Hoy comienza oficialmente el verano, y me gustaría poder llamarte, aunque solo fuera durante diez minutos para desearte un feliz período estival, y decirte cómo te han salido los exámenes, cómo está todo en tu vida, pero a ti no te hace falta y a mí no debería hacerme falta.
Hoy me doy cuenta que como tú dijiste cierto día, después de saber lo que es verte, a mí me hace falta hacerlo. Es decir...viajar, quedar contigo, verte un rato y hablarte. Que me invites a una coca-cola, que te cuente mis cosas, que nos miremos unas cuarenta veces por minuto y gires la cabeza y yo te pida que no lo hagas. Que me acompañes a comprar cualquier tontería como en diciembre y como en marzo, y que de camino te rías, o sonrías. Viene a ser lo mismo. Se adelgazan tus labios y todo parece estar en calma. Parece que hasta nos llevamos bien, y entonces en ese mismo instante sé que añoraré ese momento. Y que formará parte de mí.
Quizá escriba sobre todo esto para no olvidarlo. Sé, después de tantos años, que si no escribo sobre lo que vivo o lo que me hacen vivir, lo olvido. Y no hay nada más triste que el olvido de las cosas buenas, de las cosas bonitas. Y tú has hecho cosas buenas y bonitas por mí, aunque no hayas sido consciente de ello, o aunque lo hayas hecho sin querer.
Recordemos que un simple beso en la mejilla o el brillo de unos ojos alegres pueden curar viejos rencores, miedos, o ganas de exclamar verdades que no duelen.
Hoy comienza el verano y sé que tú vas a ser muy feliz. Yo seguiré con mi vida, como hasta ahora. Algunas cosas cambiarán los días siguientes... Quizá deje a la persona que me quiere porque yo no siento ni la misma ilusión ni el mismo amor, quizá me entere que he aprobado todos los exámenes y soy maestra de primaria, quizá disfrute del mar y de las olas como hace una década, y quizá vuelva a enamorarme. Pero sólo quizá. Y tú no serás testigo de todo esto, porque no llamarás, porque no te interesarás, porque no querrás saber, porque no querrás oír... y yo extrañaré tu risa por teléfono, tus despedidas por escrito y tus frases que cortan la respiración una vez cada tres semanas. Y me acordaré de tus palabras y las arrastraré conmigo.
Y quizá sienta la necesidad de escribir más sobre ti, pero entonces me enfadaré conmigo y pararé. Dejaré de teclear, me ataré las manos, y trataré de olvidarte. Pero a continuación de todo esto, intentaré engañarme, y no lo conseguiré.
Y volveré a decirme muy despacio lo idiota que puedo resultar si trato de olvidar tus ojos, tu pelo y tus manos. Y lo idiota que soy, al mismo tiempo, de recordar todas esas cosas cuando hasta hoy, ya, todo, ha dejado de merecer la pena.
Hoy me doy cuenta que como tú dijiste cierto día, después de saber lo que es verte, a mí me hace falta hacerlo. Es decir...viajar, quedar contigo, verte un rato y hablarte. Que me invites a una coca-cola, que te cuente mis cosas, que nos miremos unas cuarenta veces por minuto y gires la cabeza y yo te pida que no lo hagas. Que me acompañes a comprar cualquier tontería como en diciembre y como en marzo, y que de camino te rías, o sonrías. Viene a ser lo mismo. Se adelgazan tus labios y todo parece estar en calma. Parece que hasta nos llevamos bien, y entonces en ese mismo instante sé que añoraré ese momento. Y que formará parte de mí.
Quizá escriba sobre todo esto para no olvidarlo. Sé, después de tantos años, que si no escribo sobre lo que vivo o lo que me hacen vivir, lo olvido. Y no hay nada más triste que el olvido de las cosas buenas, de las cosas bonitas. Y tú has hecho cosas buenas y bonitas por mí, aunque no hayas sido consciente de ello, o aunque lo hayas hecho sin querer.
Recordemos que un simple beso en la mejilla o el brillo de unos ojos alegres pueden curar viejos rencores, miedos, o ganas de exclamar verdades que no duelen.
Hoy comienza el verano y sé que tú vas a ser muy feliz. Yo seguiré con mi vida, como hasta ahora. Algunas cosas cambiarán los días siguientes... Quizá deje a la persona que me quiere porque yo no siento ni la misma ilusión ni el mismo amor, quizá me entere que he aprobado todos los exámenes y soy maestra de primaria, quizá disfrute del mar y de las olas como hace una década, y quizá vuelva a enamorarme. Pero sólo quizá. Y tú no serás testigo de todo esto, porque no llamarás, porque no te interesarás, porque no querrás saber, porque no querrás oír... y yo extrañaré tu risa por teléfono, tus despedidas por escrito y tus frases que cortan la respiración una vez cada tres semanas. Y me acordaré de tus palabras y las arrastraré conmigo.
Y quizá sienta la necesidad de escribir más sobre ti, pero entonces me enfadaré conmigo y pararé. Dejaré de teclear, me ataré las manos, y trataré de olvidarte. Pero a continuación de todo esto, intentaré engañarme, y no lo conseguiré.
Y volveré a decirme muy despacio lo idiota que puedo resultar si trato de olvidar tus ojos, tu pelo y tus manos. Y lo idiota que soy, al mismo tiempo, de recordar todas esas cosas cuando hasta hoy, ya, todo, ha dejado de merecer la pena.
Su egoísmo no merece tu sumisión. No te hagas daño. Vive. BESOS.
ResponderEliminaren realidad, NADA merece tu sumisión. Mas besos.
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