domingo, 21 de junio de 2009

Idiota

Hoy comienza oficialmente el verano, y me gustaría poder llamarte, aunque solo fuera durante diez minutos para desearte un feliz período estival, y decirte cómo te han salido los exámenes, cómo está todo en tu vida, pero a ti no te hace falta y a mí no debería hacerme falta.
Hoy me doy cuenta que como tú dijiste cierto día, después de saber lo que es verte, a mí me hace falta hacerlo. Es decir...viajar, quedar contigo, verte un rato y hablarte. Que me invites a una coca-cola, que te cuente mis cosas, que nos miremos unas cuarenta veces por minuto y gires la cabeza y yo te pida que no lo hagas. Que me acompañes a comprar cualquier tontería como en diciembre y como en marzo, y que de camino te rías, o sonrías. Viene a ser lo mismo. Se adelgazan tus labios y todo parece estar en calma. Parece que hasta nos llevamos bien, y entonces en ese mismo instante sé que añoraré ese momento. Y que formará parte de mí.
Quizá escriba sobre todo esto para no olvidarlo. Sé, después de tantos años, que si no escribo sobre lo que vivo o lo que me hacen vivir, lo olvido. Y no hay nada más triste que el olvido de las cosas buenas, de las cosas bonitas. Y tú has hecho cosas buenas y bonitas por mí, aunque no hayas sido consciente de ello, o aunque lo hayas hecho sin querer.
Recordemos que un simple beso en la mejilla o el brillo de unos ojos alegres pueden curar viejos rencores, miedos, o ganas de exclamar verdades que no duelen.
Hoy comienza el verano y sé que tú vas a ser muy feliz. Yo seguiré con mi vida, como hasta ahora. Algunas cosas cambiarán los días siguientes... Quizá deje a la persona que me quiere porque yo no siento ni la misma ilusión ni el mismo amor, quizá me entere que he aprobado todos los exámenes y soy maestra de primaria, quizá disfrute del mar y de las olas como hace una década, y quizá vuelva a enamorarme. Pero sólo quizá. Y tú no serás testigo de todo esto, porque no llamarás, porque no te interesarás, porque no querrás saber, porque no querrás oír... y yo extrañaré tu risa por teléfono, tus despedidas por escrito y tus frases que cortan la respiración una vez cada tres semanas. Y me acordaré de tus palabras y las arrastraré conmigo.
Y quizá sienta la necesidad de escribir más sobre ti, pero entonces me enfadaré conmigo y pararé. Dejaré de teclear, me ataré las manos, y trataré de olvidarte. Pero a continuación de todo esto, intentaré engañarme, y no lo conseguiré.
Y volveré a decirme muy despacio lo idiota que puedo resultar si trato de olvidar tus ojos, tu pelo y tus manos. Y lo idiota que soy, al mismo tiempo, de recordar todas esas cosas cuando hasta hoy, ya, todo, ha dejado de merecer la pena.

2 comentarios:

  1. Su egoísmo no merece tu sumisión. No te hagas daño. Vive. BESOS.

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  2. en realidad, NADA merece tu sumisión. Mas besos.

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