lunes, 21 de septiembre de 2009

Ni un mero pase

Pasa que en noches de domingo cuando ordeno mi habitación y trato de deshacerme de papeles y letras que no me sirven, guardo otras instintivamente, pensando que no me llevarán a ti, hasta ti. Y me equivoco. Ya por la noche, y tranquilamente entre mis sábanas, me dispongo a leer con la luz pequeña y amarilla, qué es lo que escribí hace unos meses. Y esas letras hablan de ti, y de lo que yo siento, o mejor dicho, sentía.
Palabras del tiempo de abril. Palabras que se cargan a pequeñas partes de mi corazón, porque si entonces escribía tanto sobre ti, o sobre lo que tú provocabas en mí, era porque me lo podía permitir. Pero ahora no, ahora no puedo, y leerlo de nuevo sólo me martiriza un poco más. Y no debes tener ese derecho, esa capacidad de seguir influyéndome cuando ya hemos pronunciado la última palabra.
Y vale que sigas apareciendo en voces de locutores, en voces de peces que aparecen en estúpidos anuncios o en los informadores de la mayoría de los telediarios de la televisión privada, pero ya está bien. Ya, ni un mero pase tiene que me acuerde de ti, o que me de por soñarte cuando ni siquiera te imagino en mi almohada.
Ni un mero pase tiene que hayas optado por perder la última oportunidad de intentar retenerme, pero sólo me queda pensar que ni yo te llegué a merecer la pena, ni tú a mí.
Triste darse cuenta de ello. Triste que sea así, al fin y al cabo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario