lunes, 28 de septiembre de 2009

Un beso. Me apetecía mandarte un beso.

- 1 beso.
- ¿Un beso?
- Sí, me iba a la cama y me apetecía mandarte 1 beso.

Cuando yo aprenda a no sobrevalorar las cosas, cuando vea y entienda un beso como un beso, normal, sin más, estaré satisfecha. Pero no ahora, que veo esas breves palabras en mi pantalla y que sé que provienen de tus manos, y todo me parece distinto. No sé con qué intención lo harás, supongo que de la manera más sencilla. Y aún así, soy capaz de dormirme con tu beso, imaginado.

Y tú te has ido a la cama, y yo aquí estoy, llevo veinte minutos escribíéndote a ti, o a nadie. Y al mismo tiempo, hacia mi misma, diciendome que esto tal vez no tenga sentido, pero llevaba dias esperando alguna señal de cariño por tu parte, y las más inesperadas, logran ser las más grandes, las más preciadas.

Yo también te mando un beso, aunque no te haya llegado todavía, aunque ya estés dormido para saborearlo, imaginarlo o querer soñarlo. De la voluntad y los más íntimos deseos, depende que a veces soñemos con cosas como ésas: besos largos, cortos, limpios, tiernos, de personas como tú. O como yo.
Todos somos capaces de dar besos que latan, y aún así, ahora mismo me apetecería uno tuyo.
Y si fuera en mi muñeca, en la palma de mi mano, en mi frente o en mi clavícula derecha, sabría conformarme. Ya de por sí me parecería un milagro tenerte a medio metro de mis ojos.
Imagínate un beso.
Sólo uno. Como hoy. Como nunca.

1 comentario: