domingo, 30 de mayo de 2010

Tarde.

- ¿Crees que nos equivocamos?
- Creo que no fuimos inteligentes y que no supimos cambiar las cosas.
- ¿Y qué harías ahora?
- ¿Ahora?
- Sí, ahora.
- Nada. Creo que no haría nada, y creo que de no hacerlo, tampoco me arrepentiría el resto de mi vida. Tú ya no me querías y yo perdí mi confianza en ti. Sin eso, nada podría haberse arreglado.
- Supongo que llevas razón.
- Y supongo que esta conversación no tiene ningún sentido.
- Tal vez, pero quería despedirme de ti. No quiero que pasen diez años y entonces pueda torturarme porque ni siquiera lo hice.
- ¿El qué?
- Pues despedirme, decirte adiós.
- Hubiera estado mejor que no te despidieras. Yo ya te había olvidado lo suficiente como para no necesitar esto.
- Pero es que yo sí lo necesitaba. Aún así, tampoco estaré en paz el resto de mi vida sabiendo que esto era de verdad, que esta pérdida era de verdad.
- Llegaste tarde para darte cuenta de todo. Demasiado tarde.

Quizá.

Quiza el no tuviera la culpa de no saber que a ella las tormentas de verano y el café con un solo azucarillo no le gustaban. Quiza desconocía que ella se moria por ser feliz durante una tarde, solamente una tarde. Quiza no estaban hechos el uno para el otro, y eso, ella, tampoco lo sabia.Quiza pecaron de ilusos, de querer comerse un trocito de la peninsula que habian creado (casi a medida) para ambos.Quiza esperaron que el reloj se pararan, pensando que asi ocurriria. Pero se olvidaron de que siempre, el reloj sigue contando las horas. Se pierden, se viven o se matan los segundos de cualquier modo y ella solamente queria acariciarle el pelo una vez más. Quiza el no tuviera la culpa de ignorar que ella sonreia para el resto del mundo y que se perdio su ultima gran sonrisa. En realidad, ella es mas valiente, aunque sabe que si de algo tiene la culpa ahora mismo, es de escribir un quizá.

viernes, 28 de mayo de 2010

Bórrame, y estaremos en paz.

No sé por qué pero ahora confío más en lo desconocido, que en lo conocido (debe ser que tú has hecho mucho para que esto haya sucedido). No sé por qué, pero soy chica de cantautores que cantan con la voz rota y el corazón muy tocado, más que de veinteañeras británicas que arrasan las discotecas de cualquier ciudad. No sé por qué pero tú cambiaste tu manera de vivir la vida, y yo seguí siendo la misma de siempre. Y no creo que eso (mi capacidad para dejar de ser quien he sido siempre) sea malo. De hecho creo que es lo mejor que (no) he hecho en toda mi vida.
He querido con cada uno de mis latidos, he besado con el impulso de cada bombeo que me ha dado un segundo de tiempo, detrás de otro. He esperado como si tuviera todo el tiempo del mundo guardado en los puños de mis manos. He confiado como si mi piel fuera acero y nada pudiera romperla. He cantado como si delante de mí hubieran estado las personas que más he necesitado. He caminado como si mis huellas pudieran dejar alguna pequeña mancha en la memoria de la gente que me ha valido la pena.
Y a ti, a ti ya no te reconozco. Sólo me queda el recuerdo de que tú me sonreías mucho, y de que, al menos conmigo, eras muy buena persona. Tenías magia. Escribías poesías. Tocabas la guitarra y me dedicabas canciones. Quizá lo hacías porque yo te importaba y eso lo bastaba todo. Quizá lo hacías porque tejimos, con sólo 15 años, un gran lazo que lo podía, lo sostenía todo. Pero ahora no pareces ni la mitad de lo que aquel chico era para mí. Han bastado 6 años para decepcionarme como amigo, y lo que es mucho peor, como persona.
Y de verdad que siento no poder mirarte a los ojos, y mucho más, siento no querer hacerlo el resto de mi vida. Pero tampoco debe calarte demasiado cuando anticipé este final hace unas cuantas semanas.
Sólo espero que si alguna vez te sientes solo, si en algún momento te decepciona la vida; no pienses en mí. Habría estado siempre ahí, habría querido estar siempre ahí, pero un amigo es aquel que a pesar de toda la felicidad que le origina el resto del mundo que deja de ser tú, sigue ahí, dedicándote tiempo y ganas de seguir siendo para ti unas manos a las que agarrarse por si caes, o unos brazos que te aportan el calor que has perdido por descuido.
Tú no has sabido ser eso para mí. Tu vida cambia, e inconscientemente, nuestra relación también. Y yo ni estuve, ni estoy, ni estaré preparada para tener que atenerme a tantos cambios entre nosotros cuando tus días son distintos. Yo no nací para vivir en una noria, yo no nací para recibir sorpresas los días pares, yo no nací para quererte. Y darse cuenta de ello escuece, pero he aprendido a ser sin ti. He aprendido a soñarte y no quererte. He aprendido que yo merezco algo mejor. Alguien que pese a todo, me diga lo bonita que estoy cuando lloro, y que no me abandone, sobre todo que no me abandone.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Contraproducente.

Anoche me tomé un café a las ocho de la tarde. Sí, es contraprudecente si lo que pretendo y necesito (ahora más que nunca) es dormir seis horas seguidas, como mínimo. Porque se supone que esa cantidad de horas entran todavía entre las recomendadas por los médicos. ¿no?
Pero no pude dormir.
Hoy se acabó la tinta de la impresora, pero tampoco me importó. No me enfadé con ella, ni siquiera bajé la musica. Preferí inventarme un baile en mitad de la cocina ante sus ojos. E intentamos acumular motivos que nos hagan pensar que la vida es una estúpida broma, y que al final, nos da más de lo que parece. Es difícil, pero hay días, hay miércoles, que todo parece algo más sencillo.Y muy a pesar de que tenga que estar toda la tarde mirando a un ordenador, destrozándome los ojos un poco más, machacándome la espalda o recibiendo consejos que ya no necesito; intentaré volver a casa sonriendo a las nueve de la noche.Porque a las nueve de la noche todavía quedan niños en el parque, porque a las nueve de la noche todavía hay parejas de octogenarios recorriendo calles de la mano, porque a las nueve de la noche entro por la puerta y me siento descansada. Y aunque yo quería hablar de que a veces ignoro que el café es contraproducente para mí, también es contraproducente (sólo a veces): enamorarse, confiar, soñar algo más de la cuenta y esperar algo que sabes perfectamente que no va a llegar. Ilusionarte hasta las trancas, y querer hasta con la piel que recubre tus uñas que has vuelto a morderte porque la vida va demasiado rápida y a ti han vuelto a poderte los nervios.
Anoche me tomé un café a las ocho de la tarde. Y no pude dormir.

lunes, 24 de mayo de 2010

Superas los límites.

Que iba a dejar de quererte era una idea fea, pero al fin y al cabo, en vistas de cumplirse. Y así fue, y así ha sido. Y no se ha acabado el mundo, y tú eres feliz, y yo lo intento (aunque sigo pensando que sin ti en mi vida es y será más fácil conseguirlo).
Que iba a tener unas ganas irremediables de odiarte, además de feo, era insano. Pero se ve que no me lo estás poniendo nada fácil. Que prefieres ir disfrazado de ignorante a pesar de hacer daño a quien más te quiso, a pesar de tocar lo que más quiero, a pesar de ser realmente indeseable ante mis ojos.
Has caído más bajo de lo que pensaba. Actúas de una manera que me recuerda a personas que eché de mi vida por las mismas razones por las que tú ahora ya no estás en ninguno de los capítulos que escribo sobre mi futuro. Me has vuelto a dar motivos para pensar que hace dos meses tomé otra de las decisiones más acertadas de este último tiempo.
Y como bien sabes, esa pequeña parte de bruja que nunca me abandonó, me llevó a separarme de ti, a imaginar que me fallarías, que lo mejor sería desprenderme de ti antes de que fuera demasiado tarde como para volver a recuperar mi esencia, el origen de mi felicidad, mis sueños más minúsculos pero más valiosos a la vez.
Acerté.
Pensé mal, y acerté. Como muchas otras tantas veces después de que tú me fallaras a lo grande por primera vez.
Tus errores han provocado mis aciertos. Y puede sonar a paradoja, pero te juro que no. Que nunca tantos detalles de este tipo me habían abierto tanto los ojos.
Y sí, debe ser que a la única persona a la que te resulta fácil hacerle daño soy yo, pero ya no me importa. Llegará el día en que todo esto no tenga sentido, en que me ría a carcajadas en la arena sobre lo tonto que has sido y sobre cuánto la has cagado últimamente. Hasta perderme del todo. Cosa que no te importa, yo, que no te importo.
Pero una vez perdida la confiana, y acto seguido, la delicadeza; no puedo mentirte y decirte que aún me quedan palabras suaves en mi diccionario para ti. Porque no. Porque te lo llevaste todo, y al mismo tiempo, no te llevaste nada.

lunes, 17 de mayo de 2010

La peor manera de decirse adiós.

A decir verdad, nunca pensé que el final, nuestro final, llegara a ser tan seco, tan soso, tan insípido... A decir verdad, esperaba palabras del tipo: "Pues ¿sabes una cosa? Me va a dar mucha pena que esto acabe del todo, para siempre...¿me entiendes? Me produce mucha lástima que tú y yo no podamos volver a mirarnos a la cara, a decirnos con sonrisas lo que con palabras ya no pueden decirse dos amigos, a intentar redescubrirte de nuevo, con otra piel y un corazón distinto."
Quizá esperaba palabras de ese tipo en tu boca porque yo una vez quise hacer poesía. O porque lo nuestro me pareció más importante de lo que tú creías, o porque a veces resumir tantos años de amistad y amor en "Vale, lo respeto, te respeto. Adiós", me parece algo anormal, o ilógico, o simple. Demasiado simple. Pero a estas alturas de nada me valdría decirte que fue una despedida de las que nadie querría vivir, ni presenciar, ni recordar.
Podríamos haber tenido otro estilo, otras sílabas que transmitirnos. Pero no era el momento, ya había demasiado daño, o rencor, o decepción...no sé Dímelo tú. Todo te daba igual, antes de enero y después, entonces tampoco podía pedirte nada. Ni ahora podría pedirte que dieras una sola vuelta a tu cabeza y decidieras por una sola vez qué es lo que crees que sería más correcto decirme, por última vez.
Lo penoso (o no) de todo esto es que se acabaron los minutos para nosotros, se rompieron los relojes, se gastaron los calendarios y el sol decidió salir para tí, y para mí, pero no para ambos. Ni siquiera en esta ciudad que aún compartimos.
A decir verdad, despedirse de una manera tan fría solamente puede ser sinónimo de que nada resultó ser tan bonito como parecía. ¿no?
Ni tú eres el chico pasional que un día creí conocer, ni yo soy la chica dura que he querido aparentar todo este año. Y me duele, hasta cierto punto, que te faltara poesía y sobrara dulzura. Pero eso ya no me va a afectar más. Por eso miro la parte positiva de la pila, y me quedo con mis versos, con mis lágrimas, con mis sonrisas. Porque creo que si de rasgar la piel de mi corazón se trata, prefiero ser yo misma, mi cabezonería o mi ignorancia sobre el amor, lo que se encargue de romperlo. De estrujarlo o reestablecerlo de nuevo.
Pero no tú. Ya no.

domingo, 16 de mayo de 2010

Lo que me cura.

Después de tres días con un gran dolor de oídos y garganta, sólo podía pedirme a mí misma sonreír. Un poco. Para parecer un ser menos triste en la ciudad. Porque también me tocaba, supongo. Porque no es bueno dejar porciones de pena allá a donde vas. Porque yo era alguien muy alegre, y quiero que esa parte de mí vuelva. Lo necesito, y además, creo que también lo necesitan ciertas personas que me rodean.
Porque este sábado volvió a decirme que no estaba bien, porque la gente se acostumbra a que sonría varias veces por minuto, porque me dijo que alzara la cabeza, y que buscara razones por las que sonreír, puesto que razones para llorar siempre tenemos. Y lo sabe, y lo sé.
Pero es difícil llevar a la práctica consejos así. Es difícil, pero no imposible.
La cosa cambió. Puede que fuera el sol, o los dulces del café, o el paseo en bicicleta, o el paseo por las calles del pueblo, o la tarde en la playa, dejándome inundar por el azul del Mediterráneo. Sí, creo que a parte de los antibióticos, estas cosas son las que me están curando.
Esperemos que la semana no estropee lo poquito que he conseguido. Y espero, que Laura, la de las carcajadas limpias y delicadas, no tarde en regresar.

viernes, 14 de mayo de 2010

Proceso de aprendizaje.

