sábado, 3 de octubre de 2009

Palabras que a él me recuerdan y aún así trato de olvidarlas

Este verano, me han acompañado muchos libros. En la orilla del mar, sobre la hierba recién cortada, durante el preludio de mis siestas más placenteras y en mis noches más frescas y brillantes. Tristes, también. Me acompañaron las letras de Lucía Etxebarria. Éste ha sido uno de los mejores libros que he leído de ella. Subrayé muchas líneas, muchas frases en las que a veces te sientes identificada, o no, y otras que, al leerlas, te acuerdas de esa persona que te hirió, de esa que te dejó ser feliz, o de esa que ni siquiera arriesgó, ni se atrevió a volver. Pues bien, hoy, he cogido por casualidad este libro, lo he abierto y he visto estas frases subrayadas. Tras la primera lectura, he identificado sin problema alguno de quien me he acordado. Es como una hilera de consonantes y vocales que describen a la perfección lo que yo he sentido a raíz de R. Lo que su actitud tan incrongruente e incoherente a la vez, me ha producido. Después de intentar seguir con algo que me mantenía más viva, me he dado cuenta que es imposible remar sola en una barca para dos. Que el empeño no es ningún método salvavidas que nos haga el trayecto más fácil, ni la brazada más pequeña. Porque sé que si me atreviera a nadar y me ahogara, muy posiblemente R no volvería. No me salvaría nunca. Ni siquiera ha salvado lo que nos pertenecía a ambos. Y yo ya no sé si quiero recuperar parte de la niña que fui y que adoraba al chico de la melena suave y aterciopelada. Pero sí, sin duda, sí vivo esa especie de días infernales en los que no puedes soportarlo más porque te invade el recuerdo y reconoces sin necesidad de preguntar a nadie más que muchas cosas van mal. Y, desgraciadamente, entre nosotros las cosas siempre se iban estropeando, hasta que ahora, han dejado de marchar.
Este extracto es precioso, y real.
Disfrútenlo.
Te sientes triste porque ya no crees entenderle, ni crees que él te entienda a ti. Lo cierto es que últimamente vuestras diferencias se hacen cada vez más dolorosas y evidentes. Es como si te hubieras empeñado durante seis largos años en construir un refugio privado que se ha desmoronado de repente, y al quedar al descubierto el andamiaje sobre le que habías construido toda esta relación ilusoria, te has dado cuenta de que estaba hecho de cañas frágiles, no de vigas de acero, como te habías creído. (...) Ya no compartes nada con él, ya no le entiendes, ya no te hace reír. Intentas superar una serie de cosas, no juzgar. Y sí, ya sabes eso de que hay que mirar atrás con objetividad, recuperar a la niña que fuiste y que sigues estando dentro de ti. (...) Te repites a ti misma todos los días que lo importante es seguir adelante, siempre adelante, y olvidar, pero no lo consigues. Hay días en que no puedes soportarlo más. Porque sabes que las cosas no van bien pero eres incapaz de determinar qué va mal exactamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario