ¿Hace cuánto que no descanso bien y no duermo mejor? ¿Hace cuánto que me río sin pensar que mañana estaré llorando por cualquier tontería?
Ese sube y baja, esa noria en la que estoy inmersa y sabiendo que ahora no puedo apearme de ella, hace que la ansiedad ocupe mucha parte de mi mundo, pero sobre todo, casi por encima de todo, quien decide que algunos de mis días sean una mierda, es mi estado anímico. Puedo fingir que estoy bien, puedo sonreír más de la cuenta para que nadie pueda identificar una pena enorme detrás de mis labios, puedo hacer esto y más, pero tampoco me beneficia.
Y al final, me viene a la cabeza una idea que se aleja de todo esto: si soy exigente conmigo mismo, si siempre me he exigido hacer las cosas bien, si siempre he intentado y conseguido querer como nunca, amar al máximo...¿puede que haya exigido lo mismo al resto? Puede que sí, o puede que no. Pero sí espero que esa sea una de las cosas que no dictamine la desilusión y la pena en mi futuro.
Habrá que desligarse un poco de todo. Habrá que seguir siendo un poco niña para olvidarme de que mis 21 años van cargados de responsabilidades, de obligaciones, de muchas cosas que y por hacer. Habrá que salir a ver el sol, y seguir su consejo: saborear una deliciosa napolitana de chocolate.
Porque supongo que siempre preferí al chocolate para ahogar las penas, que al alcohol. Porque supongo que esto es sólo una asquerosa racha de esas que parecen nunca acabar. Porque supongo que a partir de ahora tocará dar menos, y quedarme con algo para mí, de reserva. Para encontrar algo en la despensa de los sentimientos, cuando ya no quede casi nada.

3 comentarios:

  1. Habrá momentos para darlo todo otra vez, pero ahora sí. Yo creo que ahora toca guardar algo en tu despensa.

    Besos de chocolate.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo... me ha sacado una sonrisa tu comentario,:) pero ojalá pudiera identificarte...

    Juanma, tú como siempre, animándome, regalándome los besos que más me hacen falta.

    Gracias.

    ResponderEliminar