La vida en este último año me ha enseñado a:

1. Dar en cantidades iguales de lo que recibo (eso me ha ahorrado y sigue ahorrándome muchos dolores de cabeza y mucho mucho tiempo).
2. No cerrar los ojos más de la cuenta (me ha convertido en alguien mucho más consciente de las verdades que duelen, pero que al fin y al cabo, están ahí para afrontarlas, y no para huir de ellas).
3. No lamentarme porque la gente piensa en sí misma y punto (es algo que ya sabía pero que no quería decirme en voz alta para no hacerme más daño).
4. Soñar más y vivir más lento (quizá por eso siempre tenga sueño y me apetezca saborear el momento).
5. No confiar en palabras muertas y proverbios sinsentido (entrenándote, es fácil distinguir quién dice la verdad de quién no).
6. No alimentar ilusiones estúpidas (pensar que ciertas personas siguen siendo lo que fueron, es una pérdida de tiempo, lo que no concuerda con el punto 1.)
7. Ser menos idiota en esto del querer (cerrar la cremallera al corazón durante ciertas etapas siempre está bien, sobre todo cuando te lo maltratan de la manera más fea de todas).
8. Ponerme guapa en días difíciles y salir a comerme el sol (a veces no vale con que tu madre te diga lo bonita y lo dulce que eres y lo que importa es intentar valorarte tú misma desde el minuto 0).
9. Creer menos y leer más (es una decisión mucha más inteligente)
10. Volver mi vida algo más bonita (esto es simple: te despides de la gente que sólo sabe hacerte daño y te quedas con las personas de verdad, las que están sin que lo pidas, y las que permanecen. Sobre todo las que permanecen).

miércoles, 12 de mayo de 2010

Engaños.

Estuvimos mucho tiempo juntos, pero si ahora alguien te preguntara: ¿Cuál es el sabor de helado favorito de Laura? ¿Y su flor favorita? ¿Y su escritor preferido?...
Pues simplemente, que no las podrías contestar, pero ni ahora, ni antes. Puede que nos conociéramos mucho, pero ni sabes ni sabrás todas estas cosas. Tampoco te interesan, lo sé. Pero a veces me pregunto: ¿puede que llegue el día en que abra los ojos y pueda volver a necesitar de mí? Aún así, y aunque dudo que esto sucediera, el verbo poder no me valdría. A mí me vale el verbo QUERER.
Es como quien apoya a alguien porque debe, o como el que está ahí porque sabe que es lo que tiene que hacerse, por diplomacia, por cualquier otra cosa que se aleja un poco bastante del dictamen del corazón más puro. Eso es una puta mierda.
Pero qué te voy a contar a ti, si en estos últimos tiempos tu corazón ha latido por cualquier cosa, y hacia cualquier corazón. Y no es que te hayas engañado a ti solo, es que posiblemente te hayas dejado engañar por la vida. Y tal vez estés engañado ahora o en un futuro.
Me gustaría que cuando cumplieras 30 años hicieras un recuento de los momentos felices de tu vida, muy seriamente. Puede que me aparezca en forma de un recuerdo desgastado, o en forma de una sonrisa casi transparente... pero si por casualidad aparezco como aquello que sabías que era bueno para ti, y llega a dolerte...eso significará que volvió el verdadero chico que creí conocer.
Bueno...en realidad, puede que lo único que llegue a dolerte es que no sabrás cómo y quién seré cuando también tenga 30 años. O no. A saber...
A veces creo que tiré años a la basura, otras veces creo que lo que mejor
se nos ha dado ha sido estropearnos un pasado juntos,
y otras veces, las más optimistas, pienso que aunque muy poco,
y casi imperceptiblemente, me querrás toda la vida.
O me echarás de menos.

lunes, 10 de mayo de 2010

Comida china.

Hoy te vi. No se me aceleró el corazón al verte tras el cristal. Tampoco al verte acompañado. Es algo que tenía que ocurrir(me) ¿no? Será que hoy vi salir el sol muy pronto y eso provoca que me sienta mejor antes de tiempo.
Hoy te vi y me he acordado de nuestra última cena juntos. Y dudo escribir esa palabra porque ni siquiera te sentía ahí. Solamente te veía, pero no te sentía. No podía hacerlo. Tú ya habías tenido lo que habías estado buscando. Y lo único que te importó fue si yo estaba de acuerdo en pedir comida china por teléfono. ¡Qué pena! pensé, y pienso. Qué pena que fueras tan frío, qué pena que estuvieras tan vacío en ese preciso momento y en todos los que vinieron después.
También he pensado que si te he echado de mi vida no es solamente porque ya no te reconozco, sino porque te resultaba fácil hacerme daño, haya o no sentimientos de por medio. Lo conseguías fácilmente. Y por eso abandoné nuestra amistad, porque a pesar de ser bastante confusa, a ti ya no te importaba ni te afectaba hacerme daño, ni hacerme llorar. Y si eso no te importaba, tampoco podía importarte yo. Y por ahí no pasaba. Lo siento, pero no.
No soy como tú. Ni tú eres como yo. Y tampoco teníamos que ser siameses para que esto funcionara, pero sí tenías que conservar esa parte de bondad y de magia que antes tú tenías, pero no. Ya no te queda nada que a mí me guste. Ya no me vale tu interior, ni tu mente, ni nada que te forme. Es una pena, es triste.
Y, tratando de buscar alguna canción que definiera este final que nos ha tocado vivir, la he encontrado, creo que he acertado.
Si tuvieras buena memoria te acordarías de ella. Y que la escuchamos juntos en el cine hace mucho, mucho tiempo. Y que nos encantó a los dos. Pero ni siquiera ya quiero, ni me apetece que te acuerdes.
Todo ha sido triste. Así me lo parece. En esa palabra resumo toda nuestra vida juntos. Pero ya ha pasado, y al final, y lo mejor de todo, es que yo ya no tendré que preguntarme el resto de mi vida qué hubiera pasado si. (..)

sábado, 8 de mayo de 2010

Napolitana (de chocolate).

Dice que me exijo mucho a sí misma, y tal vez por eso explote en llanto en momentos inoportunos. Puede que tal vez, y también por eso, sea sensible hasta la médula y no sepa repararlo. Dice que lo que menos me conviene ahora es que el resto me cree preocupaciones y me genere agobios innecesarios. Y tiene razón. Pero no es fácil. Siempre hay alguien que requiere de ti, y tratas de buscar tu propio espacio, pequeñito, pero tuyo, al fin y al cabo. También está el factor INCOMPRENSIÓN. Porque, como dice ella, quien no pasa por este tipo de experiencia, no puede tampoco comprender qué sientes, la cantidad de trabajo que tienes, y la cantidad de tiempo que no puedes dedicar a la gente que quieres, ni siquiera a ti misma.
¿Hace cuánto que no me escapo a ver romper las olas? ¿Hace cuánto que no descanso bien y no duermo mejor? ¿Hace cuánto que me río sin pensar que mañana estaré llorando por cualquier tontería?
Ese sube y baja, esa noria en la que estoy inmersa y sabiendo que ahora no puedo apearme de ella, hace que la ansiedad ocupe mucha parte de mi mundo, pero sobre todo, casi por encima de todo, quien decide que algunos de mis días sean una mierda, es mi estado anímico. Puedo fingir que estoy bien, puedo sonreír más de la cuenta para que nadie pueda identificar una pena enorme detrás de mis labios, puedo hacer esto y más, pero tampoco me beneficia.
Y al final, me viene a la cabeza una idea que se aleja de todo esto: si soy exigente conmigo mismo, si siempre me he exigido hacer las cosas bien, si siempre he intentado y conseguido querer como nunca, amar al máximo...¿puede que haya exigido lo mismo al resto? Puede que sí, o puede que no. Pero sí espero que esa sea una de las cosas que no dictamine la desilusión y la pena en mi futuro.
Habrá que desligarse un poco de todo. Habrá que seguir siendo un poco niña para olvidarme de que mis 21 años van cargados de responsabilidades, de obligaciones, de muchas cosas que y por hacer. Habrá que salir a ver el sol, y seguir su consejo: saborear una deliciosa napolitana de chocolate.
Porque supongo que siempre preferí al chocolate para ahogar las penas, que al alcohol. Porque supongo que esto es sólo una asquerosa racha de esas que parecen nunca acabar. Porque supongo que a partir de ahora tocará dar menos, y quedarme con algo para mí, de reserva. Para encontrar algo en la despensa de los sentimientos, cuando ya no quede casi nada.

viernes, 7 de mayo de 2010

Conclusión.

No tenía siquiera 5 años y ya me había aprendido "La chica ye-ye" y un baile acorde a la melodía para danzar por la casa. No tenía siquiera 6 años y ya pensaba a lo que quería dedicarme cuando fuera mayor. No tenía siquiera 7 años y ya me apetecía ser tan feliz como lo es Julia Roberts en el final de Pretty Woman. No tenía siquiera 8 años y me dedicaba a ser la madre de 10 muñecas, poniéndoles el mejor vestido y los zapatos más bonitos. No tenía siquiera 9 años cuando invertía mis tardes en la playa interpretando obras de teatro imaginarias ante dos únicos espectadores. No tenía siquiera 10 años que me inventaba programas de radio en la habitación de mi hermano. No tenía siquiera 11 años, y ya me había dado cuenta de lo loca que me volvían tus ojos marrones. No tenía siquiera 12 años, que era lo suficientemente inteligente como para pasar el mayor tiempo posible a tu lado entre esas cuatro paredes, llenas de dibujos, mapas y muebles amarillos. No tenía siquiera 13 años, y ya te había perdido.
¿Qué conclusión podemos extraer de esto?
Porque yo no lo sé.

