jueves, 17 de septiembre de 2009

52 días sin hablarte y la pretensión de olvidarte un poco más

Las cosas no son tan bonitas, ni siquiera son tan fáciles. Y el tiempo demuestra que por mucho que intentemos creer lo contrario, es más fácil ir perdiendo que ir ganando cosas. De ahí que vea (casi siempre) el vaso medio vacío y no sepa valorar, para bien, en algunas ocasiones, las cosas agradables que muy de vez en cuando me ocurren.
Las cosas, además, pueden cambiar en cuestión de meses, semanas, días, e incluso segundos. Aunque eso todo el mundo lo sabe.
3'59'' en mi teléfono (4 minutos exactos en la factura) me bastaron para que después de 8 años conociéndote, te deseara lo mejor, lo más bonito, y así forzar el olvido. Estoy segura que si en el primer minuto de aquella llamada tú hubiera sido más inteligente, yo podría haber elegido cambiar el rumbo futuro de esa conversación, y te habría dicho que todo quedaba olvidado. Pero no, te gustó más ir de duro conmigo, proque hasta ese lunes sabías que yo acabaría apareciendo, dejando de darle importancia a mi dolor.
Sólo ese lunes habría admitido un "Lo siento", en voz baja, pero lo que más me duele no es que ni siquiera lo lamentes, (que también), sino que después de 5 meses algo raros, sigues convencido de que no hiciste nada mal. Si lo hubieras reconocido (aunque para contigo), si hubieras discutido con la voz de tu conciencia y algo, algo de esta amistad, algo de estos últimos meses te hubiera dolido y/o llegado a tocar un poco tu corazón, yo me hubiera conformado. Pero ya no. Y después de tu indiferencia, del dolor y de la rabia que me has dejado, sólo me queda la risa, de ver que ahora estás pensando (quizá) que esto es un enfado infantil más, y que como tú expresaste el día de mi cumpleaños ("estamos distanciados") (¿sólo? apostillo yo). Pero no, hace casi dos meses de esa llamada y estamos donde teníamos que estar. Ya no quiero arreglar diferencias o intentar volver a lo de antes. Ya no me vale la pena, y de pena, más pena aún. Pena es lo que siento por ver hasta dónde has querido que lleguemos.
Yo he querido que se terminara, por fin, y del todo. No me resulta fácil que no sepas (o mucho peor, no quieras) reconocer las cosas. Y, de todas formas, si vuelves, sé que será cuando tú no te encuentres tan feliz o cuando necesites una voz amiga diferente a todas esas que ahora te rodean. Pero los ojos de Laura para leerte y los oídos de Laura para escucharte, puede que ya no estén para entonces. Laura se cansó y todo sigue igual. Me has cansado, y sé que tendría que dormir semanas enteras y seguidas, para sentir que soy alguien nueva, sin necesidad de borrarte porque ya te fuiste.
Por último, un consejo (aunque no sé si a tiempo), no se deja de ser hombre por dar el brazo a torcer, por ser el primero en llamar o por pedir perdón. En realidad, y tal y como oí hace poco tiempo frente al mar, un hombre es aquel que se viste por los pies. Apréndete el cuento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario