viernes, 5 de junio de 2009

6 años, 14 días y 3 horas



1 de noviembre de 2008. Después de 6 años, 14 días y 3 horas, nos volvimos a encontrar. Ese fue uno de los días en que más adrenalina supieron contener mis huesos, aferrándose a todos los músculos que conforman mi cuerpo. Los nervios, al principio y al final, me acabaron delatando. Siempre he pensado que no soy excelente en eso del disimulo cuando las piernas quieren hacerse notar. Temblando. Así me encontraba. Y sólo compartimos dos horas y media después de tantos años sin vernos, sin encontrarnos físicamente.


Dos besos, un leve abrazo y miradas cortas. Puede que en los primeros minutos de aquella tarde del uno de noviembre no fuera capaz de mirarte durante demasiado tiempo. Ese día fue el origen de que meses después te entregara un cd con un título que, en parte, sí tenía sentido. Para mí comenzaste a ser el chico de la coca-cola, y ese mismo chico era el chico bueno, el más simpático, el que se acercaba, el cariñoso y detallista. Nunca pude contemplarte de esta manera porque nunca creí que eras así. Pero la tarde fue bonita ¿verdad? Pero cómo no...le vuelvo a dar demasiadas vueltas a todo.
En teoría estábamos enfadados, pero supongo que, en el fondo, ni tú ni yo queríamos desaprovechar la oportunidad de vernos, después de regresar a esa ciudad varios años después. El reencuentro fue chocante, y alegre. Bonito. También me pregunté qué podríamos haber sentido si hubiéramos estado todos esos años sin hablar y sin mandarnos fotografías. Posiblemente mis piernas hubieran temblado mucho más de lo que lo hicieron, y posiblemente tú hubieras estado nervioso. O quizá lo estuviste, pero tú sí eres bueno en el arte del disimulo y a veces he deseado que no fuera así. Que fueras más explícito, más abierto, más pasional, y te preguntarás ¿por qué? Supongo que desde muy muy pequeña me educaron de manera que acabé siendo una niña cariñosa y cercana. Aún lo sigo siendo. Tú lo sabes bien. Regalo abrazos, besos y sonrisas por doquier. Está en la decisión de los demás la opción de escoger quedárselos. Y yo, la verdad, no sé muy bien qué tipo de decisión has ido tomando respecto a mis muestras de cariño. Supongo que en ocasiones creíste que no era el momento y en otras te hicieron sentir bien, pero cómo ves...vuelvo a imaginármelo todo porque tú no eres de los que explican y yo soy de las que escriben historias al por mayor, y todas me las quedo, también las que hacen daño.

Ojalá hubiera aprendido a ser menos cariñosa. O contigo. Porque sólo así me sentiría menos correspondida con un cariño que no puedo evitar sentir por alguien que de alguna u otra manera siempre formó parte de mí.

Son muchos recuerdos, y esta foto me recuerda a la primera despedida. Resulta paradójico, pero el 18 de octubre de 2002, como bien sabes, no te despediste de mí. Tampoco nunca me diste una explicación. Quizá no tuvieras excusas ninguna, pero a mí me da por pensar...e imagino que por aquel entonces mi marcha no te importaba demasiado, o es que la palabra "adiós" no te gustaba y optaste por no utilizarla. Yo sólo sé que si el 21 de octubre de aquel mismo año hubiera vuelto a clase, y no te hubiera visto ocupar tu silla correspondiente, algo de mí se hubiera muerto, y hubieran acabado muchas cosas. No sé si me comprendes... Tampoco es necesario. No ya a estas alturas en que todo está perdido. O eso creo.

Pero retomo mis pensamientos... tú te despediste de mí por primera vez en esta estación. Con la intención o no de quedarte un rato más mirándome a los ojos. De sonreírme con los tuyos y obtener una decena de sonrisas por minuto de mi parte. ¿Podría haber sido más fácil la despedida? No sé... a mí me costó, e intuyo que a ti te afectaría mínimamente porque no querías subir esas escaleras, después de hacerlo porque yo te lo pedí, te quedaste arriba, mirando, con los brazos cruzados viendo como me marchaba, alejaba, distanciaba... Todo se reduce a lo mismo.

Nos volvemos de nuevo lejanos y tú escondes palabras que nunca dices, sin embargo, eres capaz de dar muchas otras cosas o hacerme inferir el significado de tus sensaciones a través de tus pupilas. Pero nunca creo estar en lo cierto...y cuando lo estoy, quizá sea demasiado tarde, o demasiado pronto. Nunca es tiempo para entedernos.

Sin duda, una despedida no con sabor amargo, sino con un gran poso de alegría en mis mejillas y en mis brazos. Me hubiera gustado explicártelo. Y puede que ahora tampoco sea el momento, pero esto fue lo que sentí. Y quería escribirlo.



1 comentario:

  1. es una bonita historia, y lo mas bonito es el recuerdo que tienes de ella :)

    ResponderEliminar