Privilegiados.

Puede que de haber tenido otro tipo de destino, tú me hubieras querido y yo me hubiera enamorado de ti. Puede que si en el momento preciso hubieras ido tras de mí, te hubiera regalado un abrazo demás y un beso en la nariz, en la boca, en el cuello. Puede que si me hubieras buscado alguna vez (si te hubieras atrevido), hubiéramos compartido, como mínimo, un paseo. Puede que de haber sido más mayores hubieramos soñado menos y actuado más. Puede que hubieras imaginado tenerme ahí para buscarme mucho más tarde. Puede que de haber seguido a cinco minutos de tu casa nos hubiéramos encontrado en alguna esquina, en alguna tienda, tras algún cristal...como aquella vez cuando yo estaba mirando algún libro para comprarme y tú estabas detrás de ese ventanal con otro compañero del colegio, sonriéndome entonces. Y entonces todo me parecía lejano. Sólo podía pensar que tú ya no estabas a cinco metros, a siete sillas de distancia, a un segundo de mirarte. Sólo quería pensar que aunque nos hubiéramos distanciado físicamente, yo siempre estaría en tu vida de alguna manera, y que los años compartidos no caerían en un saco de recuerdos rotos, que después se empañarían con el polvo del tiempo transcurrido. Puede que te hubiera necesitado cada día si hubieras aparecido en mis tardes, alguna vez, solo alguna vez. Puede que de ser así, hubiéramos comenzado alguna historia. No de amor (o sí), pero alguna historia profunda, intensa, llena de momentos, secretos, palabras. Al fin y al cabo, es eso lo que no tuvimos nunca no? Una historia que se pudiera contar después.
Sí, puede que nos hubiéramos enamorado el uno del otro, pero ya nunca lo sabremos. Y, sin embargo, aunque yo ya no exista para ti, aunque una discusión tonta y tu indiferencia me hiciera pensar que yo ya no existo ni existí para ti, te aseguro que algún día apareceré en tu vida, entraré por la puerta, y te diré todo lo que no te dije nunca. Puede que te sonría varias veces por minuto para que decidas mirarme al hacerlo y asi quedarte con alguna sonrisa, solo si quieres, y mi recuerdo sea menos perecedero.
Sin duda, una de las cosas pendientes que tengo en mi lista de planes es acudir a tu portal cualquier día, y poder escuchar tu voz, poder volver a verte aunque tú no quieras verme a mí, sentir otra vez como es eso de abrazar al niño que marcó tu infancia.
Y, por último, solo puedo decirte que fuimos privilegiados. ¿Por qué? Dirás... porque aunque teniamos una relacion de amor-odio con 10 años, también teniamos (o al menos yo lo sentia asi) la necesidad de no perdernos.
Cuando salia del colegio, queria que pasara rapido el tiempo para poder volver a cruzarme contigo, en la fila, en clase, en el gimnasio, en cualquier lugar. Cualquiera me valía. Ahora, ahora me gustaría saber si de verdad tú lo sentiste asi, si de verdad tú ansiabas verme como yo a ti cada año, cada estacion, cada mes, cada día.
Volveré a tu vida, aunque solo sea por un segundo, y daré cualquier cosa porque vuelvas a mirarme, y hagas lo que desees, y digas lo que sientas.

Está a punto de llover.

Está a punto de llover. El cielo está muy negro, y ahora solamente se me ocurre pensar que por qué creí que solo por una vez, conectamos, compartimos tiempo y espacio. Y tal vez fue así, pero ahora todo me parece muy lejano, confuso, y casi opaco. Puede ser que diera demasiada importancia a tu presencia en mi vida, puede ser que me dejara llevar, puede ser que diera rienda suelta a esto de sentir por gente como tú, puede ser que no quisiera o no supiera, mejor dicho, frenar los latidos por minuto de este corazón idiota. (muy idiota).
Está a punto de llover, pero en mis ojos no. Al menos no hoy. Creo que llorar cuatro veces por semana no es bueno para nadie. Y tampoco para mí. Creo que me merecía a alguien mejor que tú. Creo que no supiste cuidarme. Creo que de todas las casualidades posibles, la nuestra únicamente podría concebirse como un milagro. Porque creo que solo hay un 1% de posibilidades (casualidades) que nos volvamos a ver. Que yo vuelva a temblar antes de darte un beso en la mejilla, y que tu vuelvas a sonreirle al mundo.
Está a punto de llover, y yo seguiré preguntándome el resto de mi vida si alguna vez tú te preguntaste a ti mismo ¿qué hubiera pasado si la hubiera besado otra vez?

jueves, 6 de mayo de 2010

Masoquismo nocturno, (puro y duro).

Soñarte era una de las cosas que hacía (mucho) tiempo que no hacía. Por eso me sentía libre, bien, viva. Soñarte era una de las cosas que más me han asustado a lo largo de todo este tiempo. Soñarte paralizaba mi mente, y sangraba mis retinas. Soñarte me amenaza con la soledad, con la melancolía, con la decepción.
Y no soñarte...no soñarte era una realidad conforme a mis necesidades. No soñarte me permitía olvidar(te) un poco más, no soñarte frenaba el cronometro con el que contaba uno a uno los meses que llevaba sin saber de ti.
Pero esta noche tenia que soñarte, por narices, o por decreto ley, pero he tenido que hacerlo. Mi subconsciente no está conforme con nada, sólo hace más que ponerme la zancadilla en etapas difíciles, y estoy harta. Pero sobre todo, decaída. No quería yo en este momento recordar que ya son 10 meses desde que pronuncié eladiós definitivo. De la pérdida de una amistad que para mí si significaba algo (mucho).
De todas formas, siempre ha sido parte de mí autodestruirme los días o las tardes, mejor dicho, para recordarte de la manera más sencilla con las canciones que seguramente habrás borrado de tus oídos y tu vida. Los únicos recuerdos que te dejé, los pocos que querrás recordar o no. Mantener contigo. Yo ya no lo sabré. De todos modos, soñar que volvimos a compartir un instituto, soñar que conservas la primera y única poesía que te regalé con 13 años, y ver que me la devuelves, y que yo tengo la fuerza suficiente como para reciclarla, me causa intriga, y es entonces cuando quisiera indagar sobre el significado de este sueño. Pero si tuviera que saber qué significa cada uno de estos sueños, si tuviera que saberlo... me pasaría una semana sin dormir.
Aún así, sigo esperando que alguna mañana tú también te despiertes con mi rostro en tu mente, con mi voz en tus sueños, para que solo de esta manera, te acuerdes, y aunque solo sea una vez al año, de quién fui yo, de que yo estuve ahí, en definitiva.

miércoles, 5 de mayo de 2010

No supo comportarse.

Le araño el corazon, supo cortar y pegar todas sus lagrimas en un cuento de papel. Le acaricio el alma un par de veces buscando en ella amor de contenedor. Quiso su extasis, su pasion momentanea y dos noches de alcohol y besos baratos. Le sobraba el amor certero, los suspiros contados, los sueños dorados. Le dejo la parte fria de las sabanas en su cuerpo para congelarla, derrocho tiempo en darse calor para dejarla helada, le sonrio por costumbre y le llevo el desayuno a la cama por casualidad.
No supo comportarse, pero nunca lo supo. No se dio cuenta de todas sus heridas, y sí fue perfecto en eso de agrandarle viejos rencores y dolores que le habian marcado demasiado hondo. No le acariciaba el pelo para no hacerla sentir sola, sino para poseerla cinco minutos mas. No le tocó cada parte de su abdomen para contagiarla algo de cariño, sino para sentir algo de placer que echaba de menos y sentirse él, asi, menos solo, o mas admirado, pero ya no quedaba admiracion por ninguna de las dos partes. Ningun tipo de amor, nada de nada, pero, como casi en todo, tuvo que pasar el tiempo para que el se olvidara de eso, y ella se arrepientiera de TODO.

No nací para eso.

Yo no naci para ser competidora de triatlon, ni mucho menos. No naci para darme cuenta de lo jodida que es la vida con personas que no merecen tantas porciones de dolor de manera discontinua pero frecuente.

Yo no nací para darme de bruces contra la pared una y otra vez, depositando kilogramos de confianza en oídos sordos y corazones de metal. No nací para decepcionarme a pasos forzados. Pero, aún así, y a pesar de todos los motivos por los que creemos no haber nacido, descubrimos que siempre nos atraca esa posibilidad de dañarnos, de calarnos. Y como si de vapor se tratase, la alegría y la serenidad que logramos conservar cada día, se esfuma, poco a poco, y precisamente, por esa facilidad del resto para hacernos daño, por esos oídos sordos, por esos corazones de metal.

Lo que mejor se le da.

Me decía que se le daba bien reír, pero mucho mejor llorar. Me confesaba que se le daba bien vivir, pero muchísimo (pero muchísimo) mejor soñar. Me contaba que se le daba bien correr, pero mucho mejor andar.

Una mañana, llena de rayos de luz, me preguntó:

- ¿Por qué crees que me duele tanto el corazón?
Y mi respuesta fue:
- Te duele tanto el corazón porque lo que mejor se te da es querer. Quieres con cada milímetro de tu corazón. Quieres en cada mirada, con cada pestañeo. Quieres tanto, que te duele. Sí, sin duda, es eso lo que mejor haces.

martes, 4 de mayo de 2010

Eres un extraño para mí, y ya no me da miedo.

Después de estos días tan intensos, largos, llenos de sueño, frío, carretera, tierra, lágrimas atropelladas entre sí y mucho, mucho cansancio en mi espalda, piernas y rodillas, ¿qué me queda por decirte? Que hacía bastante tiempo que no me sentía tan y tan sola. Que hacía bastante tiempo que no me veía necesitada de palabras reales, sinceras, y llenas de calor. Que hacía bastante tiempo que quería autoconvencerme de que tú no habías cambiado, que seguías siendo buena persona... pero no. ¿A qué persona se le ocurriría no dar el pésame a una nieta? ¿A qué tipo de persona, que ha compartido contigo tantos años de tu vida, se le ocurriría no enviar un simple y descarnado mensaje con un "lo siento" a media mañana?
Pues bien, ese tipo de persona eres tú. Eres tú el reflejo de la persona que no quiero que habite en mi vida, en ninguno de los sentidos existentes en que puede haber alguien en mi vida.
Hasta ahora, te habías encargado de amontonar razones por las que quería dejar de verte.
Ahora, te has encargado tú solito de soltar la gota que colmaba el vaso. Y te mentiría si te dijera que en realidad no esperaba alguna mísera noticia de tu parte, diciendo, mintiendo, que lo sentías, que me recuperara, o interesándote por saber cómo me encontraba.
Pero, a decir verdad, además de ilusa soy tremendamente estúpida. Ni yo merecía colmar confianza en ti hasta ayer, ni tú te has merecido que te deseara suerte en la vida. Las cosas así no funcionan. Las vidas deben equilibrarse, los deseos, las palabras. Y yo siempre he tenido demasiadas para ti. Hasta ahora gasto de mi tiempo, de mi valioso tiempo, en escribirte, esta vez, para reprocharte (sí, por una vez quiero REPROCHARTE) que no has tenido ni la sensibilidad de ser empático, de pensar cómo estaría yo. La persona que te amó con todas las arterias, con todas sus venas, con todas sus respiraciones. La persona que ha intentado cada día recuperar tu cariño intentando borrar con las dos de sus manos los malos recuerdos y los errores más garrafales. Pero ya no.

Además, sigues haciéndome favores (como siempre) sin darte cuenta. ¿Qué tipo de vida hubiera tenido si te hubiera dejado quedarte en ella? ¿Alguien como tú que ni siquiera siente la necesidad de transmitir un sentimiento cuando algo así sucede? Pues bien, solo puedo secarme las lagrimas, e intentar sentirme acompañada de las pocas verdades que me rodean de vez en cuando, de los pocos sentimientos reales que deambulan por este mundo de intereses y palabras forzadas. Porque no te quiero, ni a ti, ni a tu interés, ni a tu falta de tacto, ni a tu venganza, ni a nada que se le parezca. Porque espero que algun dia te des cuenta de hasta que punto has llegado. Y no puedo culparte porque no naciera en ti escribirme, pero hay que tener un par de narices para vivir como vives, con ese comportamiento tuyo, tan incomprensible, tan penoso. Tan decepcionante. Ahora si puedo escribir (y creermelo) en mayúsculas, que eres un COMPLETO EXTRAÑO para mí.

Y sí, estoy cansada, llena de lágrimas que ya salieron y otras que aún se quedan haciendome compañia mientras voy de camino al trabajo, vacia de personas como tú, defraudada con lo que depara la vida para personas que se merecen lo mejor, y con un cúmulo de pensamientos inamovibles.
En resumidas cuentas: es una pena que tú te hayas convertido en esto, en algo que ni siquiera se parece a lo que fuiste, pero, si me da pena, es por mí. Yo ya no voy a decirte que de seguir asi, vas a hacer daño a todas las personas a las que tal vez en su futuro le importes. Espero que seas inteligente y sensible en tu segunda vida. Tal vez lo consigas. Yo, gracias a Dios, no estaré ahi para verlo. Ni para decepcionarme de nuevo.