martes, 22 de septiembre de 2009

Olor a pueblo

Hoy, durante cinco segundos, caminando por la calle Mayor, he olido a pueblo. Y me ha recordado al olor del pueblo de mis abuelos. Y me han dado ganas de pararme, pero quizá era demasiado pronto y tenía el tiempo justo como para quedarme de pie ante un edificio más de la ciudad. Sin embargo, al pasar por ahí me he enternecido. El olor ha sido tan bueno, y tan familiar, que me he sentido en otro lugar, y en otra época. Aún así, también debo confesarme, poco a poco me voy enamorando de esta ciudad. Vale que es pequeña, vale que no hay casi jardines ni zonas verdes que la alegrarían mucho más, y la convertirían en una más confortable, pero sí es cierto que desde principios de mes, en que tuve que ir y venir andando a diversos sitios, he ido (re)descubriendo sitios que no conocía o creía olvidados. Me ha gustado cruzar parques por los que sólo caminé dos veces o caminar sonriendo por calles que tienen un encanto que no solemos identificar porque estamos acostumbrados a ellas. Pero sí, me va pareciendo más bonito todo. Plazas que cambian de sillas pequeñas a otras más grandes y más claras, cafeterías que son testigo de mis escritos, o de mis palabras en voz alta con las personas que me escuchan con hoyuelos en sus carrillos. Explicaciones, problemas o alegrías compartidas entre paredes y sobre tapas que nos hacen la vida más bonita.
Así lo pensé hoy, y tenía que decirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario