domingo, 16 de mayo de 2010

Lo que me cura.

Después de tres días con un gran dolor de oídos y garganta, sólo podía pedirme a mí misma sonreír. Un poco. Para parecer un ser menos triste en la ciudad. Porque también me tocaba, supongo. Porque no es bueno dejar porciones de pena allá a donde vas. Porque yo era alguien muy alegre, y quiero que esa parte de mí vuelva. Lo necesito, y además, creo que también lo necesitan ciertas personas que me rodean.
Porque este sábado volvió a decirme que no estaba bien, porque la gente se acostumbra a que sonría varias veces por minuto, porque me dijo que alzara la cabeza, y que buscara razones por las que sonreír, puesto que razones para llorar siempre tenemos. Y lo sabe, y lo sé.
Pero es difícil llevar a la práctica consejos así. Es difícil, pero no imposible.
La cosa cambió. Puede que fuera el sol, o los dulces del café, o el paseo en bicicleta, o el paseo por las calles del pueblo, o la tarde en la playa, dejándome inundar por el azul del Mediterráneo. Sí, creo que a parte de los antibióticos, estas cosas son las que me están curando.
Esperemos que la semana no estropee lo poquito que he conseguido. Y espero, que Laura, la de las carcajadas limpias y delicadas, no tarde en regresar.

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