sábado, 17 de enero de 2009

Recuerdo de madera


Me compré el collar la madrugada del dos de noviembre en Huertas. Pocas horas antes habíamos estado juntos, compartiendo esa coca-cola y hablando de viejos tiempos, de tiempos en los que todavía estaba y también en los que dejé de estar. Es inevitable que a veces piense qué me hubiera sucedido si me hubiera quedado, si mi vida hubiera sido igual, mejor o peor. Pienso demasiado, pero eso tú ya lo sabes.

He estado dos meses pensando que quería enviarte una foto con el collar puesto. Es mío, pero es mío gracias a ti y me recuerda el detalle que tuviste de ponerme tu dinero en mi bolso sin que yo me diera cuenta, mientras compraba el billete de metro. No entendí muy bien por qué lo hiciste, pero eso hizo que te pensara de manera diferente. La verdad es que, referente a ti, siempre he estado hecha un lío. No sé muy bien qué aparentas a primera vista, ni tampoco sé si eres frío, si no te gusta hablar de lo que sientes o si simplemente te gusta vivir el día a día, pensando en ti. Tampoco sé si soy yo, que le doy demasiadas vueltas a las cosas, y a lo mejor hace demasiados años me creé una imagen de ti que no era real. Ahora lo eres, a tu manera. Como yo. Pero siempre lo pienso: aquella tarde pareciste, fuiste otro.
Me acuerdo que nos enviamos algunos mensajes, que me dijiste que no te tenías que haber enfadado semanas antes conmigo y yo te envié una hora después un mensaje diciéndote que me había comprado un collar gracias a tu capital. Ese fue tu regalo, o tu detalle, como tú dijiste, para que viera que no eras tan malo como yo pensaba. Y yo nunca pensé que fueras malo, simplemente diferente a esa imagen que te he dicho que me dibujé hace muchos años sobre ti. Debe ser que cometo el error de idealizar a las personas, y que siempre voy añadiéndoles cosas que a lo mejor no tienen, y que echo en falta. Pero si no las tienes es porque no debes tenerlas. No. Yo nunca pensé que fueras malo, sólo pensé que merecía acabar esa conversación que iniciamos en septiembre, después de estar tantos años sin hablar tan en serio. O al menos intentarlo. Pero tengo cierta capacidad de empatía y me pongo en tu lugar y comprendo en cierta medida que no quieras hablar de cosas que a mí me importan y a lo mejor, para ti, son simples idioteces. No voy a mentirte, me costó entender por qué no querías responderme a las preguntas que para mí sí eran importantes, pero cuando no salen las palabras, no se puede hacer nada. A ti te faltan y a mi me sobran. No hay manera de arreglarlo ¿a que no?

Sin embargo, yo solamente quería enseñarte el collar que, sin saberlo, me regalaste.
Me gusta, y me gusta tenerlo, y me gusta que me recuerde a ti. Y lo conservaré, porque a medida que vaya pasando la vida, será lo único que me quede de ti.

2 comentarios:

  1. Y que hariamos sin esos colgantes....

    Un besico

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  2. Esta historia con collar por el medio me trae muchos recuerdos...
    A mi no me regaló un collar, pero se acercó a mi con la excusa de decirme que le gustaba mucho mi collar...
    En fin...

    Un beso

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